Eternals, 2021, EE.UU.
Género: Superhéroes.
Duración: 156 min.
Dirección: Chloé Zhao.
Guion: Chloé Zhao, Kaz Firpo, Ryan Firpo, Patrick Burleigh, Jack Kirby (cómic).
Actores: Gemma Chan, Richard Madden, Angelina Jolie, Kit Harington, Kumail Nanjiani, Salma Hayek, Barry Keoghan, Brian Tyree Henry, Don Lee, Lia McHugh, Lauren Ridloff, Haaz Sleiman.
Música: Ramin Djawadi. |
Valoración:
Lo mejor: El vestuario es vistoso. Richard Madden y Brian Tyree Henry le ponen ganas.
Lo peor: Todo resulta desastroso: guion (historia, desarrollo de personajes, trasfondo), dirección (insustancial en el drama, escenas de acción aburridas y mal rodadas), el resto del reparto (algunos están fatal), los efectos especiales inexplicablemente tampoco dan la talla…
El título: Otro que dejan sin traducción oficial, aunque como se veía venir, todo el mundo lo traduce.
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Los Eternos son unos superhéroes que quedan un poco en tierra de nadie tanto en los cómics, donde son conocidos sólo por los lectores más fieles, pues no han trascendido mucho más allá, como en la saga cinematográfica de Los Vengadores, donde están descolgados de las historias y personajes principales. El punto de partida ha sido semejante al de Guardianes de la galaxia, y de igual manera el estudio no tenía claro cómo iba a funcionar ni los espectadores nos hacíamos una idea de qué esperar. Pero han terminado siendo dos casos opuestos. En Guardianes de la galaxia, Disney y el director del proyecto Kevin Feige acertaron de lleno eligiendo a un talento en potencia, y James Gunn dio a luz una película con tanto ingenio y personalidad que puede sustentar por sí sola una saga paralela a Los Vengadores. Pero en Los Eternos la elección se basa en la corrección política imperante en estos tiempos: ha contado más el tener una mujer «racializada» (tela con el nuevo término también) que el parecer apta para el trabajo.
La china Chloé Zhao se ha ganado recientemente el favor de la crítica y los certámenes de premios con una cina muy de su gusto, Nomadland (2020), un melodrama de superación personal blandengue que no muestra ninguna virtud especial en ningún sentido. Pero en un requiebro kármico tronchante, su presencia les ha estallado en la cara: en China se ha tildado de disidente política y se ha vetado el estreno, así que han perdido un jugoso mercado.
En cuanto a la película en sí, Zhao y la legión de guionistas que la acompañan se han estrellado con una producción fallida, un despropósito colosal, y a pesar de las ganas que había con volver a ver algo de Marvel de grandes proporciones tras la sencillez de Viuda Negra, no ha calado nada bien entre el público y la crítica. Resulta caótica, dispersa, insustancial… aburrida y olvidable. La peor de la saga junto a la enterrada El increíble Hulk, casi hace buena al patinazo de Sang-Chi.
Tenemos una premisa que difícilmente puede calar, porque se sustenta en unos dioses, los Celestiales, que pueden hacer y deshacer a su gusto, pero no tienen muchas luces, porque crean un grupo de superhéroes que parecen hechos con sobras. Ya me dirás de qué sirve la capacidad de transformar materia inerte, que una solo valga para sanar, que otra sea sordomuda, otra adolescente, que otro sólo tenga un súperpuño, y para rematar, el despiporre, uno es capaz de crear de la nada cachivaches y tecnología de todo tipo, ¡a pesar de que su misión es no hacerlo bajo ningún pretexto! Lo lógico hubiera sido darles a todos los poderes combinados, y listo.
Pero además, en esta adaptación lo empeoran, porque de nuevo los poderes que más parecen interesar a los productores y autores son los de la integración, la corrección política, el país de la piruleta… así que cambian bastante a los personajes originales para poder abarcar todo tipo de razas, culturas, condiciones… Y están tan obsesionados en cumplir con el escaparate a lo Benetton que sin darse cuenta terminan cayendo precisamente en algunos estereotipos raciales y culturales cutres, arcaicos, que creíamos ya superados: los hindúes son tratados como una cultura, una forma de ser y con unas películas tan ridículas que hay que reírse de ellas. Bochornoso.
