El Criticón

Opinión de cine y música

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Parásitos


Gisaengchung, 2019, Corea del Sur.
Género: Drama, comedia, suspense.
Duración: 132 min.
Dirección: Bong Joon Ho.
Guion: Bong Joon Ho, Jin Won Han.
Actores: Kang-ho Song, Sun-kyun Lee, Yeo-jeong Jo, Woo-sik Choi, So-dam Park, Jeong-eun Lee, Hye-jin Jang, Ji-so Jung, Hyun-jun Jung.
Música: Jaeil Jung.

Valoración:
Lo mejor: Ingeniosa crítica social, con humor ácido y negro y algunos buenos giros. Excelente puesta en escena y buen reparto.
Lo peor: Muy desequilibrada en ritmo e interés, el guion parece sin terminar. El primer tramo es lentísimo, el final caótico y el epílogo totalmente fallido. La campaña mediática encumbrándola como obra maestra se ha ido totalmente de madre.

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Alerta de spoilers: Describo bastante de la premisa, el tono y algunas escenas sueltas, pero creo que no revelo nada crucial. —

Parásitos ofrece un retrato costumbrista verosímil y delicado unas veces, otras lo retuerce con humor negro y giros con mala leche, con lo que consigue mostrar lo mejor y lo peor del panorama, conmovernos, hacernos reír y a la vez dejarnos mal cuerpo.

Los miembros de una familia pobre, los Kim, empalman trabajos de mala muerte (eso cuando los encuentran) para sobrevivir el día a día mientras anhelan salir de la miseria y tener una vida de ensueño. La posibilidad se la encuentran cuando una familia rica, los Park, contrata a uno de ellos para unas clases particulares a su hija, y deciden montarse una serie de engaños para que terminen contratándolos a todos en diversos puestos del servicio.

La descripción de ambas familias, de los estratos sociales tan diferenciados, está muy cuidada, y los personajes son bastante encantadores cada uno a su manera. Dan algo de pena, se ve ligeramente alguno de sus defectos, lo justo para hacerlos humanos y conectar con ellos antes de empezar a desbaratar las cosas. El cruce entre los dos grupos abre la caja de pandora, muestra los vicios, las vilezas, la estrechez de miras, el clasismo… Los pobres se convierten en parásitos de los ricos, chupando de su dinero y lugar acomodado, pero es evidente también que los ricos han sido hasta ahora los parásitos de los pobres, logrando su posición a través de la explotación de estos.

Con gran ingenio el autor va urdiendo los engaños para conseguir los puestos y mantener la posición de rémoras en la casa, pasando poco a poco del drama social a la comedia de enredos. Pero también empieza a aportar inesperadamente un humor negro donde no deja títere con cabeza, pues todos los protagonistas quedan fatal, egoístas, cabrones, irresponsables, y la crítica se torna despiadada y casi surrealista. Y cuando ya te habías hecho al nuevo tono le da un giro insólito hacia el suspense, con un tramo de subidón donde todo se torna muy impredecible, para en el tramo final desbarrar en una orgía esta vez sí surrealista del todo.

Siendo el director Bong Joon Ho el principal artífice del guion (en colaboración con Jin Won Han), tenía muy claro cómo darle forma en imágenes. Esta historia bien podría adaptarse al teatro, pero el realizador no desaprovecha las posibilidades del lenguaje cinematográfico, y aparte de lograr un acabado versátil y por momentos deslumbrante también aporta buenas dosis de inteligencia.

