El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos mensuales: May 2014

Monuments Men


The Monuments Men, 2014, EE.UU.
Género: Bélico, aventuras.
Duración: 118 min.
Dirección: George Clooney
Guion: George Clooney, Grant Heslov. Novela de Robert M. Edsel y Bret Witter.
Actores: George Clooney, Matt Damon, Cate Blanchett, Bill Murray, John Goodman, Jean Dujardin, Hugh Boneville, Bob Balaban.
Música: Alexandre Desplat.

Valoración:
Lo mejor: Buen reparto, fotografía y ambientación.
Lo peor: Hecha a trozos sin conexión entre sí, es un galimatías y un rollazo.
El título: Estamos ante una de esos extraños casos en que para la versión española simplemente le quitan el «The» al título, como The Matrix, The Terminator o The Abyss. Y si en esos casos no tenía sentido, en este menos todavía.

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Qué pena que un argumento tan potente, que una perspectiva alternativa tan original y atractiva de la Segunda Guerra Mundial, que un tipo de filme con base para ofrecer una aventura como las de antaño (con la referencia de Los violentos de Kelly a la cabeza) se quedara en tan poca cosa, prácticamente en nada. George Clooney y Grant Heslov (su colaborador habitual) no han sabido adaptar bien la novela en que se basan, confeccionando un guion superficial, desestructurado y disperso incapaz de dotar de vida a los protagonistas y de dar ritmo y objetivo a una trama compuesta de capítulos anecdóticos casi sin conexión entre ellos. Son errores que se veían en otros de sus títulos en común, las sobrevaloradas Buenas noches, y buena suerte (tediosa y caótica como la aquí comentada) o Los idus de marzo (telefilme sin garra), pero aquí se ven maximizados porque la sensación de potencial desaprovechado es enorme.

A primera vista la labor de dirección de Clooney es correcta en la composición de escenas sueltas, pero sin una trama con proyección trabajada y creciente es difícil saber si la poca intensidad de la narración es fruto del guion o de falta de visión en conjunto como director. Todas las escenas tienen el mismo tempo, no hay tensión o intriga en aumento ni la elaboración de algún clímax en momentos clave. Como resultado la película es un inestable conglomerado de escenas sueltas cuyo hilo conductor (buscar y recuperar las obras de arte robadas por los nazis) no basta como nexo en común, como centro de gravedad sobre el que hacer girar los acontecimientos de manera que haya una progresión narrativa en la que sumergirse con interés y emoción.

Con los protagonistas ocurre lo mismo. Los personajes aparecen en pantalla sin más, no se expone bien quién es quién a pesar de que se nos presentan de uno en uno. De ahí nos vamos al frente, donde todo el rato están nombrando ciudades pero finalmente no tenemos ni idea de dónde estamos y cuál es la misión actual. Cuando se separan en grupos todo se viene abajo definitivamente, saltamos entre ellos sin que haya motivos claros solo para soportar anécdotas triviales y aburridas que no aportan nada al argumento: ahora fumamos, ahora un chiste, ahora echamos de menos el hogar aunque realmente no da esa sensación, ahora la escena de francotirador de turno, ahora la de «he pisado una mina»… Los intentos de humor que deberían mostrar camaradería son un desastre, pues las escenas se fuerzan demasiado para meter la gracia. La muerte de algún protagonista no impacta lo más mínimo. Los discursos narrados que aparecen de vez en cuando cansan y son otra muestra de que no sabían cómo enlazar las historias entre sí. La única línea con algo de continuidad es la relación entre Matt Damon y Cate Blanchett, pero es muy simple y no impresiona lo más mínimo.

En estas condiciones es difícil interesarse por el porvenir de los protagonistas y el desarrollo de sus aventuras. No hay sensación de esfuerzo, de trabajo, de peligro, de que se muevan realmente hacia algo, solamente saltamos entre un caso y otro. Y ninguna de estas aventuras tiene fuerza suficiente por sí sola para dejar huella, salvo los hallazgos finales, y por la importancia de estos, no porque la película impacte: el nivel de hijoputismo de los nazis fue tan grande que resulta difícil de creer todo lo que estaban haciendo.

La ambientación está bien lograda, hay buenos paisajes y escenarios pequeños pero efectivos de la guerra. Pero eso no es nada que no se consiga con dinero. El reparto es lo único llamativo, pero solo destacan por carisma, porque con los diálogos acartonados y el escaso calado emocional de los personajes ninguno puede conseguir una buena interpretación. También destaca para mal el habitual tono patriotero paternalista que se traen los estadounidenses. Ellos salvan el mundo, la cultura y la forma de vida occidental, que además es la única que vale. Hasta la música realza ese patriotismo de forma demasiado evidente y cargante, decepcionándome Alexander Desplat por primera vez.

