El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos mensuales: junio 2014

Robocop (2014)


Robocop, 2014, EE.UU.
Género: Acción, ciencia-ficción.
Duración: 117 min.
Dirección: José Padilha.
Guion: Joshua Zetumer.
Actores: Joel Kinnaman, Gary Oldman, Michael Keaton, Abbie Cornish, Jackie Earle Haley, Michael K. Williams, Jennifer Ehle, Jay Baruchel, Marianne Jean-Baptiste, Samuel L. Jackson.
Música: Pedro Bromfman.

Valoración:
Lo mejor: Guion consistente con excelente carga crítica y personajes de calidad. Buena puesta en escena.
Lo peor: Compararla con la original señalando diferencias como si fueran fallos. Lo infravalorada que ha sido mientras la otra se sobrevalora.
La frase:
-Qué es más grande que un héroe.
-Un heróe muerto.

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Otro remake más. ¿Necesario, innecesario, insultante? Pues este es uno de esos escasos casos en los que se puede hablar de una visión y actualización que parte de buenas ideas e intenciones y resulta muy acertada en su ejecución. Lo injusto es que la crítica y el público han sido muy crueles, yendo a matar, viendo solo los defectos y contando además las diferencias como tales aunque no lo sean, mientras que a la antigua, que tampoco era extraordinaria, se la mima demasiado. La versión de Verhoeven destaca por su crítica irónica y su estilo violento, pero ambos elementos se sustentan en una de acción policíaca más que clásica demasiado simplista, resultando un filme algo irregular a pesar de sus buenas maneras.

La versión de José Padilha parte también de unas bases bastante clásicas, una intriga policial sencilla, pero no resulta tan trillada y lineal como en la original. Los protagonistas tienen mayor densidad, el drama que vive la familia es más interesante y la trayectoria de Murphy se trabaja algo mejor. Joel Kinnaman (The Killing) y Abbie Cornish (Klondike) están muy correctos en sus interpretaciones, resultando cercanos al espectador a pesar de que al primero se le ve poco el rostro y la segunda aparece en contadas ocasiones. Los secundarios aportan algo más de vida, e incluso contando con que el dibujo del policía corrupto sea bastante simple se eluden los clichés cansinos de la anterior. La evolución del caso se desarrolla bastante bien y adquiere nuevas capas cuando Murphy es convertido en robot; la escena de su presentación es fantástica, por ejemplo. La pena es que esta sección no se remata bien. Es evidente que era secundaria, que lo importante y jugoso está en la sección empresarial, pero el villano es muy pobre, un gángster sin presencia ni desarrollo suficiente como para causar impresión. Algo más de empaque debería haber tenido.

En cuanto a la parte crítica la perspectiva cambia. La gente se queja de que no tiene un tono irónico tan marcado como la de Verhoeven, pero eso es quedarse muy en la superficie. Para empezar no está desaparecido por completo: el programa que presenta Samuel L. Jackson es escalofriante y ofrece una crítica a los grupos de presión ultraconservadores descarada y muy efectiva. En el resto del relato se omite ese tono burlón que rozaba la parodia en pos de un drama más serio, depositando el esfuerzo en edificar un análisis más concienzudo. Los gobiernos vendiendo derechos y privatizando por doquier, la ética (médica y empresarial) puesta por debajo del dinero, pérdida de derechos individuales frente a las empresas, mercenarios, robots y drones programados al antojo de las empresas como fuerzas de seguridad, corporaciones guiando las agendas políticas… La perspectiva de la crítica es amplia y detallada, no deja resquicios, es sólida y muy acorde a los tiempos que corren, exponiendo muy bien el funesto porvenir que nos espera. ¿Que no tiene el punto irónico y gamberro de Verhoeven? Pues vale, ¿y qué? Es otra versión, si quieres ver lo mismo ponte la original. Precisamente la queja sobre muchos remakes es que son clones sin alma. Aquí tenemos uno con entidad propia y no ha sido apreciado debidamente.

