El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos mensuales: abril 2022

Cangrejo negro


Svart krabba, 2022, Suecia.
Género: Suspense, acción, drama, bélico.
Duración: 114 min.
Dirección: Adam Berg.
Guion: Adam Berg, Pelle Rådström, Jerker Virdborg (novela).
Actores: Noomi Rapace, Jakob Oftebro, Dar Salim, Ardalan Esmaili, Erik Enge, David Dencik, Aliett Opheim, Susan Taslimi, Stella Marcimain Klintberg.

Valoración:
Lo mejor: Atmósfera angustiosa, personajes interesantes, buenas dosis de suspense y acción, lecturas éticas jugosas.
Lo peor: Los flashbacks con la hija son poco sustanciosos. La personalidad del teniente podría haber estado mejor trabajada.

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La producción sueca Cangrejo negro es una pequeña sorpresa en el ya de por sí interesante catálogo de títulos de acción y ciencia-ficción entre la serie b y el presupuesto moderado en que se ha especializado Netflix. Antes del año 2000, este tipo de cine abundaba por los videoclubs, a veces incluso llegaban al cine, pero con el cambio de modelo de negocio en la era de internet fueron desapareciendo. Ahora las plataformas de streaming lo están recuperando.

Es el primer lagrometraje del escritor y director Adam Berg, que venía de cortos y videoclips y colaborar como productor ejecutivo en la miniserie Cuentos del bucle (2020) de Amazon Prime Video. El rostro más internacional del reparto es la sueca Noomi Rapace, quien se dio a conocer en todo el globo con la primera adaptación la saga de novelas Millenium (2009) y tuvo su pico álgido de popularidad en Prometheus (2012). Desde entonces alterna producciones internacionales y otras menores en su tierra natal.

Tenemos una hábil combinación de géneros. En primer lugar es una aventura bélica de comandos, en la estela de referentes como Los violentos de Kelly (Brian G. Hutton, 1970) o Doce del patíbulo (Robert Aldrich, 1967), donde un grupo reducido de soldados, que son más bien desechos del ejército, encaran una misión probablemente suicida. Cada uno tiene su personalidad, con sus motivaciones marcando constantemente las decisiones durante el viaje. Algunos conflictos serán muy duros, no ya por la amenaza de la muerte inminente, sino por los dilemas éticos y personales ante los que se encuentran.

Es también ciencia-ficción, con la que nos muestran un futuro apocalíptico y distópico donde Suecia acaba en ruinas en una misteriosa guerra en la que el ejército a duras penas mantiene las líneas ante el enemigo. En menor medida también tenemos un drama de supervivencia, con la población luchando contra la hambruna y las tragedias personales mientras sufre los distintos envites militares.

Todo ello está aderezado con lecturas éticas sencillas pero efectivas: la futilidad de la guerra, la población abandonada por los delirios de líderes a los que ni ven, la responsabilidad del soldado ante las injusticias, la unión contra la adversidad en vez del egoísta sálvese quien pueda… Esto además cobra inesperada relevancia con la invasión de Ucracia, con la que guarda bastante paralelismo.

La protagonista principal es Caroline Edh, una mujer corriente convertida a la fuerza en soldado. La meta de encontrar a su hija la mantiene con vida y le da fuerzas para seguir adelante en el sinsentido de la guerra. Noomi Rapace cumple sin problemas, pero empieza a estar demasiado encasillada en este rol prototipo a lo Ellen Ripley, la protagonista de la saga Alien, que de hecho ya protagonizó en su imitación más descarada, Prometheus. El único el problema es el horrendo e incomprensible trabajo de peluquería, con esa permanente de rizos que le han puesto.

