El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos mensuales: diciembre 2014

The Equalizer (El protector)


The Equalizer, 2014, EE.UU.
Género: Acción, drama.
Duración: 132 min.
Dirección: Antoine Fuqua.
Guion: Richard Wenk, basado en la serie de Michael Sloan y Richard Lindheim.
Actores: Denzel Washington, Marton Csokas, David Harbour, Chloë Grace Moretz.
Música: Harry Gregson-Williams.

Valoración:
Lo mejor: No está mal rodada y los actores son buenos.
Lo peor: Guion de risa y tono manipulador inaguantable.

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El protector parece una parodia involuntaria. Para empezar, el protagonista resulta un superhéroe: ralentiza el tiempo (parece que gracias al reloj mágico), ve el futuro de la escena y lo reproduce fielmente, se mueve más rápido que las explosiones y las ondas expansivas, monta trampas que ni McGyver (ayudado por la supervelocidad)… Vamos, un coladero de incongruencias para ensalzar a un héroe imposible.

La trama tampoco da mucho de sí, es un refrito de todo lo visto en el género de acción más clásico. Tipo solitario, chica desvalida y villanos de cómic con secuaces ineptos que morirán en cantidad cuando el héroe decida ir a por ellos. Además carece de ritmo, porque se empeñan en darle un tratamiento de drama serio cuando es acción, perdiéndose en una larga exposición de personajes y relaciones que no pueden sorprender, con lo que saben a metraje estirado con pompa innecesaria.

Pero lo peor es que es un panfleto vomitivo del sueño americano: salvaje oeste, neoliberalismo y sueños imposibles. Que si tienes un trabajo de mierda es exclusivamente culpa tuya (el final de la prostituta es de risa, del mundo de la piruleta); el protagonista es un americano superior, de esos hechos a sí mismos contra el hombre y el sistema, y para realzarlo, todos a los que ayuda son desechos de la sociedad o inmigrantes (aaah los pobres mejicanitos); los villanos por supuesto son topicazos viciosos sobre extranjeros, que el país no genera gente así, oye; y los mensajes sobre la justicia a base de violencia son demenciales: vigilantes callejeros y vengadores, nada de proceso legal ni hostias, pues tiene pruebas de los delitos y aun así se encarga de aplicar su justicia del ojo por ojo.

Y así hasta el infinito. Si fuera intrascendente, o de cachondeo, como las buenas pelis de acción de los ochenta (a las que emula bastante), o como El fuego de la venganza (Tony Scott, 2004), a la que se parece mucho, pues sería divertida, pero al menos a mí me ha dado la sensación de que va en plan serio (aunque en el clímax final se va de madre), con lo que resulta esperpéntica y un insulto para la inteligencia del espectador. Por suerte para Antoine Fuqua, eso último no abunda, y no está teniendo mala recepción.

El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos


The Hobbit: The Battle of the Five Armies, 2014, EE.UU.
Género: Aventuras, fantasía.
Duración: 144 min.
Dirección: Peter Jackson
Guion: Peter Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens, J. R. R. Tolkien (novela).
Actores: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, Ken Stott, Luke Evans, Evangeline Lilly, Orlando Bloom, Lee Pace, Aidan Turner, Dean O’Gorman, Ryan Gage.
Música: Howard Shore.

Valoración:
Lo mejor: Menos longitud, menos subtramas irrelevantes y acción más centrada equivalen a buen ritmo.
Lo peor: No tiene final. Tienes que comprarte la extendida para verlo, supongo, con lo que hay que considerarla como un timo descarado. Personajes secundarios insoportables: Legolas, Tauriel, Alfrid.
Mejores momentos: Bilbo negociando con Thranduil y Gandalf. El parlamento de Bardo y Thranduil con Thorin.
Peores momentos: Toda aparición de Legolas y Tauriel: el romance cansino, las piruetas de videojuego… Se lleva la palma el momento «anti-gravedad» de Legolas escalando por piedras que caen. Toda aparición de Alfrid, el secundario tonto.
La frase a destacar: ¿Me seguiréis una última vez? –Thorin.
La frase a repudiar:
-Por qué duele tanto.
-Porque era amor verdadero.
–Tauriel y Thranduil.

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La batalla de los cinco ejércitos no va a sorprender. Peter Jackson ya ha demostrado su forma de escribir y rodar, su estilo y tics, sus escasos aciertos y numerosas limitaciones. Pero lo que sí sorprende es que gran parte del público haya tardado tantas películas en darse cuenta. Lo aquí ofrecido no difiere en tono ni en calidad a lo visto ya en Las dos torres y sobre todo El retorno del rey, y seguía por el mismo camino en el inicio de esta trilogía. ¿Por qué ahora de repente la gente critica fallos que antes no criticaba? Lo único que se me ocurre es el efecto saturación: después de tanto ver los mismos vicios y cosas mal hechas parece que por fin van cayendo las vendas de los ojos. Como muchas otras veces, las modas y gustos del público son incomprensibles.

