El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos mensuales: May 2017

Trainspotting 2


T2: Trainspotting, 2017, Reino Unido.
Género: Drama, comedia.
Duración: 117 min.
Dirección: Danny Boyle.
Guion: John Hodge, Irvine Welsh (novela).
Actores: Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner, Kevin McKidd, Kelly Macdonald, James Cosmo, Shirley Henderson.

Valoración:
Lo mejor: El tirón de sus protagonistas, algunos momentos muy emotivos.
Lo peor: Es muy predecible y carece del subtexto ingenioso de la primera parte.
Mejores momentos: Los reencuentros de Renton: con su familia, con Sick Boy, con Begbie. Begbie dándose cuenta de lo mal que ha tratado a su familia.
La frase:
1) Es la nostalgia. Por eso estás aquí. Eres un turista en tu propia juventud.
2) Elige la vida. Elige ropa interior cara con la esperanza de revivir una relación muerta. Elige bolsos. Elige zapatos de tacón alto. Lana de cachemira y seda para sentir cómo se supone que se es feliz. Elige un iPhone hecho en China por una mujer que saltó por una ventana y métetelo en tu chaqueta hecha de una fábrica asiática a punto de incendiarse. Elige Facebook, Twitter, Snapchat, Instagram y miles de otras maneras de echarle bilis a gente desconocida. Elige actualizar tu perfil. Dile al mundo lo que desayunaste esperando que a alguien le importe. Busca ex parejas, porque crees que estás mejor que ellos. Elige bloguear en directo desde tu primera masturbacón hasta tu muerte. La interacción humana reducida a mera información. Elige diez cosas que no sabías sobre celebridades operadas. Elige gritar sobre el aborto. Elige chistes de violación, porno de venganza y misoginia deprimente. Elige pensar que 11S nunca pasó, y que si pasó, fueron los judíos. Elige un contrato de cero horas y un viaje de dos horas al trabajo y elige lo mismo para tus hijos, pero peor. Y quizá piensa que lo mejor hubiera sido nunca hubieran nacido. Y luego relájate y ahoga el dolor con una dosis desconocida de una droga desconocida hecha en una cocina de un desconocido. Elige promesas no cumplidas y arrepentirte de todo. Elige nunca aprender de tus errores. Elige ver la historia repetirse. Elige resignarte lentamente a lo que puedes obtener en vez de aquello con lo que soñabas. Confórmate con menos, y con buena cara. Elige la desilusión y elige perder a seres queridos. Y al ir desapareciendo, un pedazo de ti muere con ellos. Hasta que ves que en el futuro, pedazo por pedazo, todos desaparecerán. Y no quedara nada de ti que no puedas llamar vivo o muerto. Elige tu futuro. Elige la vida.

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Sin ser ni por asomo una mala película, Trainspotting 2 sí decepciona bastante. Como no la he leído, no puedo hablar de cuánto ha tomado de bueno y de malo de la novela en que se basa, Porno, ni de si esta mantuvo el tipo respecto a su predecesora, pero en cuanto a este segundo largometraje, era difícil cumplir con las expectativas de una obra que lleva veinte años siendo recordada con bastante entusiasmo, que dejó un legado de personajes, reflexiones y escenas memorables. Pero el problema es que da la impresión de que ni lo intentan, de que sus autores (mismo guionista y director: John Hodge y Danny Boyle) se apoyan en un mínimo seguro sin interés en ir más allá.