Por si fuera poco el villano de esta sección resulta memorable. Este directivo de una gran corporación no es un enemigo al uso, es decir, no es el cansino malo que va contra el protagonista sin más, la situación es mucho más compleja. Él es hijo del capitalismo salvaje, hace lo que sabe hacer e incluso lo que debe hacer según lo que espera el sistema y la sociedad: competitivad, ganar a los contrincantes en el negocio, hacer dinero a toda costa. En el juego del capitalismo todo vale. Su descripción es excelente, sus motivaciones están claramente expuestas, y su posición como nexo y catalizador de toda la crítica al sistema es brillante. Michael Keaton está espléndido en su papel, y el duelo ético que mantiene con el ingeniero principal (Gary Oldman estupendo como siempre) es magnífico y ofrece unos cuantos grandes instantes.

Lo unico que falla es un detalle del final, donde se fuerza la muerte del empresario y para ello nos lo ponen cogiendo un arma y apuntando a Murphy y a su familia, algo absurdo en alguien tan inteligente y comedido a la hora de dar una buena imagen, y más cuando sabe que tiene la mano ganada porque la programación le impide a Robocop disparar o detenerlo. Si la película pretende hablar de la justicia democrática y la conciencia humana sobre la frialdad de las máquinas qué mejor que ver a Murphy superar su programación, detenerlo y procesarlo con garantías. Acabar en un vulgar tiroteo supone una horrible inclinación hacia los clichés made in hollywood en un momento crucial; de hecho el director sufrió muchísimo la injerencia de los productores, así que no me sorprendería esta escena fuera una imposición. Por suerte el epílogo con el programa de tv casposo vuelve al tono anterior, pero se echa de menos el giro ingenioso con el que acababa la de Verhoeven, o incluso alguna nueva versión del mismo.

La puesta en escena es bastante buena, algo muy de agradecer viendo el pobre nivel de los géneros de acción y ciencia-ficción hoy en día. Por una vez tenemos los dos elementos necesarios para que las escenas de acción funcionen a pleno rendimiento: buen contenido y buena dirección. José Padilha no tira de trucos visuales baratos, no pone los efectos especiales por encima de la narrativa, ni olvida que el protagonista de la escena son los personajes. El prólogo, el entrenamiento, el ataque al gángster y la lucha contra los grandes robots son cuatro secuencias muy llamativas, caracterizadas porque se esfuerza en darles entidad propia a cada una. Excelente planificación, fotografía, dirección y montaje y unos efectos impecables y limitados a lo necesario las hacen posibles. Solo le ha faltado una banda sonora con personalidad.

Robocop 2014 es emocionante y deja buen poso, deja ideas rumiando en la mente. Aparte de Oblivion o casos excepcionales como Hijos de los hombres pocas películas actuales de ciencia-ficción y menos de acción te dejan pensando a la salida. No será para enmarcar, pero es un buen ejemplo de lo que debería ser una película de acción de calidad y un remake digno.

Robocop


Robocop, 1987, EE.UU.
Género: Acción, ciencia-ficción.
Duración: 102 min.
Dirección: Paul Verhoeven.
Guion: Edward Neumeier, Michael Miner.
Actores: Peter Weller, Nancy Allen, Dan O’Herlihy, Ronny Cox, Kurtwood Smith, Ray Wise, Robert DoQui, Paul McCrane.
Música:

Valoración:
Lo mejor: La carga crítica con tono irónico, algunos apuntes de guion originales e inteligentes (como la mítica frase «Estás despedido»).
Lo peor: Demasiadas imperfecciones en todos sus elementos: la premisa simplona, la narración irregular, los detalles mejorables, los gazapos evidentes…

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En los años ochenta el género de acción estaba en su época dorada, de hecho alcanzó su cumbre histórica a finales de la década con La jungla de cristal. En la rama de la ciencia ficción los hitos fueron incluso mayores en impacto y calidad: Terminator 1 y 2, Aliens y Depredador marcaron el género de por vida. A medio camino de ambas tendencias surgió un título si bien bastante exitoso no tan reconocido ni revolucionario, lo que viene a decir que se convirtió en una obra de culto: Robocop. Tuvo dos secuelas innombrables (por malas) e incluso un par de intentos de serie de televisión, hasta llegar a la época presente, donde los remakes están de moda y se resucitó con sorprendentes e inesperados buenos resultados.