El comando en cierta manera cumple con varios estereotipos, pero todos consiguen ser personajes interesantes entre el correcto guion y los competentes actores: el veterano carismático que pasa de todo, el teniente cobarde, el joven capaz, el tipo ladino del que desconfían… Todos muestran una evolución interesante o como poco tienen alguna escena llamativa. Sin embargo, al ir tan justo a los tópicos del género, cuando se exige algo más se ven las carencias: al cobrar el teniente mucho protagonismo en la parte final, se resiente la falta de un dibujo más elaborado y un actor más completo, y los flashback de Edh con su hija son un tanto simplones, les falta algo de garra.

En la puesta en escena, Adam Berg construye un futuro más que sombrío desolador, la misión mantiene siempre un aura funesta, con picos de tensión brutales. Destaca la buena fotografía nocturna, un campo donde muchos autores con más renombre se estrellan, y una banda sonora muy efectiva. En algún momento se nota bastante alguna pantalla de fondo, y los helicópteros hechos por ordenador cantan, pero por lo general el realizador exprime al máximo el presupuesto, logrando una inmersión total en los gélidos paisajes nórdicos y haciendo muy verosímil las escenas en el hielo.

Con la certera unión de géneros y el buen acabado, la cinta trasciente algo más allá de la falta de originalidad de cada sección por sí sola, consiguiendo una de acción, suspense, aventuras de supervivencia apocalíptica y drama bastante completa en escenarios, con un ritmo excelente y sobre todo con una atmósfera opresiva muy lograda. Hay pasajes espeluznantes, como los muertos en el hielo, en cada tiroteo y cualquier otra dificultad (hielo que se rompe) sientes la presión sobre los protagonistas y la cercanía de la muerte, y esta se mantiene presente incluso en los momentos más vistos y predecibles, como la comida con unos civiles o la batalla final en la base.

Cangrejo negro no será rompedora, pero es un estupendo ejemplo de que se puede hacer buen cine de acción de apariencia intrascendente que no se ahoga en los tópicos ni toma por tonto al espectador. Merece mejor recepción de la que está teniendo.

Otra ronda


Druk, 2020, Dinamarca, Suecia, Países Bajos.
Género: Suspense.
Duración: 117 min.
Dirección: Thomas Vinterberg.
Guion: Thomas Vinterberg, Tobias Lindholm.
Actores: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang, Lars Ranthe, Martin Greis-Rosenthal, Magnus Sjørup, Maria Bonnevie, Susse Wold, Dorte Højsted, Helene Reingaard Neumann, Albert Rudbeck Lindhardt.

Valoración:
Lo mejor: Original, divertida, emotiva, con buenas lecturas sobre la vida.
Lo peor: Una elección absurda: mostrar la resolución de uno de los conflictos principales por mensajes de móvil en vez de con una buena escena.
Mejores momentos: Las nuevas clases de historia.
La frase: Debes aceptarte a ti mismo como falible para amar a los demás en la vida.

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Tras el monumental éxito internacional de La caza (2012), el danés Thomas Vinterberg rodó un par de colaboraciones internacionales, el drama inglés Lejos del mundanal ruido (2015) y una más comercial, Kursk (2018), sobre la tragedia del submarino ruso. Pero no ha dejado de lado su tierra natal, donde estrenó La comuna (2016) y Otra ronda (2021). Esta última ha tenido, como La caza, mucho recorrido por todo el globo, acaparando reverencias, nominaciones y premios.

Un grupo de amigos, profesores de instituto, decide hacer el experimento de beber con autocontrol para mantener el puntillo alegre. La excusa es hacer un estudio, pero la realidad es que están hartos de sus aburridas y estancadas vidas y buscan una válvula de escape. Vinterberg navega entre la comedia ligera, el drama social con calado, y el Dogma 95 que impulsó junto a Lars Von Trier a mediados de los noventa, donde defendían una versión más sencilla, pura y tradicional del cine.