Ese mínimo es el factor nostalgia. ¿Qué harían nuestros queridos personajes veinte años después? Conocemos sus miserias actuales, donde siguen siendo incapaces de levantar cabeza, y enfrentamos el esperado retorno de Renton. ¿Habrá peleas, cómo se llegará a los más que probables perdones? El conocerlos tan bien de antemano permite entrar de lleno en la conexión emocional. El reencuentro de Renton y Simon (Sick Boy) es muy intenso y pasa por fases muy logradas. Sacan más partido de Spud que antaño, de hecho su idea de escribir relatos de sus vidas es muy hábil, pues aparte de bonita sirve para enlazar con historias del pasado. No desaprovechan tampoco el reencuentro casual entre Renton y Begbie, épico y delirante. Ni se olvidan de la adolescente misteriosa, ahora abogada de éxito, en una escena mucho mejor justificada que su aparición anterior. Hay unos cuantos momentos emotivos muy logrados, como la llegada de Renton a casa proyectando una sombra contra la pared que recuerda a su madre fallecida, la entrada en su habitación, los altibajos en la relación entre Renton y Sick Boy (atención al análisis que les hace la novia extranjera de este último en su idioma), y el caótico acercamiento de Begbie a su familia. Como hilo central tenemos una trama poco trascendental pero que al menos da sensación de dirección, el desarrollo del plan del burdel; también deja algún buen instante: genial Renton intuyéndose que quieren camelárselo, y la parte en que buscan dinero en una fiesta es divertida, aunque terminara alargándose demasiado.

Además el trabajo actoral es muy bueno. Todos apuntaban maneras hace veinte años, y ahora tienen gran experiencia detrás. El estupendo lado dramático de Ewan McGregor, el tono sombrío y fracasado de Johnny Lee Miller, la humanización que logra Robert Carlyle de un rol pasado de rosca, y la simpatía trágica que consigue Ewen Bremner, realzan de maravilla unos personajes muy humanos.

Pero no es suficiente para cumplir con las altas expectativas. Primero, la mayor parte de las situaciones se ven venir. Si el conjunto funciona es por el cariño que le tenemos a los personajes, porque está claro que sin factor sorpresa el ritmo se resiente, pues no ofrece una aventura tan vibrante como lo fue la primera entrega. Y segundo, parecen olvidar el otro factor clave para el éxito y la capacidad de dejar huella de aquella: la ingeniosa perspectiva social. Lo único a rescatar es un necesario y correcto tratamiento de la crisis de los cuarenta. Los protagonistas se replantean su vida y piensan en qué ha podido salir mal, pero se retrotraen a la adolescencia precisamente para sumergirse en los buenos recuerdos y sobrevivir con la melancolía, en vez de enfrentar el presente aprendiendo de los errores pasados. Pero estamos lejos del nivel de ingenio y chispa que con el que nos deslumbraron en los noventa, de las lecturas cínicas donde daban tan en el blanco que te reías medio atragantado.

Boyle y Hodge tienen la oportunidad de hablar de varios temas jugosos, como hicieron con la droga y la dualidad ciudadano aborregado contra inmaduro engreído, pero parecen esquivarlos a propósito para centrarse únicamente en sacar rédito de los personajes. Tenemos en bandeja tratar el fracaso de las instituciones penitenciarias para reconducir a los ciudadanos, pues no sólo caer en la cárcel es un paso habitual en la drogadicción, sino que el propio Begbie empieza esta historia en la prisión, algo que se trata únicamente como una anécdota más. Podrían haber ironizado mejor con que Renton, como decía en su gran discurso hace dos décadas, encontró una vida vacía en la estabilidad que exige la sociedad. Y sobre todo, quizá deberían haber hablado del problema social más relevante en estos años: la inmigración, tanto por las penurias de quienes se ven empujados a ella como los problemas de las sociedades que no logran absorberlas sin que surjan mil conflictos de discriminación, pobreza y por extensión delincuencia. Parecían amagar con esto último con la presencia de la novia de Sick Boy, Veronika (Anjela Nedyalkova), pero este rol queda como un comodín de la trama, da para un par de situaciones graciosas y el forzado giro final.

Alerta de spoilers: Destripo el final, salta al siguiente párrafo si no quieres conocerlo.–
Para colmo este desenlace no me satisfizo nada. Primero, porque que deja completamente colgado el acercamiento entre Veronika y Renton, dando la impresión de que ha sido tiempo perdido; segundo, porque a partir de cierto momento se hace demasiado evidente; y tercero, por extensión, parece un remedo del original, resultando muy soso.