Casi se ven mejoras en el guion y la narrativa respecto a las dos primeras entregas de las aventuras de Bilbo y Thorin, pero me temo que el potencial no llega a despegar como sí hizo en algunas partes de La desolación de Smaug. Se ve algo de argumento. Es sencillo, pero no era necesario más para mover los personajes y la acción. Así, gracias a eso y a su menor duración, resulta una película más consistente y entretenida que las dos anteriores, donde todo era ir para adelante mientras aparecen dificultades improvisadas que ni siquiera dejan secuelas claras. Aquí se ve un frente común que mueve a todas las facciones (la montaña, sea por avaricia, supervivencia o planes políticos futuros), se ve cómo éstas actúan y se acercan a la confrontación, y cada bando tiene sus protagonistas que muestran bien sus ambiciones y puntos de conflicto. Este argumento justifica bien la batalla y sus distintas fases, y por si fuera poco Jackson inesperadamente acierta al no dejar que esta engulla todo, porque alterna entre el jaleo global y los intereses personales, siguiendo peleas individuales bastante atractivas en un principio. También cabe destacar que Smaug acaba bien, yendo al grano pero sin parecer despachado con prisas.

Pero ya sabemos que con Peter Jackson y sus colaboradoras Fran Walsh y Philippa Boyens no se puede esperar coherencia estilística, guion sólido, puesta en escena firme… y estos llamativos pilares no llegan a dar la buena película que podrían.

Persiste la manía de extenderse en personajes innecesarios que desvían el foco de la narración y por tanto afectan al ritmo y al interés. Es sencillamente absurdo: en vez de centrarte en sacar lo mejor de los protagonistas esenciales pierdes el tiempo metiendo secundarios que no vienen a cuento. Los líos de Legolas y Tauriel no sirven para reforzar la presencia de los elfos, sino todo lo contrario, consiguen que te canses de ellos porque se convierten en personajes paralelos a los que supuestamente son los verdaderos protagonistas. Por si fuera poco, no estos ofrecen ni una escena buena, Jackson les reserva un caos de historias que van de lo insulso a lo excesivo: el romance cutre y cargante, la acción desmedida. A cambio, un secundario que aportaba maneras, el gobernador, se relega completamente a rol cómico infantil. Por suerte dura poco… No así Alfrid, su particular Lengua de Serpiente, que aparece en todo el metraje como un digno contrincante de Jar Jar Binks al personaje más insoportable y vomitivo de la historia del cine. El peor sentido del humor que puedas imaginar se canaliza a través de él; llega a dar chistes de travestismo de lo más vulgares.

Por el otro lado, es entendible que no todos los enanos puedan tener protagonismo, y los que más tienen no se usan mal: Balin tiene su parte, Fili y Kili la suya (y no se cambia el final respecto al libro como muchos temían). Gandalf aparece lo justo en la trama sacada de los apéndices, que intentaba dar algo de continuidad global a la saga pero al final termina aportando poco más que efectos especiales y peleas exageradas (Galadriel electrocutada da risa, el momento Yoda-saltimbanqui de Saruman igual), dejando de lado la tensión y la intriga por el destino de los personajes implicados, que aparecen y desaparecen, se hieren y curan mágicamente a lo largo de toda la trilogía sin transmitir mucha emoción. Thranduil pierde un poco con las tontas intrigas de Legolas y Tauriel, pero en el resto cumple como líder de un pueblo en disputa eterna con los enanos. El parlamento entre Bardo y él con Thorin está muy bien, por ejemplo. Bardo sigue siendo un roba escenas muy carismático que tampoco defrauda y es fiel a la esencia de la novela, y sorprendemente su familia no es muy pesada. El que queda muy desdibujado es el nuevo líder enano que llega como refuerzo: ¿quién es, de dónde viene, cuál es su cargo, por qué no ha ido antes a reclamar la Montaña si tanto le interesa a los enanos y tiene un buen ejército…?

Thorin es un personaje francamente bueno que para mí supone el mejor que ha dado la serie en sus seis películas. Se dibuja un líder lleno de claroscuros, pues alterna carisma con un tono altivo muy de agradecer en una saga de personajes bastante monocromáticos, y por si fuera poco se muestra una evolución bastante efectiva. Sin embargo, Jackson con su limitada visión está a punto de cargárselo. Parece que piensa que el público está formado por retrasados mentales: para realzar que Thorin está cambiando nos pone musiquita insistente, planos inclinados de «manual del director primerizo» capítulo «reflejar locura», miraditas de demente, y para rematar, efectos de voz por si acaso aún no te has enterado de que Thorin no es el mismo que antes. Y su vuelta a la cordura igual: la escenita del lago de oro solidificado es vergonzosa y eterna; cuando el oro se lo traga… ¡qué parábola más sutil! Por suerte, el personaje tiene mucha fuerza y se sobrepone a las manazas del director. Sus altibajos, las dudas de lealtad, los aprietos en que pone a los suyos cuando la ambición lo ciega, su redención… todo se desarrolla bastante bien. De hecho, termina engullendo a Bilbo como protagonista principal. El hobbit sigue siendo interesante y crucial en la trama, pero se lleva un poco a segundo plano. Eso sí, este nos regala el único momento genuinamente Tolkien del episodio: cuando lleva la Piedra del Arca a Gandalf y Thranduil y trata de negociar para salvar al enano a pesar de sus pecados.