Robocop no llega a reinventar ninguno de estos dos géneros, pero la mezcla es lo suficientemente atractiva como para conseguir una película muy interesante. Es imperfecta y su base bastante endeble, pero el envoltorio disimula bastante esas carencias dándole tanto un aspecto renovado como algo de alcance. Partiendo de una sencilla y clásica historia policíaca Paul Verhoeven redirige el relato hacia un análisis y crítica de la sociedad y la política inmersa en el capitalismo extremo. Y qué mejor lugar para ambientarlo que Detroit, ciudad que vivía a lo grande de la burbuja económica basada en el crecimiento desmedido, con las consecuentes desigualdades. Y si bien la cinta pone un punto de esperanza, por eso de que ganan los buenos ante la malvada corporación, la realidad es que Detroit se derrumbó sobre sí misma en la década presente. Las advertencias que se ofrecen hoy resultarían obvias aunque no se hubieran cumplido todavía, pero entonces no lo eran tanto, y menos en la idílica sociedad estadounidense, que gusta de vivir ajena a la realidad y pensando que su modelo es el único válido.

Esta alternativa Detroit es descrita bastante bien tirando de todos los recursos disponibles: desde la trama, desde las acciones de los personajes, desde los anuncios en la tele y las calles. Como hizo también en Desafío total y Starship Troopers, Verhoeven explota el lenguaje cinematográfico con habilidad, exponiendo el universo imaginario sin dedicarle largas y farragosas escenas. Además el entorno resulta verosímil, tangible, y la trama y personajes se sumergen muy bien en él. La desigualdad fruto de un crecimiento económico basado en el enriquecimiento de unos pocos que exprimen a las bases se siente en el ambiente. La corrupción, el crimen y la miseria son bien visibles. La comisaría está desbordada y es incapaz de enfrentar la situación porque el propio sistema para el que trabajan no da para más. Precisamente es la propia mega corporación dominante la que ofrece una salida, aprovechando la situación que han creado y planean seguir explotando con la nueva mega urbe: el crimen es un negocio jugoso, privatizar la seguridad daría control total sobre el mismo permitiendo sacar beneficios tanto de su existencia (corrupción) como de su persecución moderada.

Robocop aparece en escena como analogía de la deshumanización de la sociedad y del control de los estamentos políticos por la clase económica más poderosa, pero pronto se vuelve contra ellos, pues su situación atípica (un pie en ambos lados, fuerza y conocimientos superiores a la media) permite que su renacimiento haga temblar los cimientos del modelo actual. Un clásico giro en los relatos distópicos, pero no por ello menos eficaz. Una vez Alex Murphy y Robocop dejan de ser dos entes distintos tenemos la lucha contra el sistema, breve pero con apuntes de guion muy conseguidos: en el último momento parece que el poder del villano es intocable (con esa cláusula que impide a Robocop detenerlo o ejecutarlo), pero un resquicio legal («¡Estás despedido!») pone la solución al problema. Todo esto se narra además desde una perspectiva completamente desinhibida tanto en la crítica (ácida, irónica, descarada) como en lo visual (tono gamberro, violencia sin mesura) que ayudan a dotar al relato de un aura genuina bastante llamativa.

La pena es que la acción policíaca tiene demasiado protagonismo y la parte crítica parece a veces un pegote artificial sobrepuesto a ella. Verhoeven se queda a medio camino de todo lo que podrían haber dado de sí las ideas que expone, desviándose más de la cuenta hacia convencionalismos poco interesantes unas veces y hacia excesos innecesarios otras. Es decir, no veo por ninguna parte la obra maestra que defienden algunos de sus seguidores. Ese adjetivo la pondría al nivel de Aliens y Terminator 2, cuando ni siquiera se acerca a la excelente Desafío total del mismo autor.

Si bien el drama personal es un poco chapucero a veces (la casa de la familia vacía pero oh, hay una única foto que le hace volver a sentir), la conexión con la compañera suple esos defectos con una relación con buena química y que evoluciona correctamente. Lo que no da mucho de sí son las bases del relato, esa historia de policías que debería haberse limitado a servir como punto de partida pero absorbe la narración hasta el final. Los personajes cliché se acumulan y la aventura tiene un desarrollo demasiado lineal y predecible que desemboca en una batalla final bastante aburrida. Por si fuera poco la acción es poco llamativa, con escenas muy básicas (limitadas a planos de gente disparando sin más escenificación, y con gazapos en cantidad: cristales que se rompen antes de tiempo, otros que se regeneran entre planos…). Y para rematarlo a veces se inclina peligrosamente desde la serie b hacia el cine cutre (la muerte por ácido, tan innecesaria y absurda, los malos de cómic, algunos diálogos lastimeros), aunque por suerte nunca llega a caer del todo en él, ni siquiera en ese pobre desenlace donde los malos no atinan una con armas de gran calibre pero la chica malherida y con mal ángulo acierta a la primera (por no mencionar que uno de ellos tiene tiro claro y se entretiene con la grúa para forzar aún más la situación).