La sensación constante es que no llegan a contar nada relevante, ni con el ingenio y la ironía descarnada de la primera entrega. Se sostiene porque los personajes siguen siendo ellos mismos y dan algunos pasos bastante interesantes, pero a la hora de rematarlo no dejan un final que nos permita recordar sus historias con la pasión con que recordamos las vividas en el primer filme. Eso sí, me sorprende para bien que Danny Boyle no haya intentado sobrecargar lo visual para disimular la falta de contenido, algo que se veía venir dada su trayectoria; de hecho es bastante contenida en ese aspecto, aunque como es obvio tenga numerosos enredos visuales para mantener el estilo.

Trainspotting 2 resluta entretenida y simpática, pero nada más, y dado de donde viene, se le exije más.

Ver también:
Trainspotting.

Trainspotting


Trainspotting, 1996, EE.UU.
Género: Reino Unido.
Duración: 94 min.
Dirección: Danny Boyle.
Guion: John Hodge, Irvine Welsh (novela).
Actores: Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner, Kevin McKidd, Kelly Macdonald, Peter Mullan, James Cosmo, Shirley Henderson, Eileen Nicholas.

Valoración:
Lo mejor: Es un relato desbordante de personalidad, con personajes, situaciones y reflexiones que dejan huella.
Lo peor: A veces el efectismo inmediato se sobrepone a la coherencia global.
Mejores momentos: La presentación de la forma de vida de los protagonistas. La discoteca. El peor váter de Escocia. Begbie liándola en los bares. La recaída y sobredosis. El bebé.
El título: Es una doble referencia, primero, a la afición de observar trenes (que podría señalar que los personajes ven pasar la vida sin hacer nada), segundo, a las marcas que dejan los pinchazos de heroína.
La frase: Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida… ¿Pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?

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Trainspotting trata sobre un grupo de amigos escoceses que observan cómo sus vidas pasan ante sus ojos sin conseguir hacer nada por dirigirlas, pues a su falta de aptitudes (y también de interés) para desenvolverse en la sociedad se le suma que la drogadicción termina de controlar sus destinos. La novela en que se basa logró cierto prestigio, pero esta adaptación pegó bastante fuerte, seguramente porque abordó un drama conocido desde una perspectiva muy original, donde la aventura distendida y la comedia ácida desbordante de vistosos recursos narrativos permiten entrar en un mundo trágico y sórdido con más simpatía y comprensión que rechazo o lástima. Consigue que te impliques con sus personajes, adorables aun dentro de su patetismo, y saques alguna buena reflexión a pesar del tono alocado y el trasfondo dramático. Pero también hay que señalar que el equilibrio dista de ser perfecto, dando la sensación de que se dejan de lado historias más relevantes para potenciar anécdotas intrascendentes, y de que se sobrecarga el envoltorio más de la cuenta.

La trayectoria de algunos personajes tiene huecos enormes. Sí, está claro que Renton es el protagonista principal, pero eso no implica olvidar al resto en momentos clave, olvidar el propósito con el que parecía empezar la película: mostrar varios ejemplos de la miseria en el mundo de la droga. El de Tommy es más llamativo, porque su escasa presencia es inversamente proporcional a la importancia y el atractivo de su trayectoria: es el que evitaba las drogas y tenía una vida más estable pero al final cae ahí por una depresión, y no recibe ayuda para salir, hundiéndose cada vez más; luego te enteras de pasada de que está arruinado, luego dicen de refilón que tiene sida… y así sucesivamente, hasta parecer una mera excusa para cumplir con esos temas. Y es raro, está claro que no es por miedo a mostrar la parte más siniestra, ahí está el pobre bebé descuidado como ejemplo. Mientras pasan de este personaje, con el tontorrón Spud nos tragamos una larga e intrascendente escena de ligoteo que acaba con él cagándose encima en una cama ajena, o con el propio Renton tenemos un proceso de desintoxicación demasiado largo y repetitivo donde al realizador se le va la pinza completamente con los enredos visuales. También cabe pensar qué pinta la chica adolescente aquí. Está claro que se usa para otra anécdota forzada, porque a la hora de la verdad no narran nada con ella a pesar de que parecía que iba a tocar las drogas en la adolescencia, como que se acostaba con adultos para conseguirlas, algo que al final no ocurre; no sabemos por qué sigue esa dinámica, y finalmente no aporta nada tangible. Y luego tenemos la gran pregunta: ¿cómo es que el desastre con el niño no trae problemas legales?

