El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos mensuales: agosto 2014

La fuente de la vida


The Fountain, 2006, EE.UU.
Género: Drama.
Duración: 96 min.
Dirección: Darren Aronofsky.
Guion: Darren Aronofsky.
Actores: Hugh Jackman, Rachel Weisz, Ellen Burstyn, Sean Patrick Thomas.
Música: Clint Mansell.

Valoración:
Lo mejor: La hábil conjunción de fotografía, música y dirección y la alternancia de realidad y fantasía crean un relato hermoso y cautivador. El reparto está muy bien.
Lo peor: Quizá le falta algo de ritmo al principio.

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Un investigador llamado Tom se obceca con hallar la cura del cáncer que está acabando con la vida de su amada Izzi. Mientras él se hunde emocionalmente y es incapaz de aprovechar lo que tiene (su sólida relación amorosa), ella abraza su destino con resignación y absorbe cada instante para atesorarlo, y vierte sus sentimientos en una novela en la que traslada sus vivencias a la época de los conquistadores españoles.

Darren Aronofsky elabora un ensayo sobre la obsesión humana por sobreponerse a la muerte, o dicho de otra forma, por el miedo a la misma y cómo este puede precisamente impedirnos vivir con normalidad. Lo que empieza como un drama sobre una pareja en momentos difíciles pronto se transforma en un relato de tono poético recreado con gran imaginería visual a través de tres narraciones paralelas que se entremezclan complementándose y dándose sentido una a la otra. Puede que le cueste un rato arrancar, pero cuando lo hace nos introducimos en un viaje profundamente conmovedor y muy hermoso.

En su brillante labor de dirección de Aronofsky juega con un sinfín de recursos con gran inspiración, manejando sabiamente la distancia (escenas grabadas desde el techo o la habitación contigua) y la cercanía (primerísimos planos) así como las diferentes atmósferas (la agobiante selva contra la luminosa esfera) para alternar entre tristeza y consuelo, entre soledad y calor humano, entre inquietud y esperanza. Y por si fuera poco maneja el tono y ritmo de forma magistral, generando una atmósfera embelesadora de intensidad creciente (aunque no en un estilo tan extremista como en Réquiem por un sueño) que lleva a una explosión final a modo de revelación o iluminación. El excelente trabajo de los actores Hugh Jackman, Rachel Weisz y Ellen Burstyn y la sublime combinación de virtuosa fotografía y expresiva y enérgica banda sonora ponen la puntilla a una experiencia que no deja indiferente a nadie.

Lejos de inclinarse hacia la tragedia Aronofsky apuesta por una evidente fábula con moraleja. Además, aunque sin duda no es una obra apta para todos los paladares, nunca se excede con un estilo farragoso o críptico, el relato es fácilmente inteligible, no como la parida pretenciosa de Terence Malick, El árbol de la vida, que también hablaba sobre el proceso de la vida y la muerte. Incluso los momentos más profundos se pueden entender sin mucho esfuerzo: el final sólo se le escapará a los espectadores poco dados a reflexionar (aunque por desgracia son millones).

Alerta de spoilers: Describo el final y sus implicaciones.–

El conquistador convirtiéndose en hierba al catar el árbol de la vida y la nave que llega a Xibalba y explosiona fusionándose con las estrellas reflejan lo obvio: que la única inmortalidad que hay es el ciclo de la vida, donde nuestra muerte da paso a nueva vida. Aunque sea tarde para haber aprovechado los últimos días con Izzi, a Tom finalmente le llega la revelación y acaba plantado una semilla para que un árbol crezca alimentándose del cuerpo de ella, liberándose así del tormento que le causaba no aceptar la muerte como algo natural e inevitable.

The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro


The Amazing Spider-Man 2, 2014, EE.UU.
Género: Superhéroes.
Duración: 142 min.
Dirección: Marc Webb.
Guion: Alex Kurtzman, Roberto Orci, Jeff Pinkner.
Actores: Andrew Garfield, Emma Stone, Jamie Foxx, Dane DeHaan, Colm Feore, Sally Field.
Música: Hans Zimmer.

Valoración:
Lo mejor: Si no esperas nada puede resultar entretenida.
Lo peor: Batiburrillo de personajes y tramas bastante inestable. Larguísima y descentrada. Efectos especiales flojos tirando a malos.