Algunas cosas puede parecer obviedades, como que unos vivan en una zona fea y otros en una bonita, pero lo enriquece con detalles muy bien pensados. Los Kim tienen su morada en un semisótano, como siendo pisados por el resto de la ciudad y casi convertidos en una parte más de las alcantarillas (la gente les mea casi encima, las lluvias los inundan), los Park viven en la parte alta, aislados en una mansión de apariencia impenetrable por fuera pero acogedora por dentro. Hay escenas que lo exprimen muy bien: unos cruzan arcenes de autovías, puentes, callejones… hasta llegar a sus casas, los otros unos van cómodamente en coches de lujo con chófer; la lluvia purifica a los de arriba, y se lleva la mierda hacia los de abajo. La casa de los adinerados, escenario principal, aparte de resultar impresionante en su diseño se aprovecha bien en el acabado visual. El director juega hábilmente con el entorno mediante buena planificación y grandes angulares, obteniendo algunos planos hipnóticos y sin dejar lugar al estancamiento, pues cada habitación y rincón tiene su presencia justa.

El reparto está estupendo, destacando Yeo-jeong Jo como la inocente tirando a boba esposa Park, y el rostro más conocido, Kang-ho Song, colaborador habitual del realizador, que muestra muy bien la evolución del personaje y en general de la historia: la desgana inicial, el entusiasmo cuando las cosas van bien, y la frustración y rabia cuando la realidad explota en sus caras.

Pero la brillantez de los buenos momentos contrasta con unas carencias muy graves. Me faltan por ver Crónica de un asesino en serie (2003), en teoría su mejor trabajo, Ojka (2017) y Mother (2009), pero en The Host (2006) y Rompenieves (2013) yo he encontrado en Bong Joon Ho un autor muy irregular, con potentes ideas que se quedan a medio camino (la del monstruo que asola Seúl) o se estrellan en su ejecución (la torpe distopía en tren). Y aquí siguen muy presente estos problemas.

He de remarcar bien este notable desequilibrio, porque la cinta ha entrado en este juego de adoración ciega que se lleva ahora, donde una serie de factores se acumulan, y de repente algo se convierte en intocable, una irrebatible una obra maestra. Sobre todo pesa la imposición de internet y las redes sociales, donde o estás totalmente a favor de algo o totalmente en contra, no hay términos medios, mesura, razón y objetividad. No sé si os habéis fijado, pero en la red ya no hay críticos serios de arte, casi no quedan blogs de divulgación de cultura y ciencia, son todos youtubers y webs de clicbaits, generadores de tendencia que funcionan sin argumentos sólidos y veraces, sólo con contenido facilón, complaciente, con ganchos y fórmulas de interacción que atrapan a la masa y la mueven en una dirección sin pensar por sí mismos, y todo acaba arrastrando también a supuestos medios serios, que no se juegan las visitas por ir a contracorriente de la moda. Es más, estoy convencido de que mucha gente la ve por la inercia impuesta pero no le gusta… y no se atreve a decirlo.

¿Cuántas obras maestras en cine y series llevamos estos últimos años, según dictan estas fórmulas? Van camino de ser incontables. Pero obras tan sobrevaloradas sin razones objetivas son pronto olvidadas mientras los títulos de mayor calidad que han sido más o menos dejados de lado se asientan y son recordados en la posteridad. Parásitos quizá quede como una rareza o cinta de culto, porque no está nada mal y el toque coreano le da exclusividad, pero otras que se han ensalzado este año, como Joker (Todd Philips), 1917 (Sam Mendes) y El irlandés (Martin Scorsese) se las llevará el viento, mientras Historias de un matrimonio (Noah Baumbach), Jojo Rabbit (Taika Waititi) y sobre todo Los Vengadores: Fin del juego (hermanos Russo) no tengo dudas de que tienen lo que hay que tener para recordarlas durante mucho tiempo.

Primero, tenemos algo obvio y que precisamente en una valoración que pretende ser seria no se debería olvidar: lo pue propone Bong Joon Ho no es nuevo, es un género tan antiguo como el teatro mismo, y si bien aporta algunas novedades llamativas, no tantas como para subvertirlo y reinventarlo del todo, requisito imprescindible para hablar de un hito del cine. No es American Beauty (Sam Mendes, 1999), por poner un referente de crítica social que sí rompió esquemas, ni hace la mitad de gracia que la magnífica La cena de los idiotas (Francis Veber, 1998), a la que recuerda bastante por su fórmula teatral y el clasismo que se sale de madre.