Monuments Men es un asombroso desastre narrativo que además muestra que la carrera de George Clooney como realizador va hacia abajo en vez de hacia arriba: le falta bastante para entender los conceptos más básicos del lenguaje cinematográfico.

Jack Ryan: Operación Sombra


Jack Ryan: Shadow Recruit, 2014, EE.UU.
Género: Acción, suspense.
Duración: 105 min.
Dirección: Kenneth Branagh.
Guion: Adam Cozad, David Koepp, basados en la obra de Tom Clancy.
Actores: Chris Pine, Kevin Costner, Keira Knightley, Kenneth Branagh.
Música: Patrick Doyle.

Valoración:
Lo mejor: Fingir que no existe.
Lo peor: Guion de risa, puesta en escena mediocre, pareja protagonista sin carisma ni calidad.

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Alerta de spoilers: Hay algún ligero spoiler, si es que a alguien le preocupa.–

Sobre el papel la premisa es típica pero no tiene por qué dar algo malo. El analista que se ve metido en una gran conspiración y debe luchar por su vida, el mentor que le ayudará, el villano temible, las esperables persecuciones y tiroteos, las consabidas escenas de intriga como el asalto a la guarida del villano, y por supuesto el clímax final en una gran ciudad norteamericana. Sí, es una pena que para el reinicio de una saga empiecen por algo tan poco novedoso y no busquen algo distintivo (imposible no pensar en lo original e intensa que fue La caza del Octubre Rojo), pero el Hollywood actual es así. Lo que no es perdonable es que dieran el visto bueno a un guion que hace aguas por todas partes, más cerca de despropósitos recientes como La jungla 5 o incluso el cine cutre de Asalto al poder que de los buenos títulos de acción de finales de los ochenta y la década de los noventa, donde la saga tuvo su momento álgido y el género también (la trilogía de Jungla de cristal a la cabeza). La caza del Octubre Rojo (1990) fue un thriller ejemplar, el relanzamiento con Juego de patriotas (1992) siguió un camino más convencional pero al menos era entretenida y estaba bien rodada, y en Peligro inminente (1994) se arriesgaron y esforzaron bastante más y resultó otro thriller memorable; de Pánico nuclear (2002) no recuerdo nada (dudo que vuelva a verla alguna vez), pero aunque fuera mala difícilmente podría ser peor que la aquí analizada.

En el dichoso guion hay tantas lagunas y tonterías que tendría que ver la película otra vez para hacer una lista, pero obviamente no voy a perder el tiempo. Por ejemplo la secuencia de la cena y el asalto a la oficina del enemigo es vergonzosa: diálogos cutres, verosimilitud por los suelos, paridas informáticas lamentables, clímax pésimamente construido… Pero hay otros tantos momentos que parecen chistes de mal gusto, como la novia señalando a todos los experimentados agentes que el ataque será en Wall Street (poniendo a todos como imbéciles para realzar a un protagonista de forma forzadísima), el héroe deduciendo de la nada que el malo irá en un furgón policial de mentira y memeces sin nombre como esa furgoneta bomba que cae en la orilla y explota (instantáneamente) doscientos metros río adentro. La narración es un despropósito a todos los niveles (personajes, trama, escenas, diálogos), se va cayendo a pedazos conforme avanza y arrastra además una importante falta de credibilidad desde la poco sostenible premisa de guerra financiera. Hacia el final ya no queda nada, llegando a un lastimero anticlímax donde solo esperas que se acabe de una vez.

El nuevo Ryan no es tan llamativo como el interpretado por Alec Baldwin y Harrison Ford, que fue descrito como un analista de oficina cuya inexperiencia en la acción y el peligro se mostraba bien, logrando un héroe más original y realista que de costumbre. Este Ryan en cambio domina todo campo físico o intelectual con una habilidad pasmosa. Por suerte se trabaja un poco la idea de que sea un héroe militar con la carrera truncada por una lesión que lo llevó a estudiar economía, pero eso no justifica que se desenvuelva en otros elementos rozando la genialidad: controla las tareas de espionaje, la informática y el liderazgo de equipos como si llevara años haciéndolo. Vamos, un superhéroe sin matices con el que es difícil conectar: todo lo resuelve por su superioridad nata, no hay una evolución o aprendizaje visible, los pocos momentos en que se supone que sufre resultan muy forzados (la pelea con el asesino, que se va de madre cosa mala). Finalmente la escasa credibilidad que arrastra se va al traste por completo en la escena en que él solito averigua en un par de minutos todo el plan del atentado, donde además la tecnojerga y la ciencimagia informática valen de comodín para el vago guionista. Con un protagonista tan plano y poco atractivo no puedes vender una serie.

