Snowpiercer, 2013, EE.UU., Francia, Corea del Sur, República Checa.
Género: Ciencia-ficción, distopía, drama.
Duración: 115 min.
Dirección: Joon-ho Bong.
Guion: Joon-ho Bong, Kelly Masterson, basados en la novela gráfica de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette.
Actores: Chris Evans, Jamie Bell, Tilda Swinton, John Hurt, Ed Harris, Octavia Spencer, Kang-ho Song, Alison Pill, Ah-sung Ko.
Música: Marco Beltrami. |
Valoración:
Lo mejor: Reparto, decorados.
Lo peor: Todo lo demás: refrito inconsistente de todos los clichés del género.
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—Alerta de spoilers: Hay ligeros spoilers sobre el argumento, no recomiendo leer si quieres verla sin saber nada.–
El director surcoreano Bong Joon-ho pegó el pelotazo de forma internacional con The Host, aunque no fuera una gran película (ya se sabe que las modas son impredecibles), lo que le ha permitido dar el paso a crear una co-producción rodada en Europa con reparto anglosajón para venderla directamente al mundo entero. Pero lo sorprendente es que en vez de ofrecer una cinta comercial se ha empeñado en hacer una obra de ciencia-ficción rarita, de esas que los cuatro fans del género esperamos con entusiasmo pero el resto del planeta pone poco interés o quizá ni se entera de que existe, porque las distribuidoras se asustan y no la estrenan como es debido. Vamos, que ha vacilado a todo el mundo.
Rompenieves se basa en la novela gráfica francesa Le Transperceneige, y trata sobre un mundo postapocalíptico donde por culpa de un fallido experimento contra el cambio climático nos hemos sumergido en una edad de hielo. La población humana casi se ha extinguido, solo sobreviven los pasajeros de un tren que circula sin cesar, en plan arca. Pero estos pasajeros están divididos en dos estratos sociales, los ricos y los pobres, y la pugna constante pone en peligro la supervivencia del hombre.
No sé qué tal resulta la propuesta en el cómic originario, pero la traslación de Joon-ho es un desastre impresionante. La catástrofe es fruto de una mezcolanza sin cohesión ni equilibrio de ideas, géneros, estilos, referencias… Es inevitable citar un ejemplo con el que guarda bastantes similitudes: Matrix. Aquélla sí supo reunir ideas clásicas y bastante vistas de forma que el relato en su conjunto brillase como algo rematadamente original. Rompenieves hace agua por todas partes: las referencias cantan a imitación barata, las ideas y pensamientos que puede dar el género se disipan por la ineficaz narrativa, la puesta en escena no logra aprovechar el prometedor entorno.
El relato parte de una idea bastante antigua, la clase obrera contra la clase dirigente, tratada en plan distopía, es decir, ciencia-ficción de corte social y filosófico como las clásicas novelas Un mundo feliz, Fahrenheit 451, 1984 o la menos conocida pero igual de fascinante Este día perfecto. En cine no hay muchas obras realmente destacables más allá de Metrópolis y Matrix, pero el fan recordará también las recientes V de Vendetta (basada en otra novela gráfica, y siendo una cinta asombrosamente sobrevalorada) o la prometedora pero fallida Equilibrium. Pero se aferra a las bases del género demasiado, de forma que cada elemento resulta enormemente predecible. Los personajes son monocromáticos clichés andantes: tenemos el anciano sabio, el héroe que atacará el sistema, el amigo fiel y el villano todopoderoso (en plan arquitecto de Matrix o líder de Este día perfecto de forma nada disimulada). De la misma forma la aventura da los pasos más previsibles sin esforzarse lo más mínimo por distanciarse de ellos o aportar algo distintivo: despertar, conocimiento, lucha, revelación, cambio de juego. El final está en la misma onda: lo hemos visto mil veces, y los cutres intentos de sorprender empeoran las cosas. En los detalles del entorno, en lo visual y en momentos puntuales aquí y allá recuerda demasiado a todas esas obras citadas, pero también trae a la memoria varios videojuegos representativos de los últimos años: Portal, Bioshock, Metro… Por ejemplo, los videos en plan retro con los que lavan el cerebro al ciudadano son calcados a los de los dos primeros títulos.
Por si fuera poco, ya desde la premisa la escasa credibilidad de la propuesta es enorme, con lo que el salto de fe que hay que hacer para conectar con el universo presentado es difícil de superar. ¿Casi veinte años encerrados en un tren? Es realmente dudoso en cuestión de supervivencia, en que el equilibrio social se mantenga tanto tiempo, y sobre todo que con la catástrofe planetaria nada lo haya hecho descarrilar o frenarse. Además las inverosimilitudes, las cosas imposibles o mal explicadas (la escuela para niños está pasando la discoteca donde la gente está drogada hasta las cejas, algo realmente absurdo), se acumulan y acumulan, de forma que se acrecienta la sensación de que el guion es un refrito poco meditado.
El intento de darle la vuelta a todo, de aportar algo nuevo, llega tarde y mal. Una vez se ha presentado el argumento, el entorno, los protagonistas y se ha iniciado la revolución de turno de la forma más predecible, lineal y monótona posible, la película intenta tirar por el surrealismo a lo Jean-Pierre Jeunet (Delicatessen, La ciudad de los niños perdidos), por forzar en cada capítulo de la aventura un pequeño cambio de juego y estilo. Pero el intento fracasa estrepitosamente. Ahora es seria, ahora absurda, ahora surrealista, ahora alegórica, ahora psicológica, ahora de acción tonta, ahora de ciencia-ficción… Cuando es seria peca de inverosímil y anodina a la vez, cuando tira hacia el absurdo se adentra en el cine cutre, con el surrealismo no logra un tono que provoque emociones y haga pensar en vez de parecer diarrea narrativa, la parte intelectual es de postín y superficial a pesar de su pretenciosidad, la ciencia-ficción no aporta nada sustancioso, y menos original, y la acción es rebuscada hasta resultar a veces ridícula.
El cambio de tono en cada capítulo solo se logra en los decorados, todos magníficos, porque la puesta en escena no está a la altura. Cuando Joon-ho busca acción intensa la cámara en mano la maneja muy mal: la pelea principal en el ecuador del relato (al pasar sobre el puente) es un esperpento. Cuando aborda la acción desde la coreografía y el intento de forjar un aura embelesadora (habitual en el cine asiático) el cambio de ritmo es fatídico: la parte de las saunas no está mal fotografiada, pero el tempo hace aguas, porque frena el segmento más intenso para meter un par de innecesarias florituras visuales.
Aparte de los impresionantes decorados el reparto es lo único rescatable. Chris Evans como el héroe está irreconocible, tanto por la barba como por su interpretación oscura y con cambios de estado de ánimo bien mostrados (de desmoralizado a heroico). Ed Harris, Tilda Swinton y John Hurt son valores seguros. Secundarios de nivel hay unos pocos. Y el director se trae a la estrella coreana Song Kang-ho… Lo que no sé es si no se ha esforzado por aprender inglés o solo habla coreano como homenaje al país.
Rompenieves no consigue, a pesar de tanto enredo, quitarse el sabor a distopía predecible y mal narrada. Tiene un pie en el cine cutre, de ese que es tan malo que te ríes, pero el otro está en el cine horrible, con lo que se hace pesada más que divertida. Un despropósito.