También son obvias varias lagunas e inconsistencias y algunos tropiezos en la narrativa. Saltamos entre la creación y trayectoria de Robocop, el lío empresarial y la acción policíaca sin mucho tino. El ritmo se viene abajo cada vez que se inclina hacia el policíaco, algunos agujeros son importantes (cosas que ocurren porque sí, como el encuentro con uno de sus asesinos en la gasolinera) y en definitiva lo jugoso, la parte crítica, se queda muchas veces a las puertas de algo más grande y atractivo, engullida por esa línea policíaca tan simplona.

En cuanto a efectos especiales lo primero que destaca es el traje de Robocop, muy bien hecho y todo un logro en la época. El otro robot tiene un diseño impresionante también, pero la difícil combinación de stop motion y pantallas de fondo en las escenas en que actúa no da resultados perfectos. Y finalmente la banda sonora tiene un tema principal bastante llamativo, pero no va más allá.

En conclusión, Robocop tiene buenas ideas, atrevidas además, y da pie a una película con varias capas, pero también es demasiado irregular y está limitada por algunos clichés del género. He de decir que me gusta más la nueva. Como modernización funciona de maravilla y además corrige algunos de los errores de esta primera versión.

Godzilla


Godzilla, 2013, EE.UU.
Género: Acción, catástrofes.
Duración: 123 min.
Dirección: Gareth Edwards.
Guion: Max Borenstein, Dave Callaham.
Actores: Aaron Taylor-Johnson, Elizabeth Olsen, Bryan Cranston, Ken Watanabe, Sally Hawkins, David Strathairn.
Música: Alexandre Desplat.

Valoración:
Lo mejor: Dirección, efectos especiales, banda sonora. En su género y estilo cumple bastante bien, aunque…
Lo peor: … no consigue alejarse del todo de algunos tópicos: la novia pesada, el drama familiar forzado.

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Quienes vamos a ver una película de acción y catástrofes sabemos de sobra que probablemente no vamos a encontrar un guion complejo ni profundo, pero se pueden hacer las cosas bien y se pueden hacer mal. Desde la memorable El coloso en llamas (John Guillermin, 1974) pocas del género de catástrofes son rescatables, y como digo muchas veces, el Hollywood actual está dominado por productores que saben que contando con la publicidad adecuada llenarán las salas tirando de cuatro topicazos y unos cuantos efectos especiales. Así paren engendros como Pompeya (Paul W. S. Anderson, 2014). Pocos son los casos en que un guion decente sale adelante o un director con talento y talante levanta un producto lo suficientemente sólido como para disimular sus carencias. Godzilla anda por este último camino, y la respuesta del público y la crítica se han hecho notar: se echan tanto de menos obras del género decentillas que la recepción ha sido muy buena aunque no estemos realmente ante una gran película.

El libreto lo firman dos desconocidos con poca trayectoria y un director que viene del mundo de los efectos especiales y con una sola película en su haber, situación también proclive al fracaso pero que a veces sorprende. La historia parte de una premisa muy conocida, tanto por ser la enésima reinvención del monstruo como porque aborda la trama desde una línea muy clásica, pero tiene la suficiente entidad como para no caerse a pedazos o ser engullida por los tópicos. Cojea en la parte del drama familiar, pues el hijo y su novia son un pegote que busca la lágrima fácil y resultan muy ajenos al grueso del relato, por no decir que el cliché de que ella sea enfermera es lamentable además de irrelevante, pues no hace absolutamente nada en toda la película. Pero el resto se mantiene dentro de lo correcto (aunque también dentro de lo simple) sin tropiezos notables, salvo que te pongas exigente y critiques los facilones prólogos enlazados que exponen la trama y la situación de los personajes (la muerte de un ser querido como tragedia inicial es bastante predecible, por ejemplo). Pero a partir de ahí las investigaciones, hallazgos y explicaciones sobre los monstruos están bien dosificadas y dan un rumbo claro a la trama, con lo que cada segmento de la película tiene un objetivo bastante tangible a pesar de ir de aquí para allá constantemente. Mientras tanto, los personajes principales mantienen el tipo aceptablemente, aportando lo justo a cada escenario y una pizca de sufrimiento; incluso aquí se alejan inesperadamente de los estereotipos iniciales: ni hay científicos locos ni militares estúpidos y cabezones. Puedo citar la reciente Pacific Rim (Guillermo del Toro, 2013) como ejemplo de un universo mal explicado, una trama ahogada en clichés y con personajes huecos.