Los bichos malos, los Desviantes, tienen una justificación muy pobre, tanto la inicial como la desvelada luego, y por lo tanto, la existencia de los Eternos tampoco parece muy sólida. Básicamente solo sirven para incluir las escenas de acción de rigor. Por su diseño son vistosos, pero sin trascendencia ni un buen sentido del espectáculo, empiezan a cansar desde su segunda aparición. Cuando la historia se centra más en los celestiales, incluso empeora, porque se torna demasiado etérea, confusa. En Guardianes de la galaxia, Vol. 2 tenemos un celestial, y funciona muy bien porque es un rol atractivo, sirve como motor emocional de las vivencias de los protagonistas, y las escenas de acción son magníficas. Aquí entramos en un juego de creaciones divinas que no hay por dónde agarrar. La presencia de estas criaturas tan poderosas rebaja y minusvalora personajes y villanos muy importantes; por ejemplo, ahora resulta que Thanos es un don nadie a su lado. Pero es que también afecta a la naturaleza del universo: ¿tenemos que asumir que no hay big bang, acreción de planetésimos, tectónica de placas… que todo es designio de estos seres? Pues en ese caso, la decisión de ir contra ellos es ridícula, estás atentando contra la existencia misma del universo por un capricho personal, jugándotela a tener secuelas impredecibles a escala astronómica.
Y eso lleva a que el trasfondo ético y de superación personal clásico del género aquí brilla por su ausencia. Los protagonistas tienen un dibujo muy pobre, no cambian, dicen tener dudas, pero hacen lo mismo durante toda la película, no hay aprendizaje, superación de problemas, aceptación de la responsabilidad, y los pocos cambios y sacrificios que vemos son gratuitos y a designio de los flojos escenarios de acción. Los dilemas morales, al ser presentados con esa megalomanía absurda de salvar la Tierra contra unos dioses, no logran un calado emocional humano, no resultan tangibles, verosímiles. Y no hay más. El resto de la película es «salvemos la Tierra… no, mejor vamos a tener la misma pelea entre nosotros que llevamos teniendo desde hace milenios».
Es tal el desastre del planteamiento, la escritura y la ejecución, que la narración da vueltas en un bucle interminable hasta alcanzar dos horas y media totalmente injustificadas y que se hacen, como su título dice, eternas.
Cada escena repite exactamente el mismo patrón: un chiste con el indio Kingo y su egoísmo, otro con sus películas, y aguantar como puedes el ver a sus cejas cobrar vida propia; y por si no fuera suficiente, otro chiste más con el mayordomo y su cámara, quien se convierte en el primer secundario cómico del secundario cómico de la historia; un roce entre el indio y la adolescente Sprite, para luego acabar en tablas; (Sprite significa duende, esto sí tendrían que haberlo traducido); el empático Druig siendo chungo y queriendo controlar gente, y los colegas diciéndole «uuyyy no seas malo» pero sin implicarse realmente en la cuestión; la guerrera Thena perdiendo el juicio, dislocándose los hombros con esa postura absurda que pone la actriz, y teniendo que ser cuidada; Gilgamesh cuidándola con su poder de gordo simpático; Ikaris, el Superman, con una escena de acción y otra que deje claro que está encoñado por la empanada de Sersi pero es tan inmaduro que no dice nada; Sersi está en todo, pero aporta tan poco que a pesar del empeño en decir que tiene madera de líder resulta insustancial y no transmite nada; la sordomuda Makkari siendo majita y corriendo de acá para allá; y la jefa, Ayax, como la profe simpática que cae bien a los alumnos pero que realmente no les enseña nada.
El único protagonista medio interesante es el que menos tiempo tiene: Phastos, el de los cachivaches, se siente un personaje más vivo, tiene una historia familiar que le confiere algo más de motivaciones, aunque sea algo cursi, y también cabe señalar que esta vez el ramalazo de corrección política (es homosexual) está muy bien integrado, precisamente porque se siente natural y hasta entrañable.