Segundo, su propia fórmula, tan prometedora y que ofrece buenos tramos de diversión y drama inteligente, otras veces hace aguas, lastrando el ritmo, el potencial latente, y dejando la sensación de que el guion está inacabado, de que rodaron partes improvisándolas. Para empezar, hay muchas cosas cogidas por los pelos que te tienes que creer porque sí, como el selfie tan conveniente, que se traguen lo de la enfermedad sin preguntar si quiera ni pedir pruebas médicas, que se escondan debajo de una mesa sin ser vistos (y más cuando al pasar por escalera y tumbarse en el sofá pone la vista a ras del suelo), etc. Hay que hacer demasiados actos de fe para entrar en el juego.

Pero los problemas serios son de ritmo, tono e intenciones. El primer acto es muy disperso, Bong Joon Ho no consigue presentar la situación de los personajes con celeridad y fuerza, tarda demasiado en generar expectación y en entrar en lo importante. Para mostrar los intereses del hijo adolescente y conseguir el primer trabajo tiene que quedar con su amigo y hablar de cosas irrelevantes en la trama durante largo rato hasta conseguir concretar algo útil. Había mil formas mejores de introducir la historia, de mostrar las motivaciones de los protagonistas en menos tiempo, y para colmo, el colega no vuelve a tener presencia alguna.

El acto central concentra demasiado las buenas ideas, sin tiempo a veces para que estas respiren o se aprovechen del todo, aunque no llega a ser grave, el problema es el desequilibrio con los otros segmentos. El tercer acto peca de no saber muy bien por cuál de los diversos caminos posibles debe tirar, y el relato se torna demasiado caótico, un festín de giros y muertes excesivo en violencia y que abandona la crítica dura pero sutil y opta por fuegos artificiales absurdos.

Para terminar de romper el hechizo, tiene una serie de epílogos aburridos y que no aportan nada. Tampoco es capaz de cerrar la trayectoria de los personajes sin torpes transiciones, una repentina voz en off, y largas dosis de información innecesaria. Bastaba con dejar las cosas abiertas (a ser posible tras un desenlace más inspirado), en plan la vida sigue, las diferencias sociales también, pero a la larga se nota que tiene preferencia por unos personajes sobre otros: es un tanto complaciente con los Kim.

Que los pobres sean astutos y cultos y los ricos ingenuos e incultos no convence. Es ley de vida que lo más probable es lo contrario, unos tienen tiempo y recursos para el ocio y la cultura de alto nivel, los otros apenas tienen acceso a la wifi (literal, es una escena de la película). Pero aunque pasemos este detalle por alto no se puede olvidar otro más claro: estira un relato ya terminado para añadir una especie de victoria que no viene a cuento con los Kim, y a la vez se olvida de los Park, que tenían una historia abierta, la del hijo pequeño, donde el fantasma y el morse apuntaban a un encuentro final en el que plantara cara o algo así.

En el acabado también tiene sus irregularidades. La tensión de algunas escenas podría estar mejor trabajada (el escondite debajo de la mesa no funciona), la parte de acción deja de lado la puesta en escena templada y patina en un caos ininteligible, y además se torna gore sin estar nada justificado. También hay algún gazapo muy cantoso: corren sin zapatos hacia la calle… y en ella aparecen con ellos.

Parásitos resulta un buen divertimento. Tiene tanto aciertos gratificantes como fallos que te sacan un poco de la proyección, pero resulta recomendable en general si te gusta la tragicomedia social. Y como es obvio, no hay manera alguna de justificar lo de obra maestra, es decir, tanto ensalzamiento y tanta exposición puede jugar mucho en su contra al predisponerte a esperar algo que no es.