En cuanto a actores, como es habitual hay bastante irregularidad. Richard Armitage está soberbio y roba cantidad de escenas a Bilbo, a quien de nuevo Martin Freeman da vida repitiendo hasta el hartazgo unos tics muy evidentes (la mueca con la boca, los gestos con las manos). Luke Evans como Bardo realza un personaje atractivo pero que de sencillo podría haberse quedado en poca cosa. Y el resto cumple en papeles menores, aunque alguno muy justito: Orlando Bloom y Lee Pace como elfos no convencen con su pose antinatural.

En el tono o estilo, como cabía esperar, Jackson sigue patinando a lo grande con su concepción hipertrofiada de la narrativa de aventuras: criaturitas digitales, escenarios artificiales y mil exageraciones en fila cambian el realismo épico por el videojuego infantil, y la escasa calidad del apartado visual empeora la situación.

Si Legolas puede matar mil enemigos sin despeinarse… ¿cómo un ejército entero de elfos pierde tan rápido? Y más cuando los orcos son de papel: dos metros, armadura de puro hierro, y caen con piedrecitas lanzadas por un hobbit enclenque o no resisten el cabezazo de un enano (y vaya estrategia suicida atacar a cabezazos teniendo un martillo enorme). En La Comunidad del Anillo los orcos eran creíbles, tanto porque no eran dibujos animados digitales como porque las luchas transmitían realismo y dificultad. Desde entonces fue rebajándose el nivel en pos del espectáculo barato. Los protagonistas sólo sufren con el orco jefe de turno, con el final de la fase, el resto caen con sólo agitar la espada en el aire. Destacan para bien las muertes de un par de enanos y el duelo entre Thorin y el líder enemigo, donde incluso se puede ver que la pelea tiene algo de planificación, que no se dejó todo al ordenador. Pero son excepciones, y en el lado malo hay algunas paridas monumentales: la larga y ridícula lucha de Legolas (el vuelo con murciélago, las escaleras flotantes, el trol-joystick y mil memeces más) es de puro videojuego de plataformas, sólo le faltó la barra de vida.

El abuso de los efectos especiales generados por computadora, donde Jackson incluso llegó a afirmar que prefiere los orcos digitales a los recreados con maquillaje (aquí una fuente de sus declaraciones), indican bien su forma de hacer las cosas. Casi toda la batalla (ejércitos de muñequitos nada impresionantes), la mitad de las peleas personales (dobles digitales en cantidad), muchísimos escenarios (y eso que los decorados que hay son magníficos) son dejados al ordenador. Y esto no es Avatar (James Cameron, 2009), de hecho, el nivel de los efectos especiales resulta sorprendentemente pobre. Como indicaba en el inicio de la trilogía, la calidad es más o menos la misma que en la de los anillos diez años atrás. ¿Cómo es posible que no hayan mejorado, a pesar de que se puede comprobar con el dragón en la segunda parte que se podían alcanzar grandes logros? Sin duda la razón más importante es el uso excesivo de esta tecnología en detrimento de otras, pues no hay tiempo y dinero para abarcar tanto, y más si se empeña en desterrar casi por completo los paisajes reales y tirar de recreaciones por ordenador, que en ningún momento aguantan la comparación. Así pues, hay demasiada digitalización pobretona, demasiada pantalla de fondo cantosa (harto de ver la misma puesta de sol apunte donde apunte la cámara), demasiado paisaje claramente falso (la zona de la batalla y la cascada ni se acercan a un mínimo aceptable para una superproducción tan esperada), y por si fuera poco, también aplica un filtro extraño que consigue que los actores parezcan de plástico en muchísimas escenas, con lo que las imágenes parecen demasiado irreales y de poca calidad, dando la impresión de ser una película anterior a La Comunidad del Anillo, o incluso una de animación.

También hay que añadir un sinfín de detalles mosqueantes: en el primer capítulo nos decían que los trols se convierten en piedra a la luz del sol, pero aquí vemos decenas de ellos paseándose como si nada; ¿a santo de qué vienen esos gusanos sacados de Dune?, ¿y esos murciélagos?; pésimamente mostrada la supuesta diferencia de tamaño entre Kili y Tauriel, parece que ya ni se esfuerza a la hora de rodar; atención a cuando los enanos se preparan para la batalla poniéndose unas armaduras enormes, y cuando deciden finalmente salir a combatir resulta que se las quitan…