El realizador Gareth Edwards monta un espectáculo colosal sin perderse en los efectos especiales, algo que destaca aún más porque en ese ramo se educó como cineasta. Su primer largometraje, Monsters (2010), no daba la talla porque su propio guion era de risa, pero en lo visual mostraba cierto talento. Aun sí, no lo veía con las cualidades y necesarias para su reciente elección como director de una de las nuevas entregas de La guerra de las galaxias, una saga de la que se espera una puesta en escena sobria y a la vez llena de efectos. Pero está claro que se le ha elegido porque Godzilla muestra un talento nato como realizador y porque no se amilana ante una superproducción.

Así que en lo audiovisual el filme es una gozada. Sin cámara en mano para dar sensación de acción sin esfuerzo real, sin pantallas de fondo cantosas e incluso sin fantasmadas en un argumento donde hay monstruos gigantes imposibles, Edwards combina a la perfección los planos amplísimos de ciudades y monstruos con la acción a ras de tierra de los personajes humanos. El acabado que se remata con unos efectos especiales impecables y una colosal banda sonora de Alexandre Desplat, quien entra a lo grande en el mundo de la acción desmesurada y da toda una lección a la industria Zimmer. Las imágenes de ciudades destruidas son impresionantes. Algunos planos, como el salto en paracaídas, quitan la respiración.

Como espectáculo del que disfrutar en una sala de cine Godzilla deja buenas sensaciones. Obviamente se puede hablar de cobardía porque los productores no se atrevieran a tirar por un camino más original, pero como digo, el panorama en Hollywood es el que es y lo cierto es que tampoco hay muchas formas de abordar un relato de titanes hostiándose. Cumple sin problemas como película palomitera veraniega, que ya es un logro en estos tiempos. Y huelga decir que deja en ridículo a la versión de Roland Emmerich (1998), pero tampoco era difícil, es una de las peores superproducciones de la historia.

Y siguiendo con Hollywood, lo habitual hoy en día es exprimir remakes y buscar series de larga rentabilidad, y esta Godzilla nace como ambas cosas. Veremos qué nos ofrecen en próximos episodios.

Ver también:
-> Godzilla (2013)
Kong: La Isla Calavera (2017)
Godzilla: El rey de los monstruos (2019)
Godzilla vs. Kong (2021)

Her


Her, 2014, EE.UU.
Género: Dama, romance.
Duración: 126 min.
Dirección: Spike Jonze.
Guion: Spike Jonze.
Actores: Joaquin Phoenix, Amy Adams, Scarlett Johansson, Rooney Mara.
Música: Arcade Fire.

Valoración:
Lo mejor: Buenas intenciones.
Lo peor: En el fondo, llena de topicazos y predecible. En el exterior, nada novedosa y bastante pretenciosa.

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El guion apuntaba maneras, al menos en intenciones y calado. El análisis de las relaciones personales y amorosas en un futuro cercano en el que las nuevas tecnologías dominarán aún más la vida y el comportamiento de los seres humanos se presenta realista y promete ofrecer atractivos planteamientos. Pero una cosa son las intenciones, y otra el resultado. El relato del que parten para explorar esos conceptos es muy obvio, las ideas que analiza no son nuevas (no sé cómo el público se ha sorprendido tanto, será por falta de bagaje) y el envoltorio tampoco sorprende y resulta muy artificial.

