El Criticón

Opinión de cine y música

Tár


Tár, 2022, EE.UU.
Género: Drama.
Duración: 158 min.
Dirección: Todd Field.
Guion: Todd Field.
Actores: Cate Blanchett, Noémie Merlant, Nina Hoss, Mark Strong, Sophie Kauer.
Música: Hildur Guðnadóttir.

Valoración:
Lo mejor: Buen reparto. Un ambiente distinto al habitual.
Lo peor: La misma historia de siempre de ascenso y caída. Va de pretenciosa pero tiene un tono de telefilme. Personajes planos, historia sin garra, puesta en escena apática. Demasiado larga y descentrada.
El título: Ese título tan extraño y confuso resulta ser el apellido de la protagonista.

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La buena recepción de la crítica y los incontables premios a los que optaba Tár, así como el ambiente más intelectual donde se desarrolla la historia, parecían apuntar a una película de más nivel, pero la decepción que me he llevado ha sido importante.

Que versase sobre la música sinfónica minimalista me tenía ganado, pues llevo años enganchado a la oleada de autores que lideran el género en innovación e influencia estas dos últimas décadas. Max Richter, Jóhann Jóhannsson, Ólafur Arnalds, Colin Stetson, Nils Frahm… Enmarcar la acción tras las bambalinas de este mundillo se presentaba muy interesante, tanto porque ser un escenario nada común en el cine como por prometer fidelidad a la realidad y buen nivel cultural.

El guionista y director Todd Field dedicó bastante tiempo a desarrollar el guion, y lo hizo además pensando en Cate Blanchett. La australiana se comprometió a fondo, llegando a aprender a dirigir la orquesta, hasta el punto de salir acreditada en el disco de la banda sonora, y a empaparse de las formas de hablar y comportarse de los directores más renombrados. Y el director de fotografía Florian Hoffmeister también está muy inspirado a la hora de sacar buenos encuadres de las en apariencia limitadas localizaciones, todo interiores.

Pero al ir adentrándome en la proyección ya empezaba a dudar seriamente de que este esfuerzo y pasión diera sus frutos, pues una serie de vaguedades empiezan a generar la sensación de estancamiento. Para el acto central se va haciendo cada vez más tediosa, por momentos cargante, porque el tono pretencioso no encaja en un argumento y personajes que no han llegado a adquirir dimensión suficiente. Y para el tramo final no queda nada que salvar, sobre todo las dos horas y cuarenta minutos que has perdido.

La cinta no apunta a esos notorios músicos que he citado, sino a los peores referentes del género, Anna Thorvaldsdóttir y Hildur Guðnadóttir, compositoras y directoras que han llegado al cielo por aclamación popular pero en lo artístico son una amalgama de pretensiones que no cuajan en ninguno de sus trabajos hasta la fecha. En principio parece que Field las utiliza como crítica a ese mundo de postureo y ensalzamientos sin nada detrás, pero si ese era el propósito le termina estallando en la cara, porque Tár acaba siendo un ejemplo de lo mismo.

De qué me sirven las referencias a música culta, que la fotografía sea virtuosa y tenga algún plano que supuestamente homenajea a alguna pintura conocida, que Blanchett maneje la batuta como una profesional, si lo importante se descuida: el guion y la dirección, la historia y los personajes. A pesar de todas estas buenas voluntades, Tár no es más que el típico telefilme con apariencia de ser algo más más por tener buenos actores y un autor con algo de renombre, y no consigue aportar nada novedoso, ni tan siquiera algo atractivo, a la clásica historia de ascenso y caída.

El nivel de las ambiciones personales, los conflictos laborales y sobre todo las aventuras románticas deja mucho que desear, la escritura es vulgar y predecible, y desde la dirección no es capaz de inferirle ritmo ni emoción. La reiteración y sobreexposición y los saltos de la desidia al sensacionalismo más torpe se traducen en una fatídica incapacidad para ahondar con fluidez y sensibilidad en los dramas expuestos.

El rol central pasa demasiado rápido de sugerente a simplón y cargante. No llega a tomar forma, queda una figura informe con la que es imposible conectar. No sé si el autor quiere que sintamos empatía por una estrella agobiada hasta el punto de ser consumida y destruida por las ambiciones del duro entorno donde se mueve, o trata de dibujar una personalidad desagradable que tenga su momento de redención al final. El proceso de caída se alarga hasta el infinito con escenas harto repetitivas, para en el momento clave precipitarse demasiado y no sacar el poco partido que podría quedarle. El epílogo no tiene sustancia alguna, no hay sensación de cierre o de que la vida sigue su curso, solo parece que Field se ha cansado de enlazar anécdotas y ha pasado al fundido en negro. Y el intento de relato circular, con un prólogo que enlaza con parte del final, resulta muy forzado, no aporta nada a la narrativa ni al personaje.

Con ese panorama, Blanchett no puede llevarnos por un arco dramático apasionante, su talento se pierde en gesticulaciones y arrebatos sin ton ni son. Papelones memorables como el de Blue Jasmine (2013) quedan muy por encima.

Los secundarios tienen menos recorrido, son meras excusas para complementar las distintas fases de la odisea de la protagonista. La veterana Nina Hoss siempre es un valor seguro y logra dotar de algo de vida a su rol, pero las jóvenes que encarnan a la asistenta (Noémie Merlant) y la aprendiz (Sophie Kauer) no consiguen dejar huella. Hay partes especialmente fallidas, como la relación con la hija, que no se sabe si la quiere o no, queda como un pegote en varias escenas sin sentido claro.

La fotografía es vibrante, pero el director no está a la altura. Esos infinitos planos estáticos en conversaciones infladas. Los recursos burdos, como la chica con zapatos ruidosos. Los giros absurdos, como caerse sola por las escaleras. Y sobre todo, pesa el intento de tempo contenido, que termina minando el potencial inicial y haciendo que la cinta sea cada vez más aburrida.

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