El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos mensuales: May 2007

Piratas del Caribe: En el fin del mundo


Pirates of the Caribbean: At World’s End , 2017, EE.UU.
Género: Aventuras, fantasía.
Duración: 168 min.
Dirección: Gore Verbinski.
Guion: Ted Elliot, Terry Rossio.
Actores: Johnny Depp, Geoffrey Rush, Orlando Bloom, Keira Knightley, Jack Davenport, Bill Nighy, Jonathan Pryce, Kevin McNally, Stellan Skarsgard, Naomi Harris.
Música: Hans Zimmer.

Valoración:
Lo mejor: Algunos tramos muy entretenidos y divertidos. ¡Y por fin ofrece una banda sonora original más que digna! La parte buena del reparto es impresionante (Johnny Depp, Geoffrey Rush, etc.).
Lo peor: Un metraje ridículamente abultado, un guion que se lía sobre sí mismo sin rumbo fijo. La parte mala del reparto es infame (Orlando Bloom) o poco interesante (Keira Knightley).
Mejores momentos: La gran reunión de piratas, que reúne muchos de los mejores chistes de la función (mención especial para el personaje de Keith Richards).
El plano: Por cutre, la pierna de la protagonista perfectamente depilada tras meses de ajetreada vida en navíos.
La frase: Tortugas marinas, amigo.

* * * * * * * * *

No es que fuera una saga destacable más allá de rendir como un entretenimiento sin complicaciones que suplía su falta de originalidad y calidad cinematográfica ofreciendo espectacularidad y grandes dosis de humor y acción, amén de un personaje que probablemente será recordado durante años, Jack Sparrow, pero esta tercera entrega tiene un notable sabor a decepción, a oportunidad desaprovechada. Y es que Piratas del Caribe: En el fin del mundo recae en los mismos errores que cometió la segunda entrega, es decir, no saber ir al grano y recortar escenas para contar lo estrictamente necesario para la historia, pero además de presentar estas faltas bastante agravadas se añade un desgaste en el sentido del humor y de la acción, con lo que la película funciona irregularmente como diversión pasajera. Si no se es exigente se deja ver y permite algunas risas, y como el público no lo es sin duda arrasará en taquilla de forma que probablemente indicará a los productores que este puede ser exprimido con otra entrega, pero es una obra que deja bien claro el poco esfuerzo que se pone hoy día en ofrecer cintas que además de entretenimiento aúnen unas dosis mínimas de calidad.

Si ya la segunda entrega no exponía claramente las tramas, las cuales a pesar de ser sencillas a veces eran complicadas de seguir, el guion de En el fin del mundo se vuelve aún más obtuso, irregular y caótico. A lo largo del interminable metraje las historias de piratas, maldiciones, traiciones y amores se suceden de forma casi aleatoria, entrando y saliendo de la narración ora ofreciendo una sorpresa interesante, ora chocando torpemente, lo que se traduce en un galimatías en el que es difícil mantener el interés y la comprensión. Sumando a esto la ingente cantidad de escenas que no aportan nada al relato (la larga estancia de Sparrow en los dominios de Davy Jones, totalmente fuera de lugar) o que alargan numerosos tramos de manera más o menos negligente, obtenemos una cinta demasiado inflada (¡dos horas cuarenta minutos!) que aburre a ratos, que no atrapa de manera regular. Dudo que aguante más de un visionado sin llegar a ser soporífera.

Como decía, las aventuras de Sparrow y los demás piratas y criaturas han perdido bastante fuelle en cuanto al sentido del humor, mostrándose este realmente acertado y sorprendente en muy pocas ocasiones (genial la aparición de Keith Richards o las múltiples personalidades de Jack). Le falta inspiración y hay muchos momentos en los que se recurre a la broma demasiado fácil o se abusa de chistes de animales (que es lo más bajo donde puede caer el humor). También falla otro sentido que caracterizaba bastante bien a la saga, el de la acción trepidante, tanto aparatosa como visualmente llena de recursos. Las escenas de esta categoría apenas superan el par, y no es que las que se ofrecen tengan tanta garra y sean tan vistosas como las de las anteriores entregas. Sin ir más lejos, el conflicto final está cerca de ser un desastre: el ritmo es ineficaz, se abusa de efectos visuales y sonoros por encima de escenas con personajes y hay momentos muy mal resueltos, como esa flota enemiga huyendo sin razón.