El resto de personajes son para el olvido. La novia metida con calzador en el argumento tenía un pase hasta que de repente la incluyen también en la acción con esa estúpida revelación de que él trabaja para la CIA, porque resulta que ella también se defiende como si llevara haciendo de espía toda su vida. El mentor es un rol plano e insípido que sirve para poco más que justificar la trama y es reutilizado de vez en cuando como agente de campo (parece que querían ahorrar en actores). El villano resulta ridículo desde su presentación, donde le pega una paliza a su médico sin venir a cuento. Y me temo que no es el último empleado que se carga. Odio los personajes en plan «soy malo porque sí», y más aun los que parecen parodias de los villanos de James Bond, el típico tío raro que quiere dominar el mundo sin razones claras. No funciona tampoco que en unos momentos parece que el héroe es el único agente en toda Rusia y cuando el guion ya no es capaz de hacer más malabares para justificarlo salen agentes de la nada. Pues si hay más gente experimentada que se encarguen ellos y no ese novato.

Los actores andan perdidísimos. Chris Pine (experto en reinicios cutres con Star Trek y la aquí analizada) es bastante regulero y no tiene carisma, aunque tengo la impresión de que se esfuerza. Keira Knightley (Piratas del Caribe) sorprende muy para mal cuando ha tenido algún buen papel (Un método peligroso): sus muecas y expresiones forzadas son horribles. Kevin Costner no aporta nada a un personaje inerte. Kenneth Branagh es el único con talento y logra alguna mirada inquietante, pero tampoco puede hacer mucho con semejante parida de rol.

La dirección de Branagh es lastimera también. ¿Qué fue del realizador atrevido e implicado en su obra que nos regaló grandes adaptaciones de Shakespeare? Se ha vendido a lo comercial de forma incomprensible. Thor era aceptable, pero su trabajo aquí es asombrosamente espantoso, dando una de las peores labores de dirección del género en los últimos años. Frío y torpe en las conversaciones y escenas de intriga, totalmente perdido en las de acción. A pesar de ser un thriller no hay tensión ni intriga en los momentos clave, que dan más risa que otra cosa. La acción carece de originalidad y sentido del espectáculo: qué chapuceras resultan las persecuciones y tiroteos, qué difícil enterarse de algo o ver una pizca de espectacularidad. La imitación al estilo Bourne, tan esperable como innecesaria, fracasa estrepitosamente, y la comparación con las excelentes labores de John McTiernan y Phillip Noyce en la trilogía original… bueno, mejor ni hacerla, juegan en otra liga.

Es un pésimo refrito de Bourne, Misión imposible y El pacificador, y en algún momento me ha traído a la memoria a la magistral serie Rubicon… Esa sí es lo que debería ser una obra sobre Jack Ryan. Los productores han tenido suerte de que costó poco (unos escasos sesenta millones) y por ello su tibia recaudación de 140 millones no se considerará un fracaso monetario. La crítica y recepción del público ha sido floja aunque no tan mala como cabe esperar ante tal bazofia (qué triste que la gente sea tan poco exigente hoy día), pero todo apunta a que por suerte no se convertirá en una serie. Mejor olvidar que existe y empezar otra vez, esta vez con un guion serio y un realizador que se esfuerce algo más. O mejor todavía, que continúen con Jack Reacher, esa sí que apuntaba maneras y sabía recuperar el estilo del género.

Elizabeth: La Edad de Oro


Elizabeth: The Golden Age, 2007, EE.UU. Reino Unido, Francia, Alemania.
Género: Drama, histórico.
Duración: 114 min.
Dirección: Shekhar Kapur.
Guion: Michael Hirst, William Nicholson.
Actores: Cate Blanchett, Clive Owen, Geoffrey Rush, Jordi Mollà, Samantha Morton, Abbie Cornish, Eddie Redmayne.
Música: Craig Armstrong.

Valoración:
Lo mejor: Mejoras en la ambientación, un tramo final bastante espectacular. Cate Blanchett de nuevo dando un recital inolvidable.
Lo peor: Le cuesta bastante arrancar, no parece tener un argumento bien definido.
Mejores momentos: La correcta recreación de la batalla naval.

