The Evil Dead, 1981, EE.UU.
Género: Terror, gore, comedia.
Duración: 85 min.
Dirección: Sam Raimi.
Guion: Sam Raimi.
Actores: Bruce Campbell, Ellen Sandweiss, Betsy Baker, Theresa Tilly, Richard DeManincor (algunos usaron pseudónimos).
Música: Joseph LoDuca. |
Valoración:
Lo mejor: Si te la tomas a guasa habrá algún momento en que te rías.
Lo peor: Improvisación total en guion y puesta en escena: es una película realizada sobre la marcha por unos cuantos colegas que por casualidades varias se hizo famosa.
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En 1981 un grupo de amigos se embarcó en la aventura de rodar una película. Era el primer largometraje que dirigía y escribía Sam Raimi (luego conocido por la saga Spider-Man), quien mediante un corto presentó la idea a una productora y obtuvo un pequeño presupuesto. La vieron cuatro gatos, pero el boca a boca la ha mantenido desde entonces como referente entre los amantes de la serie b, es decir, películas de bajo presupuesto y quizá incluso aspecto pobretón pero con algo potencial en ellas como para resultar atractivas. En este caso algunas de las ideas de Raimi calaron a pesar de la nula calidad del conjunto: la inquietante cabaña aislada, los personajes simples puestos como carnaza del espectáculo, la posesión demoníaca, la mezcla de gore, terror y humor absurdo… Además las dos secuelas (en especial El ejército de las tinieblas, la única decentilla de las tres) no hicieron sino fomentar el culto a su alrededor.
En mi opinión, Posesión infernal tiene más de éxito popular que de visión artística. La amalgama de ideas que ofrece es tal que alguna tenía que resultar algo original o simplemente atractiva (por ejemplo, la cámara asomando por la trampilla como si fuera el monstruo es muy eficaz), pero la cosa se queda en esos escasos aciertos, porque la narración es pésima y la puesta en escena infame. El resultado sobrepasa de largo la serie b y se sumerge de lleno en el cine cutre, ese que sólo es digerible por quienes se divierten riéndose no de la mediocridad, sino de lo grotesco. Es compararla con El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 1978, o Zombi en su estreno en España), que lanzó la casquería a límites inimaginables hasta entonces y además contaba con un excelente guion, y palidece a su lado.
La historia está claramente improvisada sobre la marcha. La premisa no se traspasa a un guion bien desarrollado, y cada escena parece puesta detrás de la anterior como bien pudieron apañarlas. La coherencia es pues escasa, cuando no nula, tanto en el avance de la trama como en el estilo, pues pasa de comedia a terror sin transición alguna, perdiendo la esencia que parece buscarse: no puedes pretender forjar una escena de terror cuando un minuto antes estabas ofreciendo una de cachondeo sin pies ni cabeza, con la tipa maquillada en plan payaso y haciendo risitas absurdas.
Como no hay guion, no hay definición de personajes. Una cosa es que sean simples y otra que no existan. Todos los protagonistas son figurantes, y literalmente, porque además no eran actores profesionales. Así pues, es imposible ver alguna personalidad concreta, porque ni acciones ni diálogos responden a un patrón. Es más, es difícil distinguirlos entre sí: cuando el demonio toma a una de las chicas, no tenía ni idea de cuál de ellas era. En cuanto a la interpretación, no lo hacen mejor de lo que lo habríamos hecho tú o yo, como es esperable. Lo curioso es que el único que siguió trabajando en la actuación con algo de éxito es el peor de todos: el papel de Bruce Campbell es vergonzoso.
La puesta en escena es penosa también. Raimi se dedica a jugar con la cámara probándolo todo, porque a fin de cuentas era un aficionado en prácticas. Si bien logra unos pocos planos interesantes, y algún otro con potencial, tan solo son unos cuantos entre cientos de sinsentidos y ridículos. La iluminación es pésima, de hecho en algún plano incluso se ve donde están los focos. Las neblinas a base de humo quedan fatal. Los travellings por el bosque cansan. La escenificación es nula, dando un puñado de secuencias malogradas (esa larga escena de lucha por dominar puerta, por entrar o bloquearla, mientras se ve claramente que la ventana que acaban de romper al lado sigue abierta de par en par…). El maquillaje es efectivo cuanto más feo quieren mostrar al poseído, mientras que en los rasgos simples queda bastante mal. Así, el gore funciona aceptablemente bien… hasta que al final se pasa de largo con la plastilina en la descomposición de cuerpos, perdiendo la efectividad conseguida previamente.
Puedo entender que en la época de su estreno diera algún susto y bastante asco, pero provoca más risas y rechazo por ridícula que otra cosa. Popularidad y calidad no tienen por qué ir de la mano, y por mucha fama que haya adquirido Posesión infernal no esconde lo evidente: es una mierda de película. En cualquier otra circunstancia sólo se recordaría como el primer título de un autor que luego alcanzó más fama, como un proyecto con el que practicó y sentó las bases de su forma de hacer cine, con tan poco valor cinematográfico que nadie perdería el tiempo en verlo (¿quiénes se han parado a ver los primeros cortos y películas de bajo nivel de otros directores conocidos?), pero una mezcla de azar y de que es un género con muchos fieles la encumbró más allá de lo que merece.
Al tener éxito era esperable que reunieron las pocas buenas ideas y le sacaran más provecho en un remake, pero lo cierto es que Raimi lo que hizo fue una segunda entrega igual de cutre y una tercera que cambiaba bastante el estilo, yendo más hacia la comedia de fantasía, y que funcionó mejor en cuanto a calidad porque tenía más argumento y un buen aspecto visual (de hecho los esqueletos son míticos). El remake bien ejecutado no llegó hasta el año 2013, y como comento en su crítica, quizá ha sido demasiado tarde en cuanto a capacidad para sorprender e impactar, porque el género está ya muy exprimido.