A mediados del siglo pasado, el genio filólogo y escritor J. R. R. Tolkien, tras publicar una novela infantil (El hobbit, 1937) y obtener cierto éxito y encariñarse con el mundo que estaba creando, decidió seguir explorando distintas historias y acabó creando toda una mitología. Esta crecía y crecía, pero la única obra que consiguió llevar a término fue El Señor de los Anillos, una novela de casi mil páginas (editada en tres partes a partir de 1954), de gran densidad y profundidad (con un tono más adulto), con fuerte carácter mitológico (inspirado en las leyendas del norte de Europa) y llena de mensajes sobre la amistad, la naturaleza, el respeto entre razas, etc. Su extraordinaria belleza y calidad rompió los moldes de la fantasía literaria y abrió las puertas a la popularización de un género que hasta entonces contaba con pocas obras notorias. Su influencia dio origen a numerosas sagas de distinto calibre (tonterías comerciales muchas, pero literatura seria también), sentó las bases de una nueva subcultura humana (los frikis, los roleros… en definitiva, gente que se reúne para compartir aficiones culturales concretas) e incluso dejó huella en el cine (Willow -1988- y La guerra de las galaxias -1977- beben de ella descaradamente). El éxito fue tal que tras la muerte de su autor (1973) se publicaron numerosos libros relacionados, desde imprescindibles recopilaciones de sus escritos y apuntes (El Silmarillion y otros, arduo trabajo de su hijo Christopher) hasta prescindible morralla editada con afán de sacar dinero y más dinero.
La adaptación cinematográfica siempre fue una idea muy atractiva dado el tirón de la novela, pero debido a la reticencia de Tolkien mientras vivía (rechazó una premisa de Disney que daba risa) y a las propias dificultades derivadas (tamaño y complejidad) fue algo que pocos intentaron y menos aún lograron llevar medio adelante. El caso más notable fue el de Ralph Bakshi en 1978, quien realizó un curioso experimento de animación sobre imágenes reales que por falta de recursos y problemas de producción se quedó en una sola entrega que desde luego no resulta llamativa, ni como adaptación ni como película. No fue hasta el año 2000 cuando la cosa se puso seria, con un proyecto iniciado por Peter Jackson, un realizador neozelandés nada destacable (películas como Braindead -1992- o Agárrame esos fantasmas -1996- apenas valen para pasar el rato), que fue aceptado a modo de órdago casi suicida por una de las principales productoras independientes, New Line.
Creo que el impacto de la trilogía fue mayor del esperado. Sin duda era una producción ansiada por muchos fanáticos, pero entre la emoción de estos y las excelentes campañas de promoción se llegó a un nivel de expectación que rivalizó con el mayor fenómeno de masas la historia del cine, la llegada de la segunda trilogía de la saga La guerra de las galaxias. Generó las mismas colas, las mismas infinitas páginas y discusiones en internet, y la misma casi absurda cantidad de mercado colateral. La taquilla fue inmejorable, la venta de dvds arrasó (las ediciones eran fantásticas), y se llevó mil premios y críticas bastante buenas. Demasiado buenas para lo poco que en realidad ofreció. Porque aunque se inició muy bien, en conjunto esta trilogía no difiere mucho de por ejemplo Piratas del Caribe o Harry Potter, no es más que otra superproducción comercial digna de nuestros tiempos, más o menos entretenida según capítulos pero bastante desequilibrada cinematográficamente hablando. Cómo pudo llegar a ser tan aclamada nunca he logrado entenderlo. Y por ello estoy escribiendo esto, para compartir un análisis bien meditado y completo de todo lo que opino de la saga, pues como fan de la novela yo también seguí con pasión la adaptación para finalmente acabar muy decepcionado.