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Alerta de spoilers: Si a estas alturas no conoces el momento clave de la relación de Peter y Gwen habrá spoilers gordos. —

He intentado pensar y plasmar cómo es posible que una saga tan innecesaria, intrascendente y estulta puede tener tantísimo éxito, pero no soy capaz de darle sentido. Además, es evidente que las hay peores. El público es así de poco exigente y fácil de atraer a ver las mismas historias una y otra vez. Setecientos millones hizo la primera entrega, otros setecientos la segunda. La tercera y capítulos paralelos ya están en marcha.

Dos horas y veinte minutos de peleas con numerosos villanos, líos amorosos, fantasmas del pasado acosándole, la responsabilidad de ser superhéroe sobre sus hombros… Dos horas veinte y… ¿ha madurado algo el héroe, hemos disfrutado con sólidos y atractivos personajes secundarios, ha dejado la contienda buenos dilemas éticos o tan siquiera ha sido entretenida y espectacular? Nada de nada, todo es intrascendente cuando no trivial. Spidey es un cero absoluto, en interés, carisma y profundidad. Sus motivaciones, pensamientos y luchas internas son superficiales, casi irrelevantes. Tantísimo metraje y no son capaces de mostrar un personaje central fuerte cuyo viaje transmita alguna mísera sensación. A veces ve el fantasma del padre de Gwen, como si quisieran decirnos que arrastra algún trauma, pero ni sus acciones ni su forma de ser nos muestran heridas. Y lo peor es que la evolución como héroe es nula. Empieza como empezó la primera película y acaba igual. Asume el rol de héroe o lo rechaza sin razones de peso, casi aleatoriamente. No parece haber aprendido nada de la lucha, de las pérdidas, de los hallazgos sobre su padre… Han pasado muchas cosas. Pero no ha ocurrido nada.

La química con Gwen sigue siendo completamente inexistente. En parte son los diálogos infantiles, las escenas románticas de serial cutre (Crepúsculo a la cabeza), en parte que los actores no están cómodos en sus papeles. Emma Stone se desenvuelve mejor que en la primera entrega, donde no había manera de creérsela como niña de instituto, pero su simpatía no basta para llenar un personaje tan plano. Andrew Garfield estoy seguro de que vale para más, de hecho en alguna escena está bastante intenso, pero vuelvo a todo lo dicho: su rol tampoco deja margen alguno, y seguramente por ello no son capaces de transmitir verosimilitud en el romance.

Ni punto de comparación con el Spider-Man de Sam Raimi encarnado por el carismático Tobey Maguire, en el que mostraban bien sus numerosos problemas y agobios: los villanos daban más juego (sobre todo en los capítulos 2 y 3), su evolución era más clara, los líos de chicas más variados y jugosos; y Mary Jane no sería fiel al cómic, pero era un personaje sólido y encantador.

El resto de protagonistas son puro adorno para cumplir con el género. Sin dar pie a buenos enfrentamientos y dilemas ni en general servir como punto de inflexión en la vida del héroe sólo ocupan metraje. Electro se define con algún cliché pero apuntaba maneras, y sin embargo no lo aprovechan, enseguida es engullido por el otro gran fallo de la película: la supeditación completa a los efectos especiales. El Duende Verde está en las mismas condiciones: el afligido y lleno de ira Harry Osborn parte de lo básico pero podría haber sido suficiente si se hubiera dirigido hacia alguna confrontación con más enjundia, que todos los pasos que da son de manual.

El guion no sabe manejar tanto como han querido meter. Todos los elementos y clichés del género y del cómic del que nace están presentes, pero ninguno destaca, todos van puestos en fila de mala manera. Los saltos entre tramas, personajes y situaciones no parecen seguir un orden, las secciones no tienen la conexión suficiente para generar en conjunto un relato coherente y atractivo, a duras penas convergen en alguna idea en común. Es decir, parece haber varias películas en una, empieza y acaba dos o tres veces. Rhino sobraba por completo, los guiños o breves apariciones de otros villanos saturan (Octopus, Felicia y otros que no conozco), los saltos entre Osborn y Electro ocupan mucho metraje para lo poco que dicen y su unión llega tarde y no muy bien.