Por mucho ruido que haga su estreno debido al amplio público que sigue la saga, no es más que otra película comercial digna de nuestros tiempos, y no precisamente una destacable. Y con todo ello estaba dispuesto a darle un aprobado raspado. Aunque no tiene tramos tan interesantes como La desolación de Smaug sigue pareciéndome claramente mejor que Un viaje inesperado gracias a sus mejoras en el ritmo, su duración más comedida y a que la potente figura de Thorin sostiene bastante bien la historia (y lo secundan unos eficaces Bilbo y Bardo). Pero me temo para rematar todos los fallos tenemos la cagada suprema. Todo lo narrado en las tres películas se olvida en un final que no es final, porque deja todo sin cerrar. ¿Un ardid buscado a propósito para que compremos la versión extendida, o una chapuza de montaje fruto de tener que reducir el metraje para luego sacar esa versión? Sea como sea, el resultado es el mismo: es una estafa, un engaño que no debería permitirse. He pagado mi entrada para ver una película, no puedes ponerme sólo parte de ella. Por ello sí le voy a dar un suspenso, no hay forma de aprobar algo incompleto, cojo, sin final.

Alerta de spoilers: En adelante comento detalles y sorpresas del final.–

Resulta que no se nos muestra cómo acaba la batalla. Los ejércitos de enanos, elfos y hombres estaban siendo diezmados, llaman a retirada. Thorin ha salido a la desesperada para buscar una muerte redentora. Dejamos la situación de derrota inminente para pasar a peleíllas individuales finales. Llegan las águilas (ooootra vez) y frenan al nuevo ejército orco salvando a los protagonistas que estaban en medio… ¿Y el resto de la batalla? ¿Las águilas lo resuelven todo de golpe como los mocos verdes de El retorno del rey? No se ve claramente que suceda eso, y encima se adivina que debería haber más escenas, porque las mujeres dicen que van a salir a luchar con los hombres, algo que tampoco llegamos a ver y que de todas formas no parece que pueda cambiar mucho las cosas. Pasamos al retorno de Bilbo a la Comarca sin saber cómo demonios se ha dado la vuelta a una batalla que estaba perdida.

Y peor aún, después de tres películas centradas en el conflicto político alrededor de la Montaña Solitaria, la situación final no se expone. Ni siquiera nos dan un cierre a la mayor parte de personajes implicados. ¿Cómo se reparten el tesoro, cómo queda organizada la política local? ¿No se hostian los distintos bandos después de haber vencido a los orcos? ¿Qué tipo de homenaje le hacen a Thorin, de héroe o de «olvidemos a este loco»? ¿Dónde y cómo reconstruye sus vidas el pueblo de Bardo? ¿Quién se alza como gobernante de los enanos? ¿Cuál es el destino del secundario cómico mongólico? Está claro que Jackson vio las críticas que tuvieron los dieciséis finales de El retorno del rey y aquí decidió mostrar solo el de Bilbo. Pero el efecto provocado es el opuesto: sabe a engaño dejar todo sin explicar. Ni siquiera queda claro el título de la película… ¿Cuáles son los cinco ejércitos? Orcos, enanos, elfos, hombres… ¿Águilas, murciélagos, gusanos… Bilbo?

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
La Comunidad del Anillo (2001)
Las dos torres (2002)
El retorno del rey (2003)
EL HOBBIT
Un viaje inesperado (2012)
La desolación de Smaug (2013)
-> La batalla de los cinco ejércitos (2014)

Marea roja


Crimson Tide, 1995, EE.UU.
Género: Acción, suspense.
Duración: 116 min.
Dirección: Tony Scott.
Guion: Michael Schiffer, Richard P. Henrick.
Actores: Gene Hackman y Denzel Washington, James Gandolfini, George Dzundza, Matt Craven, Viggo Mortensen, Rocky Carroll.
Música: Hans Zimmer.

Valoración:
Lo mejor: Intensa y emocionante.
Lo peor: Exceso de sensacionalismo.
Mejores momentos: Toda escena en que el capitán y el primer oficial exponen y miden sus opiniones y diferencias, sea sutilmente o a gritos.

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El argumento de la película no es una lucha entre submarinos o la supervivencia tras un accidente, lo primero que cabría pensar dado el género, sino el duelo intelectual y moral entre el capitán y el primer oficial. Y sólo con ello consiguen una cinta de acción bastante intensa, con algunas escenas dignas de recordar.

El guion logra una combinación de elementos que resulta explosiva. La relación entre dos protagonistas con convicciones políticas y morales fuertes y opuestas ofrece un duelo con tramos impresionantes tanto en espectáculo como en carga intelectual y ética. La trama de conflicto político y bélico aporta intriga y tampoco olvida un llamativo subtexto crítico, analizando los motivos, actos y consecuencias de una guerra nuclear. Y el escenario en un submarino militar, donde no hay escapatoria y las normas son estrictas, es crucial para la situación de aislamiento (desconocimiento ante lo que pasa en el mundo), caos y motines.