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Si bien el tener el doble de presupuesto que Elizabeth (unos cincuenta millones) le permite una mejor recreación de la época y mostrar eventos más llamativos (la famosa batalla contra la armada española), lo cierto es que ni desde el guion ni desde la puesta en escena Michael Hirst y Shekhar Kapur corren riesgo alguno. El esquema narrativo de hecho se asemeja demasiado, habiendo cambiado muy poca cosa aparte de nombres de personajes, así que acabamos teniendo la misma historia de la monarca enfrentada a enemigos lejanos y ausentes gran parte del relato, conflicto que Hirst no es capaz de materializar con la fuerza necesaria. Felipe II sustituye a Norfolk, pero a pesar del poder de su armada como personaje dice más bien poco. La pretendiente al trono María Stuart tiene la misma escasa presencia que Marie de Guise. Encontramos también la misma dinámica en la corte: los intentos de matrimonios con pretendientes que aportan algo de humor, el amigo fiel con quien parece que va a mantener una relación amorosa y los consejeros principales poco interesantes.

Como en el capítulo previo, unos personajes son aceptables y otros quedan bastante desdibujados y desaprovechados. Jordi Mollá como Felipe está rarísimo, habla como un telegrama, como si tuviera algún problema mental, dando la sensación de que el personaje se caricaturiza. No llega al destroce que hicieron con María Tudor, eso sí. María Stuart deja mejor impresión por el entusiasta papel de Samantha Morton, porque también es una amenaza demasiado lejana como para causar desazón por el porvenir de la protagonista. Clive Owen como Walter Raleigh, el pirata del que Elizabeth se encapricha, resulta mucho más interesante como amigo y casi amante que el soso de Joseph Fiennes. El asesino interpretado por Eddie Redmayne causa tan poca impresión como el de Daniel Craig. Francis Walsingham (Geoffrey Rush) está bastante desaparecido y del resto de consejeros no recuerdo a ninguno a los pocos días de terminar el visionado. No se expone mal la madurez de Elizabeth, aunque tampoco brilla de manera destacable y de nuevo es Cate Blanchett quien realza el personaje, mostrando magistralmente todo el tormento interno que vive ante la amenaza de la guerra y durante los líos de romances y amistades malogrados.

La intriga, tanto los intentos de derrocarla asesinándola como mediante la guerra, navega a medio gas sin mostrar muchas veces un rumbo claro, con lo que el relato resulta poco intenso, se resiente en varias partes y no da la sensación de sepa muy bien hacia dónde se dirige. Aun así, no decae como para hablar de un mal relato, y por suerte una parte clave de la historia luce medianamente bien: la batalla naval no es grande o extraordinaria, pero sí bastante espectacular. Por ese tramo final más ambicioso deja mejor recuerdo que su predecesora, pero echando la vista atrás tampoco se ve ninguna trama realmente llamativa y los personajes no dan mucho de sí a pesar del potencial. La crítica en cambio fue más tibia, y el resultado en taquilla también empeoró a pesar de que aprovechando el tirón de la primera se estrenó en tres veces más cines.

Pompeya


Pompeii, 2014, EE.UU.
Género: Aventuras.
Duración: 105 min.
Dirección: Paul W. S. Anderson.
Guion: Janet Scott Batchler, Lee Batchler, Michael Robert Johnson.
Actores: Kit Harington, Carrie-Anne Moss, Emily Browning, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Jared Harris, Kiefer Sutherland.
Música: Clinton Shorter.

Valoración:
Lo mejor: Entretiene si pones las expectativas al mínimo.
Lo peor: Compendio superficial y vulgar de tópicos, toda escena se ve venir de antemano.

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Otro producto comercial destinado a la taquilla fácil, donde los productores esperan que una historia básica y unos cuantos efectos especiales bastarán para contentar al espectador nada exigente. El guion es algo secundario. Coge de aquí y de allá todos los tópicos de las películas de aventuras (descarado el inicio a lo Conan) y céntrate en los fuegos artificiales, le dicen al pobre currante. Nada nuevo, nada inesperado. Lo que sí sorprende es que a la mezcla no le peguen ni un repaso, porque darle un poco de énfasis, intensidad, personalidad y originalidad sabemos que no lo van a hacer. En un momento dado un personaje dice «Puede sobrevivir 10 minutos», como si los romanos tuvieran medidas de tiempo modernas, y nadie se dio cuenta del ridículo fallo.