Los Eternos queda muy lejos del repertorio de personajes de gran magnetismo y las aventuras desde amenas a memorables que nos ha ido ofreciendo la saga, con títulos ya icónicos, como la comparación más obvia, Guardianes de la galaxia. Es de esas odiosas películas donde ningún protagonista tiene personalidad, motivaciones, ni toma decisiones, pero se apuntan a todo y salen airosos porque los autores lo quieren, es decir, cuya única existencia es justificar unos actores carismáticos y unas escenas de acción espectaculares… Y me temo que en estos dos campos tampoco cumple…
El reparto es otro batacazo importante. En superproducciones lo habitual es aprovechar la posibilidad de contrar a actores con garra y en muchos casos también calidad. Pero aquí el desastre es de los que hacen época, y no cabe duda de que se ha producido también por culpa del mismo método con el que se seleccionó a la directora. Sólo Richard Madden (Ikaris) y Brian Tyree Henry (Phastos) muestran algo de versatilidad e interés en el papel. Don Lee (Gilgamesh) y Harish Patel (el mayordomo Karun) son bastante simpáticos, pero no logran dejar huella con esos roles tan pobres. Otros conocidos como Angelina Jolie (Thena), Salma Hayek (Ajak) o el más joven Kit Harington (el novio soso de Sersi, Dane Whitman) tienen más fama que virtudes, y los dos últimos pasan pasa sin pena ni gloria, pero la primera está muy sobreactuada, sobre todo en lo físico, con esas posturas absurdas, con lo que acaban resultando entre insípidos y cargantes. Lauren Ridloff (Makkari) apunta maneras, pero su personaje es plano y poco puede hacer. Lia McHugh (Sprite) es otra que termina molestando con su cara de amargada constante. Y el resto es para poner el grito en el cielo: Kumail Nanjiani (Kingo) da rienda suelta a una serie de sobreactuaciones demenciales y tics estrafalarios, hasta el punto de que sus cejas parece que van a salirse de su cara y seguir actuando por su cuenta; Barry Keoghan (Driug) y su pose de malo da risa de primeras, pero no tarda en ser molesto; y Gemma Chan (Sersi), destinada no se sabe por qué a liderar el grupo, es un lastre enorme, menuda falta de sangre y dotes interpretativas, si me dices que es un maniquí me lo creo.
En la dirección, Chloé Zhao también anda muy perdida. En el lado dramático, la interacción de personajes y sus sentimientos, la insulsa puesta escena, repleta de vacuos primeros planos y contra planos, más algún atardecer de esos que le gustan metido con calzador, termina de inundar de apatía el endeble y superficial guion. En las secuencias de acción la cosa es peor, tenemos el capítulo de la saga Marvel más flojo y decepcionante. Incluso algunas entregas consideradas menores por no ofrecer guiones sorprendentes, como las de Ant-Man, Doctor Strange, Viuda Negra y las secuelas de Iron Man, tuvieron unos acabados notables y resultaron buenos entretenimientos.
Lo primero que salta a la vista es que la cinta adolece de escenarios elaborados donde pueda haber grandes despliegues de decorados y efectos especiales, pues a pesar del argumento de dioses galácticos y líneas temporales mezcladas todo ocurre en la Tierra y en pocos lugares llamativos. Sólo Babilonia destaca, y no es que sorprenda; si es que desaprovechan hasta los incomparables paisajes volcánicos de Canarias. Lo único donde podrían desmelenarse es la nave, pero de las pocas ganas imaginación que le han echado lo que queda es un anodino triángulo con pasillos y estancias sin alma. Sólo el vestuario es llamativo, con unos trajes para los Eternos muy trabajados que resultan deslumbrantes. Por ello no se justifican los 200 millones de presupuesto por ninguna parte.
Así que no quedaba otra que esforzarse en las batallas… Pero a Zhao, como pasa también en Sang-Chi con sus autores, le queda tan grande la superproducción que no supo cómo enfrentar las partes de acción desde el guion, durante el rodaje, ni a la hora de fomentar el entendimiento entre los distintos equipos de trabajo (efectos especiales, montaje), y nada cuajó como es debido, de manera que no parece una entrega de la saga, todas deslumbrantes en cuestión de efectos especiales y acabado general, sino una producción menor donde las pantallas de fondo y los dobles digitales cantan un montón y no hay imaginación ni sentido del espectáculo. Cada pelea es un compendio de bichos lanzando gente lejos en vez de destriparla, muñecos digitales, rayitos de todo tipo… Para la larga y desangelada batalla final ya llevaba muchos minutos desconectado, y se hace muy, muy pesada.
La música de Ramin Djawadi, que repite en la saga tras Iron Man, pero en un registro completamente distinto, no falla, pero tampoco apasiona. El tema principal amaga con desplegar unas sonoridades llamativas, hermosas y potentes, pero acaba engullido por una fórmula repetitiva y una orquestación muy pobre. Fuera de los machacones motivos de acción hay algo de variedad étnica que se ajusta correctamente al tono de la cinta, pero nada como para dejar huella. Sigue sin ser un autor que destaque nada, y no entiendo cómo consigue tantos buenos encargos.
Terminamos con unas escenas postcréditos de esas que no sirven para enlazar capítulos mediante personajes conocidos o como extensión o guiño curioso, sino de las que sólo los más frikis de los cómics pueden entender, así que para rematar el atroz aburrimiento, te comes los créditos para nada.
La película me ha resultado tan soporífera y decepcionante que no puedo parar de ponerla a caldo, y la analizo por escenas más detalladamente tras el salto.
—Alerta de spoilers: En adelante destripo a fondo.–
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