Además, Gwen metida con calzador en el clímax, con diálogos irrisorios y su destino completamente desaprovechado, dejan claro que ni con uno de los momentos más importantes en la vida de Spider-Man saben estar a la altura. El hábil arácnido es capaz de lanzar telarañas en las situaciones más complicadas (la fantasmada en la escalera electrificada cuando se presenta Electro) pero salvando a Gwen falla estrepitosamente. Y las consecuencias de su pérdida son… pasarse meses mirando la tumba, para luego coger el traje y seguir soltando chistes. ¿Vemos alguna transición en el héroe, el evento lo marca o cambia? Ni una pizca, la muerte de la chica se lo han tomado un elemento de la trama con el que cumplir y no le han dado la categoría y consecuencias que merecía.

Otros tantos detalles son muestra de la poca calidad e inteligencia del guion de Alex Kurtzman, Roberto Orci y otros tantos. El discurso absurdo de Gwen de forzado no hay quien se lo trague, la enfermera aprendiz dando órdenes es un intento absurdo y tardío de mostrar la innecesaria evolución de un rol secundario, el prólogo tan largo y el epílogo que parece el inicio de la tercera parte evidencian que no saben ir al grano, sintetizar y ser sutiles. En ese sentido, resulta descarado que recurren a trampas argumentales muy obvias: Oscorp es un comodín multiuso, todos los personajes y tramas surgen o pasan por ahí para ahorrar tiempo y complicaciones y ponerlos rápidamente en la órbita de Spidey.

Para colmo, como espectáculo no luce lo más mínimo. Doscientos millones y los efectos especiales son mediocres tirando a malos, no superan a la primera película de Raimi, que tiene doce años ya. La recreación digital de los personajes (Spidey a la cabeza, pero antención a la horrible inserción de Paul Giamatti en la armadura de Rhino) y de la ciudad deja mucho que desear, los movimientos son irreales, la cámara se pierde en filigranas que aumentan la sensación de inverosimilitud… En la primera entrega me pareció que Mark Webb era un director clásico y serio, no dado al fuego artificial barato, pero ha descarrillado, se ha dejado llevar por el espectáculo vacuo. Todo explota en un clímax final donde hay mucho rudio y luces pero nada de contenido, nada de interés, nada de emoción.

La banda sonora ofrece un giro atrevido, con un Hans Zimmer más experimental que nunca. Me apena que prescindieran de James Horner precisamente cuando había conseguido, después de años de sequía, una partitura distintiva y bien adaptada a cada instante (breve actualización: Horner se salió del proyecto porque le parecía una mierda de película). La obra de Zimmer es original y bastante efectiva en la acción, pero muy impersonal y fría en el resto del filme.

The Amazing Spider-Man:
The Amazing Spider-Man (2012)
-> The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro (2014)

El amanecer del planeta de los simios


Dawn of the Planet of the Apes, 2014, EE.UU.
Género: Acción, drama.
Duración: 130 min.
Dirección: Matt Reeves
Guion: Rick Jaffa, Mark Bomback, Amanda Silver.
Actores: Andy Serkis, Jason Clarke, Gary Oldman, Keri Russell, Kodi Smith-McPhee, Kirk Acebedo, Toby Kebbell.
Música: Michael Giacchino.

Valoración:
Lo mejor: Puesta en escena de buen nivel, destacando los simios digitales y la dirección de Matt Reeves.
Lo peor: Todo se ve venir, hay un montón de clichés molestos y aburre bastante.

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El origen del planeta de los simios fue un éxito inesperado de crítica y público, pues no era una cinta comercial al uso, sino que tiraba más hacia el drama sencillo, con toques de denuncia además. Era algo previsible y a los personajes les faltaba densidad, pero fue lo suficientemente sólida, sobre todo gracias a la excelente puesta en escena, como para resultar emocionante y entretenida. Su secuela tira por el clásico «más grande y más ruidoso… pero no mejor», porque aumentar el tono sencillo y directo significa resultar mucho más predecible y maniquea, algo que esta vez la ampulosa puesta en escena no logra disimular.