Como resumen o recopilatorio poco trabajado los topicazos se acumulan hasta resultar una de las películas más previsibles, superficiales, acartonadas y lineales que pueda recordar (en la línea de 47 Ronin). Todo en ella es algo que se ha visto antes de una forma u otra. El héroe silencioso y marginado, el amigo que se convierte en inseparable, el malo de manual que es hijo puta por que sí, la princesa simpática, sus padres atontaos… Las fases de la narración siguen también todos los patrones esperables: se sabe de sobra que los papis morirán trágicamente, el villano querrá para sí a la princesa, el héroe luchará contra enemigos humanos y la naturaleza, etc., etc. Escena a escena también se acumulan clichés cansinos, como que todo el mundo muera mientras el héroe se pasea por las calles sin que nada le caiga encima. Si ni siquiera se esfuerzan por forjar la obligatoria sensación de peligro, ¿cómo esperan que nos impliquemos? Sabemos en todo momento lo que va a suceder, cuándo los buenos sufrirán y cuándo el malo morirá humillado y la pareja se reencontrará aunque sea para morir abrazaditos. Los actores no pueden hacer mucho con personajes tan planos, y a Kit Harington le falta carisma para levantar una figura central de este tipo, ese que sí tiene por ejemplo su compañero Adewale Akinnuoye-Agbaje. Hasta la música es un refrito facilón del género, de hecho, incluso tiene temas de la serie Spartacus para rellenar.

Con cien millones de presupuesto la considero una superproducción de primer orden, pues aunque las más gordas estén rozando los doscientos desde hace pocos años estas son casos aislados y de reembolso asegurado. Pero es un dinero que no luce del todo. Cumple en algunos casos, pues los paisajes, la ciudad y el volcán explotando son bastante efectivos (aunque no tanto como para transmitir realismo completo y dar un espectáculo que impresione), pero en otros falla bastante, pues las pantallas de fondo a veces cantan mucho (las carreras finales por la ciudad en plena destrucción son bastante malas, por ejemplo). La labor de dirección de Paul W.S. Anderson (Horizonte final es lo único restacable de su currículo, una serie b aceptable) resulta normalita sin más, aunque también falla en momentos clave, como la citada persecución final, muy mal resuelta. El vestuario es digno pero arrastra un tópico que me resulta sorprendente dada la cantidad de material histórico disponible: ¿por qué se empeña Hollywood en que los romanos se chiflan por los brazaletes ornamentados hasta el punto de que a veces parece que llevan armaduras de los Caballeros del Zodiaco? Los hombres llevaban los brazos libres siempre.

Por suerte, aunque sea un relato tan desganado que a veces resulta enervante y su calado emocional es mínimo, salvo un par de momentos puntuales (ese cuello de caballo roto casi sin esfuerzo) no cae en lo cutre, en la vergüenza ajena, no llega a ser realmente mala o estúpida. Pero a fin de cuentas es otro título comercial que roza el insulto al espectador por el poco esfuerzo que se ha puesto en su confección, y aunque resulta lo suficientemente simpático y aceptable como para no dar asquito sí deja completamente indiferente, y viendo las críticas para muchos ha resultado tiempo malgastado. Si desconectas se puede ver, ¿pero merece la pena el esfuerzo?

Elizabeth


Elizabeth, 1998, EE.UU., Reino Unido.
Género: Drama, histórico.
Duración: 124 min.
Dirección: Shekhar Kapur.
Guion: Michael Hirst.
Actores: Cate Blanchett, Geoffrey Rush, Christopher Eccleston, Joseph Fiennes, Richard Attenborough, Fanny Ardant, Vincent Cassel, Kathy Burke.
Música: David Hirschfelder.

Valoración:
Lo mejor: Cate Blanchett dándose a conocer a lo grande.
Lo peor: Poco ritmo y savia. Personajes poco llamativos.
Mejores momentos: Su salida triunfal del Parlamento. La llegada del duque de Anjou.

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Antes de su mejor obra, la magnífica serie Los Tudor, el guionista Michael Hirst se dio a conocer y mostró su pasión por la historia, sobre todo la inglesa, con Elizabeth, una película menor (el presupuesto fue de unos escasos veinte millones de dólares) que sin embargo tuvo gran recepción en crítica y taquilla, sin duda empujada por la presencia arrolladora de una por entonces desconocida Cate Blanchett, porque la película en sí no es muy llamativa. La idea de Hirst era hacer una trilogía mostrando el largo e importante reinado de Elizabeth I (o Isabel), la más célebre e influyente de los monarcas ingleses. La última entrega estaría finalmente confirmada a la hora de publicar este artículo, después de dudar si se haría porque la segunda parte no repitió el éxito de la primera.