Es indudable que Peter Jackson tuvo una gran visión comercial y demostró que como productor tenía cualidades de sobra. Aunque fue algo inesperado, pues no se había enfrentado antes a una superproducción, demostró desenvolverse muy bien en ese terreno, cuidando los detalles técnicos con mucha dedicación y manteniendo cohesionado un enorme equipo de profesionales. Pocos son capaces de manejar rodajes tan colosales. Pero ser un buen productor no garantiza que también sea un guionista y director de calidad. A Jackson le ocurre lo mismo que a George Lucas: es un gran director de equipo y posee gran visión de conjunto, pero resulta un artista de poca calidad a la hora de dar vida a sus ideas. Le aplico lo mismo que dije sobre Lucas al comentar la nueva trilogía de La guerra de las galaxias: si Jackson hubiera relegado las labores de escritura y dirección en gente verdaderamente cualificada, sirviendo únicamente como productor y autor de la historia, podríamos haber estado ante algo muy grande. Pero viendo los resultados quedó muy claro que, primero, no entendió bien la novela, no captó su esencia y sus personajes, y segundo, ni por asomo era un guionista y director con la calidad y experiencia necesarias para semejante proyecto, ni lo fueron sus colaboradoras Fran Walsh y Philippa Boyens.
Llegados a este punto tengo que criticar una actitud que he visto mucho cada vez que me atrevo a decir que las películas no son ni la mitad de buenas de lo que el populacho clama: es que Peter Jackson es un visionario, nadie se atrevía a hacerlo, y sobre todo, es que puso mucho esfuerzo. Visionario es el que obtiene una obra maestra y más aún quien revoluciona un género artístico. No basta con atreverse a hacer algo difícil, lo que cuenta es el resultado. También es bastante molesto el empeño de alabarlo únicamente por su esfuerzo. No señores, lo que se valora es, de nuevo, la calidad del producto acabado, no lo que sudaran haciéndolo. Uwe Boll también suda.
Jackson (siempre acompañado por sus fieles Walsh y Boyens) edificó una obra llena de excesos y altibajos, endeble y poco coherente tanto en el guion como en la puesta en escena. Las tramas se desarrollan sobre la marcha, los personajes están vacíos y sus motivaciones son pobres cuando no directamente ridículas. Si visualmente destaca es por las excelentes labores del equipo técnico, pues la dirección es normalita y desaprovecha el potencial de los recursos disponibles.
Y luego están los cambios con respecto a la novela. Tan desacertados e incomprensibles que quedó bien claro que no entendió lo que leyó, con lo que erró numerosas veces en el paso a imágenes. Y como es un guionista mediocre la cagó doblemente: ni es fiel al libro ni sabe crear sus propias historias y personajes. Sirva de ejemplo el caso más sangrante, el más notable de entre los muchos errores abismales de la adaptación: Aragorn. El Aragorn de Tolkien es un hombre inteligente, maduro, decidido, inquebrantable y carismático que pone su vida al servicio de la Tierra Media, que ha dedicado innumerables años a prepararse para un futuro oscuro, que vive con numerosas sombras sobre los hombros (la caída de su pueblo, el exilio, el pasado y futuro relacionados con el Anillo y Sauron…) y que tiene sueños imposibles por los que lucha por ahínco (Arwen, el destino que le aguarda…). Es un héroe de otro tiempo, de la mitología y las leyendas. Es exactamente lo que la novela requiere, es de lo que trata. El Aragorn de la película lo han convertido en un cualquiera que parece sacado de nuestro presente, no de un mundo antiguo. Es un ciudadano medio que se topa con una misión que le viene grande y por la que va avanzando sin mostrar motivaciones claras, tropezando de aventura en aventura hasta que al final Gandalf le encasqueta la corona de Gondor, esa que ha rechazado varias veces y mucho menos parece merecer. Pierde todas las dotes de liderazgo y características de héroe, resulta un carácter muy pobre y nada creíble en el contexto. Es un personaje mediocre y una adaptación tan infame como imperdonable. Por desgracia, aunque Aragorn sea el ejemplo más representativo, hay muchos más aspectos, tramas y protagonistas muy mal adaptados que para colmo tampoco funcionan si tratamos la trilogía como algo independiente a la novela: Faramir, Denethor, Arwen, Theoden, Sauron… Pero vayamos película por película…
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
– La Comunidad del Anillo (2001)
– Las dos torres (2002)
– El retorno del rey (2003)
EL HOBBIT
– Un viaje inesperado (2012)
– La desolación de Smaug (2013)
– La batalla de los cinco ejércitos (2014)