Nada genuino, novedoso o inteligente emerge de un relato tremendamente lineal, acomodado a los clichés más básicos e incluso vulgares, que tira de sensacionalismo barato para buscar la conexión con el espectador. Las coincidencias molestas (la madre de Caesar enferma sólo para que los protagonistas -ella doctora, qué casualidad- se ganen su confianza), los malotes idiotas (la pareja con las ametralladoras, el imbécil que pega a una cría cuando está rodeado de simios armados -esto es que directamente no hay quien se lo crea-), los giros más trillados (el atentado contra Caesar), las soluciones más predecibles…

Es indudable que querían, y casi también que debían, exponer el lado bueno y el malo de ambas especies y hacer emerger el conflicto desde las meteduras de pata de la gente sin visión y violenta, básicamente porque la saga va de eso desde sus orígenes en la sublime El planeta de los simios. Pero no por ello había que recurrir a tanto tópico, a personajes malvados descritos mediante clichés tan viejos y facilones que provocan numerosos momentos de vergüenza ajena. Tampoco las dos familias buenas se libran de un claro encasillamiento, pero al menos tienen el carisma suficiente para resultar digeribles y su odisea por sobreponerse a la inmundicia moral de los demás logra transmitir algo de interés. Sólo por la simpatía de estos caracteres la película resulta soportable. Por lo demás, siguiendo un camino tan andado no puede haber sorpresas, con lo que aburre bastante, y con tanto forzar las emociones termina resultando un relato demasiado artificial, con lo que la proyección resulta distante, fría.

Y para rematar, el final es confuso, parece que ha terminado todo, que han eliminado a los individuos extremistas de ambas sociedades y pueden empezar a cambiar la situación para bien… pero como no podemos tener un final feliz, que hay que enlazar con la saga original, nos cuelan que vienen tropas de refuerzo y de repente Caesar dice que habrá guerra… ¿Pero no acabas de liarla parda para evitarla? ¿Por qué ahora que encuentras puntos en común con los humanos te cambias de bando? No se nos muestra que esos refuerzos sean hostiles ni que los protagonistas humanos sean incapaces de hacerles entender que los simios ya no son una amenaza. Sencillamente Caesar se rinde justo cuando ha andado la parte más difícil. O eso me pareció entender, porque el cierre es un apresurado, caótico y también anticlimático.

Me sorprenden las buenas críticas que tiene. Ha sido recibida como una cinta comercial inteligente y que no se vende a la acción superficial, sino que cuida el guion. Pues yo no veo eso, veo lo mismo de siempre. Clichés en fila, acción exagerada. Se nota muy pronto que saben que la historia no tenía mucho ritmo, porque tiran de billetera para lograr un aspecto visual que impresione, y cuando llega la acción intentan estar al nivel de las grandes superproducciones veraniegas. Pero no sale bien la cosa, porque si trata sobre una lucha ética y de egos que acaba con el enfrentamiento de los dos líderes de cada bando no puedes montar una montaña rusa como la que montan, donde cualquier situación se exagera con grúas derrumbándose, edificios explotando, grandes panorámicas y mucho ruido. De nada sirve que los efectos especiales y sonoros sean magníficos, porque si se usan de forma sensacionalista pierden su sentido, saben a trampa. Si el conflicto entre esos líderes era endeble, refuérzalo con diálogos y giros inteligentes, no con fuegos artificiales que disipen aún más su escasa fuerza.

La pena es que la puesta en escena es de muy buen nivel, deslumbrante de hecho. Los simios digitales son sencillamente perfectos, no se sabe si en algún momento usan muñecos o animales reales, porque se fusiona todo de maravilla. La recreación de ambas ciudades también es impecable. Pero sobre todo destaca la firme dirección de Matt Reeves, demostrando ser un artesano como ya pocos se ven. Sólida (sin altibajos, sin recursos baratos como la habitual cámara en mano para esconder la falta de visión y dominio de la escena), sobria e inteligente (cámara siempre apoyada, planos largos y pausados que dejan a la escena expresarse por sí sola), virtuosa (secuencias y planos magníficos en cantidad: el fuego, el tanque)… Pero como decía, le falta algo de comedimiento. Quizá fuera por presión de los productores para acercarse más al taquillazo veraniego que deseaban, pero lo ampuloso se convierte en excesivo, sobre todo en el clímax final, dejando la sensación de que la puesta en escena absorbe al endeble guion. Otro detalle mejorable es que le hubiera venido muy bien una banda sonora con más expresividad y pegada, Michael Giacchino no ha estado tan inspirado como otras veces.