Teniendo en cuenta que la segunda y tercera partes fueron realizadas de un tirón, observo el resultado final de las mismas y no puedo sino pensar que rodaban sobre la marcha, con un guion que se sobrescribía prácticamente en directo como sucedió con El Señor de los Anillos de Peter Jackson (así le fue…). No parecen darse cuenta de que rodar sin un guion bien escrito y cerrado se traduce en una falta de consistencia narrativa notable (sobre todo si en la mesa de montaje no se atina a formar bien la película), en escenas que se acoplan o estorban, en fallos e inconsistencias… Me gustaría saber si Gore Verbinski, un director del que pienso que tiene bastantes recursos y creo que ha conseguido que esta saga no sea un estropicio absoluto aportando un sólido manejo de la cámara, tuvo las manos atadas por la productora (o sea, obligado a seguir directrices comerciales y no recortar ni aportar nada de su propia mano) o si los errores son también en parte culpa suya.

De los elementos denominados técnicos no hay reproche digno de mención. La música ha mejorado muchísimo, siendo la única parte de la (por ahora) trilogía que denota un trabajo real en su composición. El reparto tiene grandes intérpretes, como el genial Johnny Depp retratando al desequilibrado Sparrow o el estupendo Geoffrey Rush como Barbossa, más un número amplio de secundarios de gran profesionalidad, aunque también están los consabidos rostros bellos que no dan nada de sí: ya estoy cansado de nombrar a Orlando Bloom como un actor incapaz de la más mínima expresión (a ver si es verdad eso que dijo sobre retirarse del cine). El vestuario es detallista, los decorados impresionantes, los efectos especiales muy creíbles… Todos estos elementos están a la altura de lo esperado, pero nada consigue que El el fin del mundo destile buenas sensaciones excepto la de que se presenta como una extensión fallida e innecesaria de una saga de aventuras que, aunque no terminaba de cuajar, era un disfrutable espectáculo que bien valía la entrada de cine.

Graeme Revell – Eaters of the Dead (The 13th Warrior Rejected)

Graeme Revell – Eaters of the Dead (El guerrero nº 13, rechazada)
Género: Banda sonora original
Año: 1998, no editada de forma oficial
Valoración:

Graeme Revell, compositor que podría definirse como de segunda fila, afincado en cintas de acción de no mucho calado y alguna adaptación menor de superhéroes de cómics o videojuegos, lo que no implica que no sea un profesional eficiente y con habilidad para adaptars a distintos estilos, fue el elegido para poner música a la entonces denominada Eaters of the Dead (Devoradores de cadáveres). Revell llegó a componer y a grabar su correspondiente labor, pero ésta no llegó a ser utilizada en la película, pues a pesar de estar ya muy metida en la postproducción el productor tomó las riendas y la rehizo a su gusto (empezando por un nuevo título: The 13th Warrior, El guerrero nº 13), deshaciéndose tanto del director como del compositor y trayéndose al archiconocido Jerry Goldsmith para empezar desde cero la banda sonora (leer artículo). A pesar de ello, el material de Revell se filtró a Internet, donde se puede hallar de varias formas y con pocas diferencias en el listado de temas.

Abordar el análisis de este disco tiene la dificultad añadida de que, sobre todo por culpa de la falta de títulos en los cortes, no se puede tener en cuenta la relación entre música e imágenes, algo prácticamente imprescindible a la hora de hablar de bandas sonoras. Hay que echar mano de la imaginación, y ésta me dice que las sonoridades obtenidas por Revell se adecuan muy bien al relato de aventuras con vikingos en el que participa un enviado árabe.

El neozelandés construye su universo musical más desde las raíces étnicas del este de Europa que del norte, con abundantes tipos de flautas del lugar (duduk, ney, kaval, mizmar, zouna…) y gaitas, tanto de aquella zona como del norte del continente (la típica gaita irlandesa), pero también se observan reminiscencias de Japón con las percusiones y la flauta shakuhachi. El toque final lo añade con un comedido fondo de cuerdas y vientos que funciona siempre como base o apoyo para el resto; y también es notoria la presencia de la cantante Lisa Gerrard como solista femenina, quien con su melancólica voz enfatiza muy bien el logrado tono de música de otra época en varios tramos. Las atmósferas creadas por Revell se inician en claras exposiciones de los elementos étnicos, para a medida que avanza el disco (y la película) ir adquiriendo un tono más oscuro en el que se alternan temas de acción con percusiones y otros momentos que se inclinan hacia el misterio y el terror con cortes edificados sobre esa ligera orquesta tradicional y los vientos más tenebrosos. Así mismo, el compositor tiende hacia la sencillez, no sobrecargando la instrumentación con grandes coros (los que hay son tenues y funcionan en segundo plano) y fanfarrias de apoteósicas sonoridades, predominando siempre el tono de aventura y misterio y no la épica que caracteriza al trabajo de Goldmisth. Finalmente hay que señalar la presencia de electrónica en un par de momentos, no sé si porque la quiso incluir o porque el trabajo que ha visto la luz está a medio hacer; no desentona porque es sutil, pero no termina de convencerme.