Pero pesar de esas lagunas y excesos, la originalidad y personalidad del conjunto convirtieron a Trainspotting en un éxito en su momento y en una obra de culto con el paso del tiempo. La simpatía que despiertan los protagonistas es innegable, y nos dejan infinidad de grandes momentos para el recuerdo. Renton (Ewan McGregor) es un rol central que dejó bastante huella en la generación que creció con la película. Con su narración mordaz y con sus esfuerzos y fracasos ejemplifica esa sensación de que no podemos controlar nuestras vidas, que los baches que pone la sociedad, nuestro entorno cercano (los amigos lo arrastran) y nosotros mismos con nuestras malas decisiones no hay manera de levantar cabeza por mucho que lo intentemos; pero el giro final abre la puerta a la esperanza con una posible maduración, eso sí, con un tono bastante cabrón. El tonto simpático Spud (Ewen Bremner) es un encanto, el amigo cortito que hay en toda pandilla, que sirve de mofa a veces pero siempre se mantiene fiel. Tommy (Kevin McKidd) es el responsable que mete la pata hasta el fondo por un desencanto gordo de la vida. Sick Boy (Jonny Lee Miller) es la versión opuesta al anterior, el irresponsable que vive el día a día sin una mínima visión de futuro. Y Begbie (Robert Carlyle) es el descentrado y violento que provoca altercados allá por donde va, sea por el placer de la adrenalina o por sus ataques de ira.

Los actores prácticamente se dieron a conocer aquí, aunque solo uno logró catapultarse al éxito. McGregor se marcó un buen papel pero sobre todo mostró gran carisma, y no tardó en labrarse una carrera muy completa. Carlyle estuvo espectacular pero no tuvo tanta suerte, aunque sí nos ha ido dejando notables interpretaciones (como Ravenous), hasta que pegó fuerte con Full Monty, el siguiente pelotazo inglés… y luego se volvió a estancar en títulos y papeles de menor calado. El resto no logró superar los roles secundarios y la televisión, aunque algunos han tenido puntualmente bastante reconocimiento: Kelly Macdonald en Boardwalk Empire, Kevin McKidd en Roma, y Jonny Lee Miller es un rostro que empieza a ser más conocido por el procedimental Elementary. También hay algunos secundarios que se convirtieron en aportes de lujo del cine y televisión inglesa, como James Cosmo y Peter Mullan, pero su presencia aquí es muy breve.

Es obvio que la novela de Irvine Welsh en que se basa aporta mucho del subtexto de análisis social con una inteligente y mordaz vena humorística, pero el guionista John Hodge y el director Danny Boyle supieron explotarlo muy bien con su narrativa trepidante en ritmo e imaginativa en lo visual, aunque también fuera histriónica y sobrecargada en algunos momentos. El humor que oscila entre lo descarnado y lo sutil mediante el cual se aborda la crítica social es magnífico, destacando la mítica escena de la discoteca, la descripción del váter más sucio de Escocia, la dualidad entre el fracasado vago que no sabe hacer nada con su vida y el fracasado que al menos intenta salir adelante (Renton cargando con sus compañeros cuando él tiene trabajo), las salidas de tono de Begbie en los bares… Y la parte dura también se lleva alguna situación memorable, como el lío con el bebé o la sobredosis de un protagonista y el posterior intento de desintoxicación. Para abordar estos excesos fue esencial el surrealismo visual de Boyle, desbordante de recursos variados, soluciones inesperadas, secuencias que oscilan entre lo perturbador (el váter) y lo hilarante (el bebé acosando los sueños febriles), pero siempre con un tono gamberro y una energía que garantizan diversión constante. La frase seleccionada, el discurso de Renton más famoso, describe muy bien por dónde van los tiros: te remueve por dentro con un duro juicio a la sociedad dormida y aborregada, pero a la vez deja clara la patética posición del personaje, que se va al extremo opuesto, al de abandonarse a la evasión total mientras intenta justificarse diciendo que al menos él es consciente.