En conclusión, por mucho que intente disimularlo, El amanecer del planeta de los simios es un título comercial más, aparatoso por fuera, simple por dentro. Aunque lo vendan de otra forma indudablemente buscaban una historia facilona y directa con la que atraer al público fácil, y lo han conseguido, porque es un gran éxito de taquilla. Pero como indicaba, también la crítica se ha volcado en ella, algo que no logro entender. Si este relato tan superficial y predecible es sinónimo de calidad, apaga y vámonos.

Ver también:
El origen del planeta de los simios (2011)
-> El amanecer del planeta de los simios (2014)
La guerra del planeta de los simios (2017)

Transcendence


Transcendence, 2014, EE.UU.
Género: Acción, ciencia-ficción.
Duración: 119 min.
Dirección: Wally Pfister.
Guion: Jack Paglen.
Actores: Johnny Depp, Rebecca Hall, Morgan Freeman, Cillian Murphy, Kate Mara.
Música: Mychael Danna.

Valoración:
Lo mejor: El reparto es llamativo.
Lo peor: Es la superproducción más aburrida en años.

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La historia de la inteligencia artifical que cobra consciencia y causa problemas no es nueva, y me temo que aquí no se nos ofrece una lectura lo suficientemente novedosa como para llamar la atención. El guion, ópera prima de Jack Plagen, amaga con abordar temas éticos y filosóficos muy atractivos y pone a los protagonistas en situaciones muy jugosas, pero va pasando sobre todo de puntillas, como temiendo hundirse en ramificaciones complejas, y termina aferrándose demasiado a las líneas más predecibles del género.

Pero creo que incluso en estas condiciones podría haber resultado un buen entretenimiento, que el problema más grave es la puesta en escena. Incluso viendo como el libreto huye de los potenciales discursos sobre temas polémicos (el conflicto ético con los terroristas daba más juego) y lamentando lo poco que se sumerge en la filosofía latente, da la sensación de que había material de sobras para hacer un buen drama de acción y que la ciencia-ficción al menos dejara algunas cuestiones y pensamientos en el aire; y más importante es la impresión de que sobre el papel los personajes parecen ser mucho más sólidos y atractivos de lo que queda al darles vida.

La dirección supone el salto a primer plano del director de fotografía Wally Pfister, habitual colaborador de Christopher Nolan, quien de hecho apadrinó la producción. Su labor recuerda a Nolan rápidamente en lo visual (cómo no iba a hacerlo), pero en ningún momento se ve el alma o carisma que imprime aquél en sus películas, donde se caracteriza por su habilidad para sacar épica y emoción a raudales, por transmitir sensación de grandeza y trascendencia (a veces hasta excesiva), por manter a los protagonistas siempre como foco de la narración (indistintamente de lo aparatosa y fantasiosa de la acción) haciéndonos muy partícipes de sus viajes (internos y externos), y por su imaginería visual. Su alumno va de imitador, pero no alcanza el aprobado en ninguna de esas características. Toda la cinta es un quiero y no puedo constante, una exposición anodina y fría de acontecimientos que van pasando sin dejar huella alguna. Los personajes se enfrentan a los momentos más dolorosos y a cambios que hacen tambalear sus vidas y que además amenazan a la existencia misma de la humanidad, y de aséptico que resulta todo no se transmite nada.

Pfister tenía a su alcance un viaje verdaderamente complejo y trágico en el cambio de perspectiva del personaje de Paul Bettany ante lo que sería o no terrorismo, pero el personaje simplemente aparece haciendo esto o aquello sin que se nos acerque lo más mínimo a sus pensamientos y dilemas internos. El rol de Kate Mara es completamente dejado de lado, como si no supiera qué hacer con él. El de Johnny Depp aburre antes y después de su conversión, y además no se lo ve cómodo en el papel. Morgan Freeman y Cillian Murphy prometían ser secundarios de nivel e importantes en el desarrollo del conflicto final pero no se les saca partido alguno. La única que sale medio bien parada es la protagonista encarnada por Rebecca Hall, porque tiene más tiempo en pantalla y la actriz se esfuerza por transmitir su evolución: de triste a melancólica y terminando en asustada.