La parte romántica, que supone la base de la película, no deslumbra lo más mínimo, porque Spike Jonze no es capaz de darle una perspectiva más intensa y genuina a una historia muy clásica y con numerosos tópicos. Tenemos la típica pareja rota con un miembro que sigue su camino y otro que se estanca, siendo incapaz de tener más relaciones sanas hasta que la amistad con otra persona lo pone en buen camino. Escenas enormemente predecibles (la cita para firmar el divorcio, el apoyo en la amiga) se alternan en una aventura que oscila entre lo cursi y lo pedante sin hallar un buen equilibrio y donde solo algún buen episodio (la brevísima pero estupenda aparición de Olivia Wilde) es capaz de emerger entre el aburrimiento que transmite.

En cuanto al análisis de la evolución del ser humano inmerso en las absorbentes nuevas tecnologías, resulta evidente que el aquí mostrado es el camino que seguimos, con lo que tampoco veo nada sorprendente, y más cuando no es la primera vez que se aborda la dependencia total (incluso afectiva) de las redes de comunicación. La novela Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) lo hacía con la televisión, el cyberpunk lo ha tratado de diversas formas con internet y derivados, y sobre todo la serie Black Mirror (2011) está exponiendo en cada capítulo un estudio distinto sobre el impacto negativo de las nuevas tecnologías en las sociedades humanas. De hecho, paralelo al estreno de la película llegó el primer capítulo de la segunda temporada, Vuelvo enseguida, cuyo parecido es notable en argumento y tono, reflejando que llegar a esta historia y conclusiones no es algo novedoso y menos revolucionario a pesar de que la crítica la pone como una película única y rompedora. También he visto comentar que bebe mucho de Lars y una chica de verdad y Ruby Sparks, en las que el protagonista se enamora de una muñeca y un personaje de ficción respectivamente.

Vuelvo enseguida de hecho supera a Her, aunque no fuera un episodio memorable. Es mucho más directo, conciso y equilibrado: va al grano sin rodeos, te suelta todos los mensajes para que los mastiques a tu gusto, y sobre todo no se desvanece en una historia de amor predecible ni busca un envoltorio pretencioso que trate de disfrazar esa simpleza. Her da mil vueltas sobre lo mismo, tarda muchísimo en exponer ideas sencillas y evidentes, desaprovecha bastante sus personajes, se enfoca demasiado hacia el aspecto visual (que engulle el contenido más veces de la cuenta), y además hacia el final toma un giro muy extraño. El trasfondo de ciencia-ficción toma protagonismo y llega un momento en que parece que estamos viendo el nacimiento de Skynet (el ordenador que toma consciencia y se rebela contra la humanidad en Terminator). Entiendo que querían separar al protagonista de la amada virtual, pero había formas menos rebuscadas y que no desviaran tanto el ritmo y tono previos. De este lado de la película también hay poco que rescatar, quizá el lastimero el viaje a la playa con la novia virtual, es decir, que el tío va de vacaciones con la única compañía del teléfono.

La puesta en escena obviamente también pretende reflejar ese futuro luminoso por fuera (vidas cómodas gracias a la tecnología) y solitario y deprimente por dentro, pero tampoco resulta una labor sorprendente y genuina. Las localizaciones elegidas son fantásticas (mitad Los Ángeles mitad Shanghai) y la fotografía capta bien la belleza gélida de la urbe moderna, pero la técnica empleada está bastante vista ya, parece un calco de títulos recientes como Shame o Lost in Traslation. Los mismos planos de la metrópolis y sus grandes edificios de cristal, llena de color pero a la vez fría y deshumanizada, las mismas escenas en trenes (rostros apoyados en el cristal, reflejos) y restaurantes, los mismos hogares modernistas pero sin calor humano… Se puede hacer una comparativa por imágenes y las tres películas parecen iguales, plano a plano es un déjà vu constante porque siguen el manual de «cómo ser un hipster pretencioso paso a paso». Además parece un maldito anuncio de colonia: tanto plano milimétricamente elegido, tanta escena obsesionada con sacar el encuadre más llamativo y colorista, y mientras, se olvida del tempo narrativo. Hay numerosas secuencias que de primeras entran muy bien por los ojos, pero luego resulta que están vacías, por lentas e inertes. Donde sí destaca algo de buen hacer es en el detallismo, pues la descripción del entorno y de muchas situaciones se expone sutilmente: un fugaz plano a un peatón basta para reflejar que el protagonista no es el único embarcado en esa extraña aventura amorosa, por ejemplo.