Hay quienes indican que con este trabajo Graeme Revell logró su mejor obra. Sin ser gran conocedor de su carrera, lo cierto es que Eaters of the Dead se presenta como un álbum bien elaborado, con un sonido original con bastante personalidad, una música poderosa, oscura y aventurera en su justa medida que sin duda sería muy adaptable a las distintas situaciones que se suceden en la cinta de la que fue desplazada. Su categoría de banda sonora rechazada la hace especialmente atractiva para los grandes amantes del género, pero también es altamente recomendable para los que no son tan adeptos.

 

1. Track 1 – 1:27
2. Track 2 – 3:59
3. Track 3 – 1:26
4. Track 4 – 0:47
5. Track 5 – 3:58
6. Track 6 – 1:01
7. Track 7 – 1:25
8. Track 8 – 5:27
9. Track 9 – 1:38
10. Track 10 – 1:52
11. Track 11 – 3:08
12. Track 12 – 0:55
13. Track 13 – 3:32
14. Track 14 – 1:31
15. Track 15 – 10:42
16. Track 16 – 1:11
17. Track 17 – 1:00
18. Track 18 – 2:21
19. Track 19 – 1:18
20. Track 20 – 2:23
21. Track 21 – 1:35
22. Track 22 – 1:23
23. Track 23 – 2:12
24. Track 24 – 4:32
25. Track 25 – 1:49
26. Track 26 – 1:29
27. Track 27 – 1:01
Total: 65:05

Eaters of the Dead, The 13th Warrior, la música de El guerrero nº 13

Si en su momento hablé de la notable repercusión que causó la sustitución de Gabriel Yared por James Horner en la elaboración de la banda sonora original de Troya (Wolfgang Petersen, 2004), casi sin duda el caso que más ha dado que hablar de los muchos conocidos y no tan conocidos que ocurren con más frecuencia de la que cabe imaginar en Hollywood, ahora voy a hablar de otro suceso semejante que quizá no habría tenido tanta importancia si no fuera porque el reemplazo del primer autor seleccionado no fue lo único que sufrió El guerrero nº 13, pues la película pasó por varios montajes tras la sorprendente destitución de su director.

Graeme Revell, un músico eficaz aunque no muy conocido, cuyas obras más destacables podrían ser El cuervo, Pitch Black y Planeta Rojo, entre otras, fue el compositor desplazado. Parece ser que, sabiendo que es algo que ocurre con frecuencia, se lo tomó con resignación, al contrario que Yared, quien sufrió mucho (claro que su esfuerzo y resultado fue histórico, y él lo sabía). La partitura final recayó en Jerry Goldsmith, quien confeccionó una música casi sublime, la última gran obra con la que nos deleitó antes de fenecer unos años después. Dicha composición se diferencia bastante en estilo y no me cabe duda de que supera a la de Revell, pero sin embargo hay que decir que la partitura que fue echada para atrás es de gran nivel (para muchos, lo mejor del autor), y siempre nos quedará la duda de cómo de bien podría haber funcionado con las imágenes… y más importante aún, cómo habría funcionado en el montaje que John McTiernan tenía confeccionado antes de que el productor Michael Crichton metiera mano.

Fue en el verano de 1996 cuando John McTiernan (Jungla de cristal, Depredador) se interesó en el proyecto de Eaters of the Dead (Devoradores de cadáveres, estrenada finalmente como The 13th Warrior, El guerrero nº 13), adaptación de la novela de mismo nombre de Michael Crichton (Parque Jurásico, Esfera), un autor de best-sellers que también está muy metido en el mundo del cine como escritor y productor (Parque Jurásico, Twister, Congo…).