También cabe decir que ni siquiera impresiona como superproducción de cien millones, no tiene grandes escenas de efectos especiales o acción intensa que den ritmo a los momentos clave, y además acaba con una pelea final insípida. La película termina haciendo honor a su argumento, parececiendo realizada por una máquina: carece de fallos en la técnica (destaca precisamente la fotografía) pero no es capaz de lograr calado emocional alguno. Sin que te importe lo más mínimo quién vivirá y morirá, si los terroristas quedarán como buenos o no, si la inteligencia tiene un plan o ha perdido el rumbo, si los protagonistas resolverán la situación sacrificando más o menos, nada queda en el relato con lo que puedas conectar y sentir algo. Por si fuera poco te destripan el final en un innecesario y negligente prólogo, con lo que el último segmento no puede sorprender, acrecentando la sensación de aburrimiento y tiempo perdido.

Nymphomaniac


Nymphomaniac, 2013, Europa.
Género: Drama.
Duración: 118 y 123 min.
Dirección: Lars von Trier.
Guion: Lars von Trier.
Actores: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Stacy Martin, Shia LabBeouf, Christian Slater, Uma Thurman, Sophie Kennedy Clark, Connie Nielsen, Willem Dafoe, Jamie Bell, Mia Goth.

Valoración: Vol. 1 | Vol. 2
Lo mejor: Las historias son variadas, originales, bien narradas y con bastante pegada…
Lo peor: …pero todas en conjunto no ofrecen una obra lo suficientemente equilibrada y coherente como para dejar buenas sensaciones, problema que explota del todo con su delirante final.

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Como sus cinco horas y media de metraje eran insoportables en una sola tanda, tanto para el espectador (por esfuerzo y paciencia para estar sentado y atendiendo) como para el cine (por sesiones perdidas), la distribuidora obligó a partirla en dos partes y redujo su metraje a cuatro horas. Hay que decir que de partida no es una obra destinada al gran público y su exposición fue escasa, pero sí que se agradece que frenaran un poco los delirios de Lars von Trier y la hicieran un poco más asequible y cómoda de ver, por mucho que él reniegue de este montaje.

Un hombre mayor (Seligman) encuentra a una mujer tirada y herida (Joe). Esta no quiere ni ambulancia ni policía, así que se la lleva a casa. Como parte de los cuidados escucha la historia de su vida: es una ninfómana con una existencia miserable. La narración se desarrolla en forma de capítulos dedicados a distintas etapas, edades y vivencias de una personalidad que gira siempre alrededor del sexo. Hay lugar para el humor, la aventura y el drama, pero prima la perspectiva sombría con dosis de terror psicológico y tragedias brutales. Vicios, depresión, problemas de funcionamiento en sociedad, en el trabajo y la familia… Joe achaca todo eso a su maldad e inmoralidad, pero Seligman trata de hacerle ver un lado más positivo y de dar sentido a sus acciones.

Stellan Skarsgård está fantástico como Seligman, con una de esas interpretaciones contenidas que lo dicen todo con la mirada. Stacy Martin como la Joe joven-adulta y Charlotte Gainsbourg como la versión mayor transmiten bien el tono apesadumbrado y apático de esta mujer que pasa por el mundo como una sombra buscando sentir algo a través de su adicción. El resto de actores tienen papeles muy breves, debido a que aparecen en determinados episodios. El que más tiempo ocupa es Shia LaBeouf, quien no está mal pero no tiene la experiencia necesaria para dejar huella. En cambio Uma Thurman con su enorme presencia realza su capítulo hasta hacerlo de los más recordables.

Prácticamente todas las historias por separado tienen buen ritmo y un estilo propio (tanto en el continente como en el contenido) muy definido que las hace distintivas, entretenidas y emocionantes. Lars von Trier, alternativo y rebuscado como siempre, en lo visual se contiene bastante y en el guion no está tan críptico como otras veces, pero sí bordea el vacile intelectual de vez en cuando. La forma de enlazar secciones mediante las anécdotas de Seligman a veces resulta curiosa, dando un toque distendido y cambiando hábilmente el ritmo para no aburrir, pero en otras ocasiones roza la pedantería barata. Y en cuanto al sexo es una película muy explícita, con penes erectos y todo, algo que para algunos (sobre todo en EE.UU.) es como decir porno, pero que yo sepa sin penetración en primer plano no hay porno que valga. Pero desde luego no es para mojigatos, porque es directa y cruda tanto en el argumento como en lo visual, en ocasiones más de lo que parece necesario (el montaje fotográfico de penes es una broma o qué).