La comedia se centra en las situaciones que vive la pandilla cuando están medio trompas, los tropiezos hilarantes, los momentos de subidón, y el contraste con sus mundanas vidas recientes. Resulta memorable y tronchante el giro a las clases de historia, por ejemplo. El drama aborda tanto sus conflictos familiares como los de los alumnos, ofreciendo así una perspectiva de varios conflictos sociales, que se pueden resumir en la dificultades para prosperar en lo personal, lo laboral y lo emocional. Hay historias sobre matrimonios rotos, líos en el trabajo, depresión y alcoholismo…

Los protagonistas están muy bien descritos, con una evolución gradual magnífica. Son figuras con las que es muy fácil conectar e identificarse, todos vulnerables, mostrando lo mejor y lo peor de sí mismos según se arrastran por sus vidas. El reparto se desenvuelve con soltura tanto en la comedia y como en el drama, y mantiene una química estupenda. Destacan los colaboradores habituales de Vinterberg, Mads Mikkelsen y Thomas Bo Larsen, y también Maria Bonnevie, que no tiene un papel muy largo pero consigue sacarle gran partido.

El estilo dogma está siempre presente, tanto por abordar temas de la vida cotidiana como por el aspecto visual, que evita reforzar el melodrama con recursos que según sus preceptos serían artificiales: fotografía, montaje, música se limitan a lo mínimo necesario, con una cámara en mano sencilla pero efectiva. El único enredo sería la divisón por capítulos, con texto en pantalla, pero también es una forma de concretar muy hábil.

Tiene evidentes puntos en común con La caza, sobre todo en lo relativo a mostrar la vida en Dinamarca: el comienzo, con la gente de fiesta en el lago, las reuniones de familia y amigos, alguna escena parecida, como el paso por la iglesia como momento de transición importante en sus vidas… Pero resulta una cinta más ágil, más compleja, que juega en un rango moral más ambiguo. Aquella iba un poco dirigida, la presente está abierta a que interpretes y juzgues como quieras, sobre todo el aspecto más importante, las drogas: no pontifica a favor o en contra, sino que las muestra como una parte más de las sociedades humanas. Y hay que recalcar que este tema es delicado en los países nórdicos, donde el alcoholismo causa graves problemas, así que Vinterberg se mete en un terreno complicado pero sale muy bien parado.

Sólo se puede señalar un aspecto cuestionable, algo que emerge inevitablemente al buscar el autor una visión bastante global: el relato podría seguir muchas ramificaciones distintas, y al elegir unas concretas habrá alguna que no te convenza del todo, sobre todo si te resulta predecible. Sin embargo, el único momento que puedo reprochar desde un punto de vista más objetivo es la absurda decisión de mostrar la reconciliación de una de las parejas con breves y fríos mensajes por teléfono, cuando merecía una escena tan apasionante como las peleas previas.

Es indudable que la idea de Vinterberg es mostrar una cara alegre de las dificultades de la vida, y lo consigue muy bien: Otra ronda es un canto a la amistad, a la superación personal, a enfrentar lo que te venga con la cabeza alta. Te mantiene todo el visionado con una sonrisa y deja buenas lecciones.

La caza


Jagten, 2012, Dinamarca, Suecia.
Género: Drama.
Duración: 115 min.
Dirección: Thomas Vinterberg.
Guion: Tobias Lindholm, Thomas Vinterberg.
Actores: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Anne Louise Hassing, Annika Wedderkopp, Alexandra Rapaport, Lars Ranthe, Lasse Fogelstrøm, Susse Wold, Ole Dupont, Sebastian Bull Sarning.
Música: Nikolaj Egelund.

Valoración:
Lo mejor: Temática valiente, cierta contención a la hora de tratar el aspecto dramático, reparto implicado.
Lo peor: Muy sobrevalorada, a medio camino entre un telefilme básico y una película con calado.
El título: Sería más adecuado la versión latinoamericana: La cacería.

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El guionista y director danés Thomas Vinterberg ya se había labrado una buena reputación en su país con títulos como Celebración (1998), pero para 2012 logró reconocimiento mundial con esta La caza. Pasó por todos los festivales de cine independiente obteniendo muchas nominaciones y algunos premios, llegó incluso a los Bafta, Globos de Oro y Óscar como favorita en lengua no inglesa. Aunque al final casi todos se decantaron por la italiana La gran belleza (Paolo Sorrentino).