La intensidad y alcance de la narración es escasa a pesar de centrarse en figuras y eventos de gran importancia. El primer problema que salta a la vista es que los personajes son algo irregulares. María Tudor (Kathy Burke) es mostrada de forma tan caricaturesca que provoca vergüenza ajena, y seguro que a más de uno lo predispone en contra del resto de la película. Norfolk (Christopher Eccleston) se supone el gran enemigo de Elizabeth y está desaparecido la mayor parte del metraje, con el resultado de que no parece una amenaza real. El papado sale de refilón, con lo que tampoco es un enemigo tangible, y el asesino enviado (Daniel Craig) tampoco tiene la presencia necesaria para causar temor. James Frain encarna un personaje que ya ni recuerdo qué hacía, y si menciono su presencia es porque luego estaría en Los Tudor en un papel memorable: Thomas Cromwell. El amigo fiel de Elizabeth, Robert Dudley, no está mal (el amago de romance es interesante), pero Joseph Fiennes es un actor muy limitado y termina de conseguir que sea un rol bastante sosete. Richard Attenborough como el consejero anciano y sabio tampoco llama mucho la atención porque no se aparta de esa posición tan tópica. Marie de Guise (Fanny Ardant) es otro enemigo demasiado lejano y ausente como para generar intriga. El protector Francis Walsingham (Geofry Rush) es el más atractivo, pero aparte de cargarse a Marie también da la sensación de que en gran parte del metraje está muy desaprovechado.

En cuanto a la figura central, tampoco es perfecta. Tardan mucho en mostrarse las motivaciones y tribulaciones de Elizabeth. Hasta que no empieza a oponerse a la guerra no hace nada, solo está ahí mientras pasan unas pocas cosas. No queda claro si quiere ser reina o no, si pretende luchar por una causa u otra, qué piensa sobre la actitud de María… A la larga alguna buena escena muestra su crecimiento y maduración, pero esta sale de la nada, no se ve un proceso de cambio tangible. La parte en que planta cara al Parlamento es excelente, por ejemplo. Los líos matrimoniales se tratan mejor que la parte política, con la relación con Robert y larga parte dedicada al francés Duque de Anjou (Vincent Cassel), que además es divertidísima. Pero si el personaje termina llegando con gran fuerza es por la colosal interpretación de Cate Blanchett, de hecho, da la sensación de que si vemos una transición es porque ella lo refleja mejor que el guion, mostrándola magistralmente: tímida al principio, llena de dudas y temores en el tramo central y endureciéndose hacia el final. El papelón que nos regala además de virtuoso derrocha carisma de forma espectacular, logrando destacar en la temporada de premios a lo grande.

La trama política está a la par que los protagonistas: a medio gas, sin una definición y un rumbo claro y consistente. Por ello el ritmo se resiente, como si la película amagara con empezar una y otra vez sin llegar a hacerlo. El relato acaba con la ejecución de los oponentes, pero no se narra con la energía necesaria para dar la sensación de que Elizabeth ha ganado su trono con esfuerzo y tesón. Además, supongo que para intentar sintetizarlo todo en unos minutos, Hirst se aparta bastante de la historia con el final de varios personajes.

La dirección es correcta sin más, aunque a veces Shekhar Kapur abusa del traveling alrededor del personaje que habla, como si quisiera con ello dar ritmo, pero resulta un tanto artificial. Los escenarios están algo limitados (se nota sobre todo comparando con la segunda parte, que contó con mayor presupuesto) de forma que parece más la Alta Edad Media que el principio del Renacimiento, pero el vestuario es excelente. La música destaca por el ostentoso y magnífico tema principal, y luego se mantiene muy bien en segundo plano en un tono más comedido.

Está claro que la película es Cate Blanchett, y por ella llegó mucho más lejos de lo que su categoría de telefilme le hubiera permitido llegar. Agarró varias nominaciones importantes (¡siete a los Oscar!, solo merecida la de vestuario) y tuvo una taquilla decente (algo más de ochenta millones), pero lo que más sorprende es que las críticas fueron bastante entusiastas para lo poco que ofrece. Se deja ver si te gusta el género histórico, pero con el aviso de que no tiene acción ninguna, los personajes son poco llamativos y la trama carece de pegada.

Lovelace


Lovelace, 2013, EE.UU.
Género: Drama, biografía.
Duración: 93 min.
Dirección: Rob Epstein, Jeffrey Friedman.
Guion: Andy Bellin.
Actores: Amanda Seyfried, Sharon Stone, Peter Sarsgaard, Robert Patrick, Chris Noth, Bobby Cannavale, James Franco, Juno Temple, Adam Brody.
Música: Stephen Trask.

Valoración:
Lo mejor: Buen reparto. Correcto drama una vez arranca.
Lo peor: Su primer tramo es insustancial y nada novedoso.
Mejores momentos: La escena de «menuda bestia en la cama» revisitada, donde descubrimos que era una paliza.

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El tramo inicial no apunta buenas maneras. Promete otro biopic con tono de telefilme: narración convencional, sin garra, sin elementos distintivos. Una adolescente que quiere ver mundo y sentirse libre está encorsetada en las costumbres de la época y controlada por unos estrictos padres (atención a la irreconocible Sharon Stone), pero conoce a un hombre mayor que promete darle esa vida deseada y se casa esperando una liberación. Sin embargo los primeros pasos del matrimonio no son fáciles, y entre una cosa y otra acaba actuando en una película porno. Esta es Garganta profunda (Deep Throat, 1972), que inesperadamente resultó un éxito enorme.