De esta forma, aparte de ser un relato que maneja bien la atmósfera de intriga y tensión y pone a prueba a los protagonistas en situaciones extremas, va dejando en el espectador espacio para reflexionar sobre las implicaciones que supone tener misiles nucleares, invita a comprender a ambos personajes y finalmente permite posicionarse en un bando y elegir unas conclusiones. ¿Que existan potencias nucleares es una majadería o una responsabilidad en un mundo loco? ¿Hasta dónde debe llegar la implicación de individuos únicos en la toma de decisiones que afectarán a millones? Etc. etc.

Pero nace como cinta de acción, y el potencial como drama/thriller con contenido ve limitado su potencial, es decir, el tono y alcance parecen simplificados de cara al gran público, sensación que se agrava porque da la impresión de que el guion es más inteligente de lo que el director llega a comprender. Destaca la inclinación por el sensacionalismo, la obsesión por forzar el espectáculo y generar la emoción más directa y barata en el espectador, sea en la narración en general (algunas escenas se exageran mucho, en especial los motines sobre motines y los gritos) como en los detalles. Por ejemplo en los efectos sonoros se va de madre cosa mala, con armas que suenan como si se cargaran y amartillaran cada vez que aparecen en pantalla o alguien se mueve, forzando malamente la sensación de peligro hasta caer en lo ridículo en un par de momentos.

A pesar de todo Tony Scott no arrastra los excesos visuales de otras obras suyas y hace un buen trabajo. Consigue una puesta en escena viva y con buen ritmo a pesar del limitado escenario, y con el apoyo de la potente banda sonora de Hans Zimmer se matiza la fuerza e intriga de muchas escenas muy bien. Pero lo mejor son los actores, desde el memorable duelo entre Gene Hackman y Denzel Washington al repertorio de grandes secundarios: James Gandolfini, George Dzundza, Matt Craven, Viggo Mortensen

Resulta uno de los títulos más llamativos de la factoría del productor Jerry Bruckheimer, y desde luego es uno de los pocos de los serios e inteligentes (hay una excepción, porque también produjo Black Hawk derribado). Además es, junto a El fuego de la venganza, la mejor película del fallecido Tony Scott, lo que viene también a decir las únicas realmente buenas. No llega al nivel de la excelente La caza del Octure Rojo, pero es un visionado muy disfrutable.

Tracks (El viaje de tu vida)


Tracks, 2014, Australia.
Género: Drama, aventuras.
Duración: 112 min.
Dirección: John Curran.
Guion: Marion Nelson, Robyn Davidson (novela).
Actores: Mia Wasikowska, Adam Driver.
Música: Garth Stevenson.

Valoración:
Lo mejor: Buena mezcla de aventuras e introspección.
Lo peor: Falta de rumbo claro en ocasiones.

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Una joven de la Australia rural decide cruzarse medio continente como viaje espiritual para desconectar de un mundo donde no encaja y encontrar paz interior. A lo largo de su aventura, tanto en flashbacks como en la evolución de su estado de ánimo según las situaciones que va viviendo, se nos van explicando poco a poco algunas de las razones que la empujaron a realizar tal empresa. Eso sí, no he leído la novela que escribió para contar su historia, así que no sé si la película es fiel a sus vivencias y pensamientos.

Hay partes que no por conocidas son menos intensas, de hecho son la vida misma, como la tragedia familiar que la aflige, o la pérdida de otro ser querido durante la odisea (este momento es muy duro). Hay otras que no se ven venir tanto y dan para alguna buena reflexión, como ver su búsqueda de soledad perturbada por la prensa cuando su viaje se convierte en algo famoso. Por ejemplo los turistas pidiendo fotos como si fuera un animal nos recuerda que hacemos eso con aborígenes de todo el mundo, y la obsesión de los periodistas por la historia del momento cuestiona los márgenes de la intimidad.

Pero son reflexiones paralelas. El relato se centra en las contingencias del viaje, los descubrimientos que va haciendo tanto del mundo como de sí misma, y por extensión en su maduración personal. La combinación de aventuras con drama intimista ofrece un relato sencillo pero conmovedor, con un personaje central enigmático al que queremos conocer y entender mejor. Mia Wasikoska (a la que descubrí en un papel inolvidable en En terapia) capta bien sus oscilantes estados de ánimo: la melancolía (la visita de los amigos no la recibe muy bien), la determinación (trabajar duro para permitirse el viaje), la pena, la confusión, la felicidad, el orgullo al alcanzar objetivos, etc.

Los desiertos de Australia no son un paisaje muy conocido en el resto del mundo, lo que le confiere bastante exotismo a la aventura. No hay lo que se dice gran épica, porque tira más por la introspección, pero la dirección de John Curran no desaprovecha el escenario, potenciando una fotografía no especialmente ambiciosa pero sí llena de planos atractivos. La música es sencilla pero muy bien medida, de hecho, resulta esencial en muchos momentos.

Le falta algo de pegada, algo que la haga más recordable, y en algunos tramos parece que le cuesta ir hacia algo concreto, pero también es cierto que con una historia tan sencilla era difícil lograr algo más llamativo, y el resultado es bastante interesante.