El legado cinematográfico que dejó es difícil de medir. ¿Podría considerarse precursora de la narrativa alocada que luego potenció Snatch: Cerdos y diamantes? ¿Influyó en Requiem por un sueño y quizá incluso en El club de la lucha? Lo que está claro es que tuvo cierto impacto social, sobre todo obviamente en Reino Unido, pues redefinió con maestría a toda una generación de gente perdida y desencantada y marcó tendencia audiovisual (la de videoclips musicales que se copiarían). A pesar de que la estética barriobajera de los noventa ha quedado muy obsoleta, pues las modas relativas al aspecto personal cambian rápido, el relato en sí es atemporal y tiene suficiente personalidad como para ser recordado todavía con agrado… tanto que la llegada de una segunda parte, que muestra veinte años después qué fue de los protagonistas, se eperaba con bastante entusiasmo. Pero, como suele ocurrir, el factor sorpresa brilla por ausencia en una secuela que ni parece intentar aportar alguno nuevo, que se basa únicamente en el tirón de sus personajes y olvida todo ese trasfondo tan inteligente. Por ello, el entusiasmo se enfrió bastante pronto y tuvo mucho menos éxito del anticipado… aunque supongo que cada vez que recuperemos Trainspotting o un espectador nuevo llegue a ella, acabaremos viendo la segunda también.

El director Danny Boyle, viendo el buen recibimiento de su alternativa propuesta narrativa, se quedó atascado en su obsesión por sobrecargar el aspecto visual, siendo contraproducente, por excesivo, en algunos títulos (Slumdog Millionaire, 28 días después), totalmente malogrado en otros (Sunshine), y más acertado cuando se centraba un poco (127 horas). Y aun así está claro que sigue gustando, viendo el inexplicable éxito de la pasadísima de rosca Slumdog Millionarie

Ver también:
Trainspotting 2.

Alien: Covenant


Alien: Covenant, 2017, EE.UU.
Género: Suspense, ciencia-ficción.
Duración: 122 min.
Dirección: Ridley Scott.
Guion: John Logan, Dante Harper, Michael Green, Jack Paglen.
Actores: Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup, Danny McBride, Amy Seimetz, Callie Hernandez, Jussie Smollett, Carmen Ejogo, Guy Pearce.
Música: Jed Kurzel.

Valoración:
Lo mejor: La parte de los androides y el papel de Michael Fassbender. El póster con la cabeza del alien, más inquietante que toda la película.
Lo peor: El guion es un desastre… ¡más grande que el de Prometheus! El ritmo es negligente, los personajes dan vergüenza ajena, excepto los robots, la trama es insustancial y previsible salvo por un par de segmentos, y deja la sensación de que se traiciona demasiado a la serie, de que las nuevas ideas terminan desbarrando en sinsentidos o en soluciones poco emocionantes. El reparto, excepto el citado, no impresiona lo más mínimo. Ridley Scott dirige con desgana. De nuevo los tráileres destripan más de la cuenta.

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Alerta de spoilers: Hasta el próximo aviso no contiene ningún dato revelador más allá de una descripción del argumento.–

El desarrollo de la saga Alien ha sido un caos muy grande y ha traído más disgustos que alegrías a sus seguidores. Desde el éxito de la primera película (Ridley Scott, 1979) estuvo claro que era rentable hacer más, que el atractivo del alienígena y del potente personaje principal, Ripley, eran un valor seguro. Bueno, siendo realistas, en cada nueva entrega ha habido unas pocas reticencias por ser ciencia-ficción adulta, que no es tan vendible como otros géneros, pero también era evidente que contaba con bastante fidelidad asegurada y un gran potencial para atraer a nuevos espectadores. Esto queda demostrado con que tras casi cuarenta años siguen pariendo nuevas secuelas, a pesar de que los productores la han liado bastante, improvisando cada proyecto de mala manera de forma que el milagro de Aliens (James Cameron, 1986) fue un caso aislado y en los siguientes capítulos la desorganización y los egos propiciaron una caída de calidad notable.