Si la salvo del suspenso es por los pelos. La descripción de personajes es buena, aunque con su lentísima evolución y lo previsible de la trama no se explota su potencial, y los actores están muy correctos. Joaquin Phoenix encarna a un efectivo reflejo del treintañero urbano (un hipster de tomo y lomo), aunque debo decir que la recepción crítica ha sido desmedida, es un papel profesional pero no notable, ha tenido trabajos muchísimo mejores (Gladiator a la cabeza, pero también Señales o La noche es nuestra). Scarlett Johansson enamora solo con la voz. Rooney Mara es ya un valor seguro, y Amy Adams más aún, es una actriz enorme y aun teniendo un papel pequeño y sencillo está muy creíble (aunque eso de maquillarla para que parezca fea es gracioso, pues es uno de los rostros más hermosos del momento). Y sin duda, aunque no sean nuevos y están dispersos en un metraje muy estirado y superficial, se pueden sacar algunos interesantes e inquietantes pensamientos sobre nuestro porvenir: soledad y aislamiento, relaciones ficticias, etc.

Pero no tiene mucho más. Es de suponer que la película debería resultar triste y esperanzadora a la vez, que tendría que contagiarse la soledad y melancolía de los protagonistas, que en algún momento deberíamos desear que fueran capaces de salir de su letargo… Pero lo único que conseguí fue aburrirme soberanamente. Ni el guion ni la dirección de Jonze logran dotar de vida al relato, no es capaz de ofrecer una conmovedora tragedia emocional y social como se intuye que pretendía y como evidentemente debería ser. Termina resultando un filme tremendamente aséptico y distante, lastrado además por sus ínfulas pretenciosas y por su abultada longitud: dos horas para mostrar tan poca cosa es a todas luces un error, habiendo no pocos tramos soporíferos. La crítica entusiasta de los medios (siete nominaciones a los Oscar, siendo una obra ajena a sus tendencias, es inexplicable) y del escaso público que la ha visto (45 millones de recaudación) me resulta muy sorprendente. No tiene calidad, fuerza, alma, autenticidad ni novedades suficientes como para resultar impactante, no sé dónde radica su capacidad para hechizar a quienes la ven.

La gran revancha


Grudge Match, 2013, EE.UU.
Género: Drama, comedia.
Duración: 113 min.
Dirección: Peter Segal.
Guion: Tim Kelleher, Rodney Rothman.
Actores: Robert De Niro, Sylvester Stallone, Kim Basinger, Alan Arkin.
Música: Trevor Rabin.

Valoración:
Lo mejor: Stallone y De Niro.
Lo peor: Ni pizca de humor, aburre bastante. El secundario negro humorístico.

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Dos viejas glorias del boxeo están enemistadas a perpetuidad y no quieren verse ni a través de la televisión. Pero un encontronazo y su precaria situación económica ponen en bandeja un posible retorno al ring y el esperable flujo de billetes. ¿Conseguirán anteponer su trabajo a las disputas personales?

Se supone que es una comedia, pero solo alguno de los choques absurdos entre los protagonistas logra despertar media sonrisa. El resto carece de chispa y de ingenio, y de hecho cuando se va al extremo del humor tontorrón patina bastante: el secundario negro cómico es un esperpento que da vergüenza ajena.

Por suerte lo que queda tras estas tenues capas de comedia es un drama sencillo sobre la vejez, que aunque con fallos y sin fuerza al menos ofrece algo de contenido. Su principal problema es la ausencia total de secundarios de calidad. Kim Basinger es la que más importancia tiene en el relato, pero es un cero a la izquierda, no transmite nada. Es la rivalidad entre los dos protagonistas lo único con algo de enjundia, lo que salva a la película. Viejas rencillas, incapacidad para perdonarse, problemas laborales, conflictos emocionales… no da nada sorprendente, pero tampoco resulta un relato horrible.

De Niro y Stallone están correctos, mostrando buena «antiqúimica», y la ligera evolución hacia el final aunque previsible era inevitable y no está mal. Es un título bastante olvidable, otro más en la lista de películas menores a las que se apunta De Niro, que no le hace ascos a nada.