Sabotaje


Sabotage, 2014, EE.UU.
Género: Acción.
Duración: 109 min.
Dirección: David Ayer.
Guion: Skip Woods, David Ayer.
Actores: Arnold Schwarzenegger, Sam Worthington, Mireille Enos, Olivia Williams, Joe Manganiello, Josh Holloway, Harold Perrineau, Terrence Howard, Max Martini.
Música: David Sardy.

Valoración:
Lo mejor: Ritmo excelente, trama jugosa por original y tener buenos giros. Personajes muy carismáticos y diálogos geniales.
Lo peor: Me temo que su estilo parece no haber convencido a nadie.
El título: Ha llegado sin traducir. ¿Qué costaba hacerlo? ¡Sólo hay que cambiar la g por la j!
La frase: ¡Llegó la bailarina!

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Sabotage me ganó desde el fantástico prólogo, y no se desinfla en ningún momento. ¿Cómo ha podido causar tan pobre impresión esta película tan original, carismática y entretenida? La trama es atractiva desde las primeras impresiones y gana con su desarrollo. El fantástico grupo de protagonistas, la oscura y emocionante aventura donde se sumergen (compleja y con buenos giros), el excelente equilibrio entre acción, intriga y humor, el buen partido que le saca a todo la notable puesta en escena… Hasta tiene violencia en cantidad, algo que ya es casi imposible de ver.

El resultado es un título trepidante con dosis de inteligencia y buen hacer que se echan de menos en el cine de acción actual. ¿Cómo puede tener tantas críticas negativas? ¿Tanto se ha acostumbrado la gente a espectáculos vacíos que cuando aparece algo con personalidad no lo saben saborear? Hasta engendros infumables como El último desafío fueron mejor recibidos, algo que no me entra en la cabeza por más vueltas que le doy. Y también me resulta alucinante que otro título del mismo director, Sin tregua, una cinta del montón que tira del mil tópicos y es bastante manipuladora, reciba estupendas críticas mientras esta es vapuleada.

Lo mejor es su memorable repertorio de personajes, definidos muy bien a través de una serie de diálogos geniales: los chistes, puyas y bromas son el sustento de la mayor parte de las situaciones y definen a cada personaje y relación. En algunas escenas el nivel es impresionante: la detective confundida con la stripper, el aburrimiento antes de volver al juego («¿Le estás tatuando una polla?»), toda y cada una aparición de la pareja de detectives…

En los actores tenemos algún rostro ya conocido (Sam Worthington, de Avatar y Terminator Salvation) pero sobre todo secundarios que cinéfilos y seriéfilos reconocerán rápido, todos con carisma y profesionalidad de sobra, aunque tengan papeles muy pequeños en algunos casos. Joe Manganiello (True Blood), Josh Holloway, Harold Perrineau (ambos de Perdidos) y otros forman este peculiar grupo, aunque las que mejor salen paradas, por tiempo e importancia, son las dos féminas. Olivia Williams (secundaria en numerosas series y películas) como la detective seria y competente que empieza a cabrearse por tanto secretismo e inmoralidad ofrece como siempre una interpretación muy llamativa, y como siempre diré que es una pena que no logre un papel que le dé la fama merecida. Y la que deslumbra a lo grande es Mireille Enos (The Killing, World War Z), otra gran actriz que aquí está inmensa como la loca drogadicta de la pandilla. Pero la estrella de cine y protagonista es Arnold Schwarzenegger… y a mí me ha resultado el menos llamativo de todos. Los años se le notan hasta el punto de que debería dejar de hacer acción (graciosísimo el plano en que salta desde la camioneta gracias a la magia del montaje), y si bien no hace un mal papel, el personaje es muy potente y hubiera ganado mucho con alguien con mayor rango interpretativo y menor edad.

David Ayer utiliza muy bien una narrativa desestructurada, con escenas que vemos paralelamente (la visita al amigo aislado, el muerto que acaba en la nevera), y aporta otros efectivos recursos, como el resumen de las repercusiones del robo inicial mostrado a través de extractos de los interrotagorios. La cámara en mano y el montaje usados con sabiduría captan muy bien el realismo buscado; no me sorprendería que hubiera habido bastante improvisación en los diálogos, porque las muestras de camadería entre los numerosos personajes resultan muy naturales. Quizá se ven algunos trompicones en el lanzamiento del acto final, que probablemente sean resultado de los diversos remontajes que sufrió la cinta, pero viéndola por segunda vez me pareció que incluso le vienen bien, porque se acelera el desenlace yendo al grano.