Si quitamos de la ecuación el giro que da pie a la historia, La caza ofrece un relato bastante visto y de un rango dramático muy cercano al estilo de los telefilmes. Un tipo solitario pero respetado, sobre todo por su trabajo en la guardería, sufre un vuelco en su vida que pone al pueblo, a sus amigos y familiares, en su contra. Su odisea pasa por todos los lugares comunes de este ámbito, con algunos momentos claves viéndose venir muy de lejos, como el perro, la paliza, etc., y otros tantos que se quedan a medio gas. Tampoco me gustó el epílogo tan forzado: había formas más elegantes de mostrar que todavía queda algo de resentimiento, y canta a la legua que los autores han elegido ese golpe de efecto al azar entre muchas posibilidades, aspecto que se confirma al leer que rodaron varias opciones distintas. Entre la falta de novedades, los bajones de interés y su ritmo tan pausado, hay tramos en que el aburrimiento puede hacer mella, sobre todo en el primer acto.

La sobriedad con que trata el realizador la propuesta permite que quede un peldaño por encima de esos dramones cutres con los que las cadenas en abierto llenan las tardes de los fines de semana. Vinterberg esquiva bastante bien el subrayado del melodrama tanto desde el guion como desde la puesta en escena, las vivencias del protagonista tienen suficientes conflictos emocionales y personales como para necesitar reforzar la lágrima fácil. En la escritura hay soluciones simpáticas, como las escenas de los niños asaltando cuando llega a la guardería, y en general acierta cuidándose mostrar unas vidas mundanas, realistas, aunque sea con tópicos como las fiestas entre amigos (donde recuera mucho a El cazadorMichael Cimino, 1978-), de forma que hacen muy buen contraste con las tragedias posteriores. En la dirección usa una sencilla cámara en mano, deudora del cine dogma con el que se inició en su carrera, que permite dejar que los personajes respiren y que el espectador entre bien en el relato, el ambiente de pueblo, las reuniones alegres y los encuentros hostiles.

En esa misma línea se mantiene el competente reparto, todos ofreciendo interpretaciones contenidas, sin histrionismos. Destaca obviamente Mads Mikkelsen, el más conocido internacionalmente (Casino Royale -2006-, Hannibal -2013-), pero Thomas Bo Larsen (habitual colaborador del realizador) está estupendo también.

Pero lo que llevó a la cinta a llegar más lejos de lo que en apariencia debería es la valentía de la premisa, que le otorga mayor alcance y también la aleja de los puntos de partida tan vistos del género. En vez de clásicas disputas familiares (divorcios, infidelidades) o sensacionalistas crímenes (asesinatos que ocultar y semejantes), Vinterberg apunta a un tema mucho más peliagudo que pocos se atreven a tocar: el protagonista es acusado de pederasta.

Sin embargo, la novedad y la aparente trascendencia del suceso no son suficientes para justificar tanta alabanza, para entender la recepción tan entusiasta que tuvo la película en todo el globo. Como señalaba, una vez en marcha, el viaje al infierno del protagonista tiene un recorrido demasiado convencional, no ofrece una lectura muy elaborada ni escenarios originales. Se dejan demasiado de lado partes muy importantes de la historia: la investigación queda en prácticamente nada, tanto por el sistema escolar como por la policía, que apenas aparece de refilón, los traumas emocionales de los críos y sus familias sólo se oyen de pasada, la familia del profesor está demasiado tiempo ausente…

Da la sensación de que estamos ante una premisa que requería un punto de vista más amplio, no centrado sólo en el protagonista, y más novedades, pues Vinterberg se aferra a un armazón muy básico, quedando a medio camino entre un convencional telefilme dramático y una película que ambiciona ser rompedora y conmovedora y dejar huella.