Cada película supone una traición más o menos importante a la anterior, siendo sólo Aliens la que logró satisfacer con los cambios. Allí pasamos del terror puro a lo bélico, pero sin perder la esencia original: daba miedo y era claustrofóbica como su predecesora, y todas las nuevas ideas que aportaba fueron muy acertadas. En Alien 3 (David Fincher, 1992), después de marear la perdiz con guiones de todo pelaje, sacrificaron lo andado, sin vergüenza alguna además, pues se cargaron a dos protagonistas muy queridos, Hicks y Newt, para dejar a Ripley sola otra vez y así intentar volver a los orígenes a pesar de que nadie lo pedía. Pero resultó una imitación bastante aburrida e incapaz de provocar pavor. En Alien Resurrection (Jean-Pierre Jeunet, 1997) la situación también se descontroló, y acabó siendo una aventura más ligera, con toques de comedia incluso, dejando de lado la premisa de suspense y terror sin disimulo alguno. Al menos es muy entretenida, eso sí.

Prometheus (2012) devuelve la saga a manos de Ridley Scott, uno de sus principales artífices. En realidad Alien fue ideada y escrita por Dan O’Bannon, pero hay que contar a Scott y también a H. R. Giger, el diseñador artístico, como los otros pilares fundamentales. Scott afirmó estar asqueado, como todos, de la deriva de la saga, y pretendía recuperarla con una nueva perspectiva. En este retorno abordó los orígenes del ente alienígena tan misterioso, pero entre las imposiciones del estudio (otra vez con cambios de ideas y de guionistas) y que no estuvo muy atinado, nos ofreció explicaciones insuficientes e inclinaciones filosóficas de baratillo en una cinta bastante floja.

Finalmente llegamos a Covenant, que promete, en un segundo intento, restablecer y aumentar la mitología del ser, poner orden en el desbarajuste de la trama y levantar el nivel cualitativo. El que hayan contado entre los guionistas con un peso pesado como es John Logan (Gladiator -2000-, El último samurái -2003-, El aviador-2004-, La invención de Hugo -2011-, Skyfall -2012-…) parecía indicar que se han tomado el proyecto más en serio. Pero me temo que el resultado ofrece un desastre aún mayor, es la peor entrega, y la más desatinada en cuanto a historia. Aunque se suponía que iba a narrar las andanzas de Shaw y David (tanto que se llamaba Prometheus 2), la sensación que dejó Prometheus en el ambiente fue bastante mala a pesar de su correcto recorrido en la taquilla y en el mercado doméstico, así que el proceso tomó otra vez el rumbo de la improvisación. Es difícil deducir, a la hora de escribir este artículo, cuánto fueron alterándose los planes iniciales (no se han filtrado versiones previas del guion ni hay declaraciones que den pistas, como sí ha ido pasando con Prometheus con los años), pero sí está claro que el estudio obligó a sacar el clásico alienígena de aquella para iniciar una serie distinta, pero ahora lo quiere de vuelta, y Scott ha rodado de nuevo cambiando de ideas sobre la marcha, como si no encontrara el rumbo, anunciando cada poco tiempo que se estaba alejando cada vez más de lo visto en el capítulo inicial de esta nueva línea, dando cada vez más la impresión de que iba a dejar colgado todo lo que allí se propuso, a hacer la vista gorda y montarse un nuevo reinicio.

Pero después de todo, una vez estrenada Convenant nos encontramos con que la película es en el fondo una repetición apenas disimulada de Prometheus, que cuenta con el mismo esquema narrativo y aborda las mismas ideas aunque sea con otros protagonistas y pequeñas diferencias en los hechos. Es decir, es otra vez llegar a un planeta e ir muriendo de uno en uno en una poco inspirada aventura de suspense y acción, mientras de fondo se desarrolla un burdo ensayo sobre la fe y el creacionismo puesto en boca de personajes mediocres cuando no ridículos. Y para colmo, el intento de avanzar hacia alguna parte, cuando llega, no funciona, trae nuevas y absurdas traiciones a la serie, haciendo la historia cada vez menos atractiva y con más agujeros.