Aun contando con esos excesos puntuales Von Trier es capaz de hacernos vibrar, sufrir y sentir empatía incluso en los peores batacazos de la protagonista, conectar con Seligman y su aportación serena, amable y madura que trata de sacar lo mejor de cada bajón y fallo que tiene aquélla. Uno espera pues que el relato crezca hacia alguna parte, converja en una catarsis final que dé sentido a tanto metraje y relatos. Pero no ocurre así. La división en dos volúmenes realza el problema de la película: tras el ecuador en vez de ir a más y dirigirse hacia una conclusión patina con algunos altibajos y desvaría en un desenlace desastroso.

Justo cuando parecía que tomaba un camino más centrado en hacer que Joe encontrara un lugar en el mundo, que hallara sentido a su vida, las historias pierden fuerza y se apartan del hilo conductor para irse a detalles triviales tanto breves (la pareja de negros) como excesivamente largos (el capítulo del sado se hace eterno), con lo que partes en apariencia esenciales, como el intento de formar una familia, quedan muy difuminadas y estiradas. Más adelante se centra de nuevo: el acercamiento a la chica saca lo mejor de Joe, aunque se iniciara como de costumbre desde el lado oscuro, y pone otra vez el foco en su maduración como persona. El que parecía el final tira por esa vena oscura, algo que no sorprende dada la naturaleza del relato pero supone un golpe duro, ya que se conecta bastante bien con los personajes y después de tanta miseria cabría esperar algo de luz y esperanza. La situación que la lleva a acabar tirada en la calle como la vimos al principio y sus reflexiones y nuevas esperanzas suponen un final para mí perfecto. En estas condiciones la película habría acabado bien, y en conjunto a pesar de tener altibajos y exceso de metraje habría sido un viaje bastante interesante, distinto, valiente y de los que hacen pensar. Pero me temo que no acaba no acaba ahí…

De repente Von Trier fuerza una conclusión ridícula y da un giro final vergonzoso. Después de remover conciencias y empujar a reflexionar remata cuatro horas de filosofía con una cutre, infantil y lastimera conclusión de que las acciones de Joe se deben…. redoble de tambores… ¡al machismo!, y que lo que hacía era una venganza contra los hombres. Acabar con tal simplificación decepciona enormemente, pero todavía queda la sorpresita…

Alerta de spoilers: Selecciona el texto si quieres leer sobre el giro final.–

Seligman el asexual amable, que escucha pacientemente siempre tratando de sacar lo mejor de Joe y hacerla sentir bien, se pone a violarla, ella reacciona pegándole un tiro, fundido en negro y fin. Ni pies ni cabeza. Resulta una broma de muy mal gusto.

Fin de spoilers

Supongo que Von Trier quería un relato pesimista, cruel y desagradable, pero para ello fuerza un final que traiciona a la verosimilitud de lo narrado previamente y por tanto al espectador. Así pues, no puedo recomendar la película. En principio parece atractiva para espectadores atrevidos y ávidos de nuevas experiencias, pero cuatro horas de visionado para un cierre tan malogrado no resulta nada satisfactorio. Quizá si hubiera resultado una obra maestra la decisión de Von Trier se perdonara como un giro fallido, pero como no lo es uno espera que al menos el cierre deje buenas sensaciones y disimule las carencias previas. Y en estas condiciones dudo seriamente que el montaje del director (si es que llega a ver la luz, como miniserie por ejemplo) aporte sustancia y mejoras, porque en esta versión ya se ve que sobran minutos en cantidad. Cabía en una película de dos horas y media con una narración más ágil, pero ya se sabe que Von Trier va de gafapasta y alternativo y, viendo el final, un tarado o un bromista de cuidado.

Por cierto, la campaña publicitaria con posters de todos los protagonistas en posturas sexuales y rostros en pleno orgasmo sí que es una fantasmada, prácticamente sólo la protagonista (en distintas edades) y Shia LaBeouf tienen escenas de sexo.