Pero debo terminar diciendo que nunca sabremos si es la película que realmente quería el realizador, porque, fuera por presión de los productores o decisión suya, se improvisaron varias lineas argumentales y finales distintos durante el rodaje. Viendo el material descartado en los extras del bluray se puede reconstruir la otra versión (no implica spoilers sobre la estrenada):

La detective está asqueada de las mentiras que ha soportado del grupo, y todo estalla cuando se descubre que el personaje de Schwarzenegger resulta ser el traidor y el que los está diezmando. Cuando su familia fue secuestrada, torturada y asesinada perdió la poca humanidad que le quedase y dedicó su existencia a vengarse, aunque por el camino arrasara con todo, incluido el grupo, que es su otra familia, con lo que la premisa no parece muy creíble. Al final acaban los dos hostiándose hasta morir uno de ellos, porque aquí también había dos opciones rodadas. La pelea es poco llamativa, una cutre lucha a tortas en la piscina de ella. Lo único interesante es tener a Arnold como el malo de la función. Quizá viéndola bien editada, esta trama alternativa resultara mejor de lo que parece, pero lo veo muy difícil. La versión elegida finalmente, con otro traidor y un final mucho más movidito, me parece bastante más coherente y atractiva.

Boyhood


Boyhood, 2014, EE.UU.
Género: Drama.
Duración: 165 min.
Dirección: Richard Linklater.
Guion: Richard Linklater.
Actores: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Lorelei Linklater, Marco Perella.

Valoración:
Lo mejor: Realista y cercana, y con alguna buena historia.
Lo peor: Pero en general es un relato poco interesante y sin garra, y demasiado largo.

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La gente se ha tirado como loca a los pies de la frase «ha tardado doce años en rodarla», cuando le ha llevado menos de cincuenta días en total, unos pocos días de trabajo cada no sé cuántos años, cuando le apetecía y le venía mejor a los actores. Y además ha sido un rodaje realmente sencillo, porque la película es muy simple en forma y contenido. Si hubiera requerido alguna fórmula narrativa compleja, técnicas insólitas, o lo que fuera, pues se entendería el aplauso por el esfuerzo, pero en estas condiciones no hay nada llamativo como para encumbrarla como una de las epopeyas más grandes del cine. Además, viendo la película resulta evidente que no hacía falta este enredo. Podía haber cogido distintos actores para las distintas edades del protagonista y para los demás jóvenes, con un mínimo parecido y maquillaje sobraba. Vamos, que ha sido publicidad nada más, y por lo visto ha colado, porque muchos hablan de la cinta como de algo único.

Y Boyhood no tiene nada de extraordinaria. Está más cerca de resultar un telefilme que una obra genuina y profunda como cualquier capítulo de su trilogía sobre el amor (Antes del amanecer…), que dicho sea de paso sí que está muy alejada de convencionalismos. Al menos es un buen telefilme, eso sí. Destaca por su naturalidad, por no tirar por sensacionalismo, por abarcar la vida de una persona cualquiera con la mezcla justa de realismo, sinceridad y emoción. Pero efectivamente va muy justa, no aporta trazas de innovación e intensidad que logren formar un relato original y con garra. Era inevitable abarcar fases comunes en cualquier familia occidental, que de eso va, pero se podía hacer con más ritmo y algo más de trascendencia.

El principal problema es que el protagonista pasa demasiado de todo, se implica poco o nada en todo lo que ocurre en su existencia. Todo le cae encima, no se esfuerza por nada. Se cansa de su tremenda novia y la deja, y enseguida se tropieza con una mucho mejor. Así se amplifica la impresión de que se empalman anécdotas sin la necesaria progresión dramática y emocional. Es cierto que nunca decae hasta el aburrimiento, pero se hace evidente que requería un protagonista carismático y con mayor proyección o crecimiento que aportara un viaje más movidito.

Sencillamente, para qué quiero ver un resumen de la vida de alguien, si tengo la mía propia. Si no me aporta una historia lo suficientemente conmovedora o impactante como para recordarla, o no llega a mostrar ideas que me hagan pensar o reflexionar, ¿qué me aporta la película? No es mal entretenimiento, pero tampoco bueno, porque es lenta y le sobra metraje. Tampoco es un gran drama, sino más bien superficial e intrascendente, porque como digo pasa por encima de todo cual anécdotas, sin dejar una huella en las siguientes historias. Los matrimonios fracasados de la madre son los mejores tramos, los únicos que ofrecen algo llamativo y emocionarte durante un rato. Y en cuanto a pensamientos, solo deja algún buen momento en el tramo final, con los discursos del padre y la madre cuando el hijo ya es adulto y se independiza, donde se deja alguna acertada pero desde luego no sorprendente reflexión sobre nuestro lugar en el mundo, qué nos depara la vida y demás.

También debo decir que es irregular en cuanto a consistencia. En algún aspecto se muestra acertada, como la inclusión de referencias de la cultura popular para ubicarnos en las distintas épocas y jugar con la nostalgia, pero en otros deja huecos notables, como la completa desaparición de los hermanastros tras la separación: me resulta muy poco creíble que dejaran de relacionarse.

El reparto es irregular: Patricia Arquette está estupenda, Ethan Hake y Lorelei Linklater (la hermana) pasan sin pena ni gloria, y el chico, Ellar Coltrane, no tiene presencia suficiente para soportar tanto metraje.