Que Scott diera un giro más reflexivo y espiritual a una saga que se aferraba a una combinación del terror alienígena con el humano (la corporación Weyland siempre fue la que nos llevaba a caer en las garras del bicho, en un clásico pero efectivo «el hombre es el peor enemigo del hombre») no tenía por qué ser malo, pues la ciencia-ficción permite ir por infinidad de caminos, e incluso se podría decir que una renovación de ideas era bastante necesaria. Pero, como en Prometheus, no se sabe en ningún momento a dónde quiere llevarnos, las cuestiones que plantea son banales, quedándose en conceptos muy primarios («¿hemos sido creados?», «yo tengo fe a ciegas»), sin profundizar lo más mínimo en ninguna ramificación y desde luego sin dar respuestas convincentes a los pocos y obtusos pensamientos planteados. Y como es de esperar, el dibujo de los personajes se topa con esa visión tan inmadura, superficial. ¿Cómo pretendes sumergirte en la espiritualidad y creencias del ser humano con una descripción tan frívola, tan pueril, del mismo? Los conflictos de creencias son delirantes, pero lo mismo se aplica al resto de dilemas, decisiones y acciones que enfrentan: no guardan lógica ni seriedad alguna. Los científicos elegidos para liderar una misión de gran importancia son memos sin formación que no respetan la cadena de mando, que se toman todo como un juego, que no entienden realmente de ciencia (ni un protocolo de seguridad e investigación decente, es todo más disparatado que en Prometheus), que se mueven por impulsos inmaduros, poniendo en peligro a sus compañeros y la misión (¡2.000 colonos criogenizados!) por el capricho de turno, sea que uno quiere hablar con la novia (abundan los romances de corte adolescente) o cualquier otra sandez.

Así pues, nos volvemos a encontrar con que los protagonistas son rematadamente estúpidos y por extensión inverosímiles, y también muy faltos de carisma, resultando cargantes desde sus primeras apariciones. Sólo se salvan los dos androides, Walter y David, encarnados ambos por Michael Fassbender. Son los únicos con una pizca de personalidad y unas motivaciones llamativas, con una evolución digna. Muestran el potencial que había y tanto se desaprovecha. La interpretación de Fassbender es de las difíciles, de las de mostrar intenciones y pensamientos ocultos con sutileza, y encima en dos personajes distintos, y está fantástico. La protagonista, Daniels, es un cero absoluto en carisma, en parte por el pobre papel de Katherine Waterson, pero sobre todo porque no presenta ninguna forma de ser concreta, ni anhelos ni metas. Su única aportación medianamente intelectual es una simplona discusión con el capitán, y el único interés que le conocemos en esta gran aventura es hacerse una cabaña en el nuevo mundo. Luego simplemente se dedica a copar todos los planos sin que sepamos qué piensa, cuánto sufre, qué quiere y qué podría hacer. En Prometheus, Noomi Rapace era capaz de levantar un personaje central inicialmente bastante tonto, pero Waterson no da la talla en ningún momento. El nuevo capitán tampoco pasa el corte menos exigente, es un panoli sin determinación ni dotes de liderazgo, otra descripción que no encaja en un tipo que ha alcanzado un puesto tan exigente, y Billy Crudup tampoco deja huella. El resto de la tripulación son peleles a los que no se les confiere identidad, y menos aún cuando empiezan a caer en los agujeros del guion. En Prometheus, aunque fueran malos personajes y acabaran haciendo el gilipollas, al menos te hacías una idea de quién era quién y a qué se dedicaba, aquí sólo he sido capaz de identificar a varios pilotos, y por supuesto no me importaba lo más mínimo lo que les pasara a ninguno de ellos, así que el resto ni te cuento.