Llegados a este punto estaba convencido de que no tenía nada que ofrecer, pero por suerte mejora bastante cuando cambia el punto de vista, cuando a través de los flashbacks que reescriben lo narrado vemos el lado malo de la fulgurante y breve carrera de Linda Lovelace: abusos, maltratos… Era un objeto para su esposo y la industria, una forma de ganar dinero. No va a dejar de ser un melodrama bastante básico, pero al menos se pone algo de esfuerzo en darle algo de originalidad, lo que permite pasar del sopor al interés y prestar más atención a la odisea de la protagonista. Los personajes están bien dibujados (solo el marido falla, al deshumanizarlo para ponerlo como villano sin más profundidad), los diálogos son correctos, la recreación de la época funciona y hay unas pocas buenas escenas aquí y allá. Terminamos con la esperable reconciliación con los padres y con el mundo, que es también previsible pero bastante bonita.

No deja nada para el recuerdo, pero no es tiempo perdido. Lo que más me ha mosqueado es que Amanda Seyfried haya decidido desnudarse ahora que se ha vendido a Hollywood, volviéndose anoréxica, y no antes (Big Love, Veronica Mars), cuando era una bomba de mujer. ¿Adónde han ido sus curvas? En el resto del reparto aparecen numerosas figuras de escasa fama pero calidad comprobada en grandes papeles televisivos o secundarios en el cine: Peter Sarsgaard, Robert Patrick, Chris Noth, Bobby Cannavale, James Franco haciendo un papel loco de los suyos (imitando a Hugh Hefner) y la estrella emergente Juno Temple, entre otros.

Rompenieves


Snowpiercer, 2013, EE.UU., Francia, Corea del Sur, República Checa.
Género: Ciencia-ficción, distopía, drama.
Duración: 115 min.
Dirección: Joon-ho Bong.
Guion: Joon-ho Bong, Kelly Masterson, basados en la novela gráfica de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette.
Actores: Chris Evans, Jamie Bell, Tilda Swinton, John Hurt, Ed Harris, Octavia Spencer, Kang-ho Song, Alison Pill, Ah-sung Ko.
Música: Marco Beltrami.

Valoración:
Lo mejor: Reparto, decorados.
Lo peor: Todo lo demás: refrito inconsistente de todos los clichés del género.

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Alerta de spoilers: Hay ligeros spoilers sobre el argumento, no recomiendo leer si quieres verla sin saber nada.–

El director surcoreano Bong Joon-ho pegó el pelotazo de forma internacional con The Host, aunque no fuera una gran película (ya se sabe que las modas son impredecibles), lo que le ha permitido dar el paso a crear una co-producción rodada en Europa con reparto anglosajón para venderla directamente al mundo entero. Pero lo sorprendente es que en vez de ofrecer una cinta comercial se ha empeñado en hacer una obra de ciencia-ficción rarita, de esas que los cuatro fans del género esperamos con entusiasmo pero el resto del planeta pone poco interés o quizá ni se entera de que existe, porque las distribuidoras se asustan y no la estrenan como es debido. Vamos, que ha vacilado a todo el mundo.

Rompenieves se basa en la novela gráfica francesa Le Transperceneige, y trata sobre un mundo postapocalíptico donde por culpa de un fallido experimento contra el cambio climático nos hemos sumergido en una edad de hielo. La población humana casi se ha extinguido, solo sobreviven los pasajeros de un tren que circula sin cesar, en plan arca. Pero estos pasajeros están divididos en dos estratos sociales, los ricos y los pobres, y la pugna constante pone en peligro la supervivencia del hombre.

No sé qué tal resulta la propuesta en el cómic originario, pero la traslación de Joon-ho es un desastre impresionante. La catástrofe es fruto de una mezcolanza sin cohesión ni equilibrio de ideas, géneros, estilos, referencias… Es inevitable citar un ejemplo con el que guarda bastantes similitudes: Matrix. Aquélla sí supo reunir ideas clásicas y bastante vistas de forma que el relato en su conjunto brillase como algo rematadamente original. Rompenieves hace agua por todas partes: las referencias cantan a imitación barata, las ideas y pensamientos que puede dar el género se disipan por la ineficaz narrativa, la puesta en escena no logra aprovechar el prometedor entorno.