Boyhood ha sido una decepción bastante grande, esperaba mucho de Linklater y las expectativas crecieron con las críticas (la ponen como una de las mejores del año en todas partes), para luego encontrarme con tan poca cosa. Es la cinta independiente de moda que todos dicen haber visto y alaban para sentirse alternativos y cultos.

Collateral


Collateral, 2004, EE.UU.
Género: Suspense.
Duración: 120 min.
Dirección: Michael Mann.
Guion: Stuart Beattie.
Actores: Tom Cruise, Jamie Foxx, Jada Pinkett Smith, Mark Ruffalo, Peter Berg, Bruce McGill.
Música: James Newton Howard.

Valoración:
Lo mejor: La relación entre los dos protagonistas y la buena labor de ambos intérpretes. Excelente puesta en escena, buen uso de elementos clásicos del thriller.
Lo peor: Algo lenta, le cuesta bastante arrancar.

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Michael Mann se marca un thriller muy a lo Hitchcock, con un individuo normal metido en un embrollo de tres pares de cojones, giros y cambios de juego estresantes y clímax de acción y misterio varios. Y ciertamente eso implica que no va a sorprender en los puntos clave, pero a cambio maneja muy bien el camino entre medio y se apoya en un pilar que aporta mayor interés a la fórmula: la fantástica dinámica entre los protagonistas. Es imposible no implicarse en la odisea del taxista y sentir fascinación por el asesino, de forma que aunque veas venir algún giro o supongas que habrá final feliz, hasta entonces estás sufriendo de lo lindo.

Su mayor limitación es que le cuesta bastante entrar en materia y en general es algo lenta. Quizá podrían haber metido más aventuras y acción, pero eso implicaría inclinarse por el género de la acción, cuando es evidente que buscaban un thriller basado en el viaje emocional de sus protagonistas. Con un escenario tan reducido, el taxi, y tan pocos personajes centrales, dos, el ritmo difícilmente puede ser trepidante. La presentación de estos funciona porque nos describe individuos muy interesantes, pero no impacta porque la trama tarda mucho en tomar forma.

Hay que remarcar que si con el taxista no hubieran logrado un personaje tan cercano la cinta se hubiera hundido bien rápido. Ahí Jamie Foxx es esencial. El actor capta muy bien la esencia de Max, un ciudadano normal y corriente que se conforma con trabajo fácil que le dé para una vida sencilla, a quien el riesgo le aterra como a muchos otros: está tan apegado a la rutina, tan aferrado a la zona de confort y seguridad, que es incapaz de seguir sus sueños, aunque los desea tanto que incluso miente a su madre para sentirse algo más realizado. Por el contrario el asesino Vincent es despiadado y frío y no conoce límites, ni personales ni morales: su lema es que nada importa, haz lo que quieras sin pensar en el daño y las consecuencias que dejes. Muy bien caracterizado, Tom Cruise transmite acertadamente el tono gélido y peligroso de este implacable ejecutor, logrando una de sus pocas interpretaciones complejas y de calidad (aunque no llega al nivel de Magnolia).

Cuando este asesino muestra su verdadera cara y Max cae en su espiral de violencia el relato adquiere mayor intensidad, introduciéndonos en un juego de supervivencia agobiante. Cada nuevo paso en el viaje del desdichado taxista se va regando la semilla de la inquietud, la relación entre los dos dispares individuos ofrece un duelo interpretativo y de personalidades muy completo, y la magnífica puesta en escena perfila una atmósfera extraña que matiza muy bien el aislamiento y la intriga: la ciudad se difumina, se vuelve fría, oscura y lejana, parece que solo existe el taxi y el ahora.

El clima de tensión creciente sobre el destino de nuestro protagonista llega a puntos cumbres y a inflexiones muy potentes, como el desastre en que acaba la implicación de las fuerzas de la ley en la discoteca o el funesto giro final con la abogada del primer acto, que se esperaba con desazón (porque la trama se presenta de forma que sabes que ocurrirá tarde o temprano, es una pistola de Chéjov descarada) y llega en el peor momento y cuando sabemos de lo que es capaz el villano. Es una sabia elección no tratar de convertir el final en una sorpresa salida de la nada, porque dada la trama era muy difícil lograrlo sin hacer trampas evidentes; de esta forma juegan con la intriga de cuándo y cómo le llegará su turno y cuánto sufrirá Max para resolver la situación.

Solo una pega podría ponerle, y es que una parte resulta un tanto exagerada: desentona en un thriller de corte realista la escena de Max plantando cara al mafioso empleador del asesino. No me ha resultado creíble ninguna de las veces que he visto la película, el fortalecimiento gradual del personaje no necesitaba esa exageración. Por lo demás, el único problema serio de Collateral es la citada falta de ritmo, sobre todo en su primer acto, aunque no es tan grave como para restarle atractivo a un thriller que recupera muy bien la fórmula clásica en una época donde prima la acción directa sin nada detrás.