Como es obvio, sin protagonistas con tirón es difícil enganchar, y para empeorar las cosas la aventura es rematadamente insulsa, mucho más lenta y tediosa que Alien 3, y la más previsible de toda la saga. El primer acto se hace eterno. Los líos en la nave son intrascendentes, no resultan excitantes ni sirven para exponer como es debido a los protagonistas. La llegada al planeta de turno se hace de rogar, llega sin forjar una atmósfera de intriga, sino con una parsimonia cansina, y una vez allí empieza la fiesta. Pero en el mal sentido, porque en el arco central se acumulan las tonterías hasta convertir la película en una comedia involuntaria, y garantiza risas en cantidad. Los detalles, aunque todo es predecible hasta el hartazgo, los considero reveladores, así que los dejo para luego. Pero aquí también hay un pequeño giro que salva de la más absoluta ignominia a la proyección: la trama toma una nueva perspectiva bastante prometedora cuando los dos androides se enfrascan en un duelo moral e interpretativo. Deja un par de escenas muy sugerentes y promete encaminarnos por fin hacia algo mejor…

Pero el envoltorio hace aguas por todas partes, con esas situaciones rocambolescas que tiran por tierra no sólo la consistencia global, sino cualquier intención de generar intriga o incluso terror, y finalmente esa nueva línea no termina de despegar, la cinta vuelve a decaer bastante en su tercer acto. De repente Scott se obsesiona por la acción aparatosa, cambiando el género de supuesto suspense por prácticamente una de superhéroes. Los personajes que quedan, de inútiles y pasmaos pasan a ser valerosos y resolutivos en un visto y no visto, pero además en una línea exageradísima, como si estuviéramos en un capítulo de Los Vengadores de Marvel. Pero, de nuevo, sin conexión con los protagonistas no hay manera de emocionarse, y para rematar, las secuencias de acción son tan hipertrofiadas que me sacaron por completo de una narrativa que antes era opuesta, fría, apática.

Scott se queda un poco corto donde siempre suele brillar: el aspecto audiovisual no cautiva. El acabado no es tan impactante como el de Prometheus, que conseguía ser entretenida e incluso bastante intensa en algunos tramos a pesar de sus deficiencias, ni tampoco aguanta el tipo comparada con Alien 3 y Resurrection, bastante efectivas a su manera en lo visual aunque no cogieran el punto a la esencia de la saga. Aparte de que Scott no consigue sacar nada del atroz guion, también se hacen evidentes otros motivos: se nota la falta de confianza del estudio, que le dio sesenta millones menos de presupuesto que a Prometheus, los escenarios principales carecen de originalidad y capacidad para sobrecoger (gran parte de la aventura transcurre en parajes naturales), y las partes más importantes se plantearon, supongo que por buscar algo más comercial, como de acción básica, no de atmósferas trabajadas. La recreación de la nave Covenant es bastante buena, pero en cambio el escenario nuevo que debe sorprender lo hace más bien para mal, porque no parece muy verosímil ni se aprovecha en esta narrativa tan poco estimulante. Es que el poco nivel arrastra hasta a la banda sonora, que en disco suena vibrante, a ratos espeluznante, pero en la película no cala lo más mínimo; solo el tema central de Prometheus, al que recurren un par de veces, se hace notar. Scott es bien conocido por destrozar la labor de los músicos.

Después de la leve remontada del segmento central, el tercer acto se me hizo larguísimo y el aparatoso clímax no recuperó mi atención, estaba totalmente desconectado en esas secuencias de acción desmedidas pero huecas. Y el final no mejora las impresiones. La idea de dejarlo abierto a nuevas secuelas no funciona, es un desenlace insustancial, predecible y nada atractivo de cara al futuro. Nos han engañado dos veces, pero no deberían engañarnos una tercera… ¿O no?

Sorprendentemente, las críticas profesionales son bastante correctas, poniéndola incluso por encima de Prometheus. El público es más duro, pero aun así, desde mi punto de vista, le han llovido pocos palos, porque es pésima hasta dejar atrás la serie b y caer de lleno en el cine cutre, es decir, el que hace gracia por estúpido.

Alerta de spoilers: A partir de aquí destripo a fondo con todo detalle.–

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