El relato parte de una idea bastante antigua, la clase obrera contra la clase dirigente, tratada en plan distopía, es decir, ciencia-ficción de corte social y filosófico como las clásicas novelas Un mundo feliz, Fahrenheit 451, 1984 o la menos conocida pero igual de fascinante Este día perfecto. En cine no hay muchas obras realmente destacables más allá de Metrópolis y Matrix, pero el fan recordará también las recientes V de Vendetta (basada en otra novela gráfica, y siendo una cinta asombrosamente sobrevalorada) o la prometedora pero fallida Equilibrium. Pero se aferra a las bases del género demasiado, de forma que cada elemento resulta enormemente predecible. Los personajes son monocromáticos clichés andantes: tenemos el anciano sabio, el héroe que atacará el sistema, el amigo fiel y el villano todopoderoso (en plan arquitecto de Matrix o líder de Este día perfecto de forma nada disimulada). De la misma forma la aventura da los pasos más previsibles sin esforzarse lo más mínimo por distanciarse de ellos o aportar algo distintivo: despertar, conocimiento, lucha, revelación, cambio de juego. El final está en la misma onda: lo hemos visto mil veces, y los cutres intentos de sorprender empeoran las cosas. En los detalles del entorno, en lo visual y en momentos puntuales aquí y allá recuerda demasiado a todas esas obras citadas, pero también trae a la memoria varios videojuegos representativos de los últimos años: Portal, Bioshock, Metro… Por ejemplo, los videos en plan retro con los que lavan el cerebro al ciudadano son calcados a los de los dos primeros títulos.

Por si fuera poco, ya desde la premisa la escasa credibilidad de la propuesta es enorme, con lo que el salto de fe que hay que hacer para conectar con el universo presentado es difícil de superar. ¿Casi veinte años encerrados en un tren? Es realmente dudoso en cuestión de supervivencia, en que el equilibrio social se mantenga tanto tiempo, y sobre todo que con la catástrofe planetaria nada lo haya hecho descarrilar o frenarse. Además las inverosimilitudes, las cosas imposibles o mal explicadas (la escuela para niños está pasando la discoteca donde la gente está drogada hasta las cejas, algo realmente absurdo), se acumulan y acumulan, de forma que se acrecienta la sensación de que el guion es un refrito poco meditado.

El intento de darle la vuelta a todo, de aportar algo nuevo, llega tarde y mal. Una vez se ha presentado el argumento, el entorno, los protagonistas y se ha iniciado la revolución de turno de la forma más predecible, lineal y monótona posible, la película intenta tirar por el surrealismo a lo Jean-Pierre Jeunet (Delicatessen, La ciudad de los niños perdidos), por forzar en cada capítulo de la aventura un pequeño cambio de juego y estilo. Pero el intento fracasa estrepitosamente. Ahora es seria, ahora absurda, ahora surrealista, ahora alegórica, ahora psicológica, ahora de acción tonta, ahora de ciencia-ficción… Cuando es seria peca de inverosímil y anodina a la vez, cuando tira hacia el absurdo se adentra en el cine cutre, con el surrealismo no logra un tono que provoque emociones y haga pensar en vez de parecer diarrea narrativa, la parte intelectual es de postín y superficial a pesar de su pretenciosidad, la ciencia-ficción no aporta nada sustancioso, y menos original, y la acción es rebuscada hasta resultar a veces ridícula.

El cambio de tono en cada capítulo solo se logra en los decorados, todos magníficos, porque la puesta en escena no está a la altura. Cuando Joon-ho busca acción intensa la cámara en mano la maneja muy mal: la pelea principal en el ecuador del relato (al pasar sobre el puente) es un esperpento. Cuando aborda la acción desde la coreografía y el intento de forjar un aura embelesadora (habitual en el cine asiático) el cambio de ritmo es fatídico: la parte de las saunas no está mal fotografiada, pero el tempo hace aguas, porque frena el segmento más intenso para meter un par de innecesarias florituras visuales.

Aparte de los impresionantes decorados el reparto es lo único rescatable. Chris Evans como el héroe está irreconocible, tanto por la barba como por su interpretación oscura y con cambios de estado de ánimo bien mostrados (de desmoralizado a heroico). Ed Harris, Tilda Swinton y John Hurt son valores seguros. Secundarios de nivel hay unos pocos. Y el director se trae a la estrella coreana Song Kang-ho… Lo que no sé es si no se ha esforzado por aprender inglés o solo habla coreano como homenaje al país.

Rompenieves no consigue, a pesar de tanto enredo, quitarse el sabor a distopía predecible y mal narrada. Tiene un pie en el cine cutre, de ese que es tan malo que te ríes, pero el otro está en el cine horrible, con lo que se hace pesada más que divertida. Un despropósito.