McTiernan, quien recientemente estuvo en juicios por mentir al FBI, aunque parece que tras declararse culpable se ha librado de la cárcel y tiene actualmente nuevos proyectos en marcha, encontró financiación en Touchstone, perteneciente a Disney, en el segundo trimestre de 1997. Es en el verano de este mismo año cuando comienza el rodaje en exteriores de Vancouver, Canadá, lugar bastante empleado en cine y televisión porque ofrece una reducción considerable de presupuesto comparado con lo que les costaría la realización dentro de su propio país. Prolongándose hasta el otoño, fue un rodaje sin incidentes remarcables.

Siendo la post-producción el momento en que el compositor debe empezar a trabajar sobre los primeros montajes de la película, McTiernan pidió a Basil Poledouris que se encargara de la banda sonora. A pesar de que el director tenía muy en mente la mítica Conan el Bárbaro, con sus sonoridades heroicas tan características, Poledouris rechazó la oferta y el trabajo recayó en Graeme Revell. Mientras tanto, la película se monta con los consabidos temps-tracks, temas temporales de orígenes dispares empleados para ir viendo cómo funcionan las escenas y qué tipo de música resulta más adecuada. Fueron utilizados temas de Braveheart, La misión, Waterworld

Los primeros pases de prueba no son recibidos con entusiasmo. El estreno de Eaters of the Dead se retrasa unos meses y se cambia el confuso título a The 13th Warrior. Antes del verano de 1998, a pesar de que McTiernan sigue montando la película y la música de Revell se está grabando, Michael Crichton, principal productor, lo destituye en las labores de dirección argumentando que se ha apartado de la historia original. Unas fuentes indicaron que la película podría ser muy floja, otras que era tan buena que querían redondearla, pero fuera como fuera, seguramente por encima de todo se quería aprovechar el creciente éxito de Antonio Banderas (de moda ante el inminente estreno de La máscara del Zorro) para lanzarla como una producción taquillera bajo el tirón del nombre de una estrella. Y lo cierto es que vista la versión estrenada es evidente que se realzó la presencia de Banderas a costa de reducir la importancia del resto de los interesantísimos caracteres.

La llegada de Michael Crichton fue contundente: prescindió de Graeme Revell en un abrir y cerrar de ojos y consiguió traerse a Jerry Goldsmith, músico que rondaba los setenta años pero manteniéndose en plena forma. Si la partitura de Revell buscaba un acercamiento a la cultura árabe y un toque étnico para adaptarse a la época del relato, Crichton quería el modelo de acción heroica de Goldsmith, más clásico y típico pero de comprobada eficacia. Lo que ofreció Goldsmith fue eso mismo pero con una calidad extraordinaria, una música de sonoridades espectaculares que se unía con suma eficacia a las imágenes. Por lo tanto, no fue una sustitución que merezca ser tildada de injusta, excepto si tenemos en cuenta que ocurrió porque un productor megalómano rehizo la película a su gusto. Cabe citar que los pósters y trailers llevaron el nombre de Graeme Revell durante mucho tiempo.

Tras varios montajes que no terminaban de funcionar en los pases de prueba y presentaciones  varias y un presupuesto disparado por el rodaje de nuevas escenas (hay quien lo cita por encima de los cien e incluso ciento cincuenta millones), el consecuente retraso nos lleva hasta el verano de 1999, nada más y nada menos que más de un año después del reemplazo del director original y casi coincidiendo con la llegada de El secreto de Tomas Crown, dirigida por el propio John McTiernan. Es en agosto cuando El guerrero nº 13 se estrena por fin, para a continuación ir llegando con demasiada lentitud al resto de países (en España, en octubre). El viaje por la taquilla fue poco vistoso, con unos míseros treinta millones en EE.UU. y lo mismo en el extranjero, con lo que se quedaba hacia la mitad de una inversión que había superado en exceso la inicialmente prevista. Tampoco ha disfrutado de una buena distribución en DVD, siendo prácticamente imposible de encontrar hoy día en nuestro país. A pesar de que se ha ganado cierto estatus de culto (no tanto como Conan el bárbaro, que por cierto me parece muy inferior) y se ha emitido en numerosas ocasiones en televisión en abierto, sigue siendo una película de la que pocos hablan.

Viendo el resultado final de El guerrero nº 13 y conociendo cómo funciona la industria de Hollywood, no sin ciertas dudas me inclino por la opción de que remodelaron un producto personal de calidad para obtener algo más comercial. Pero a pesar de que el éxito fue moderado (o considerablemente infructuoso si atendemos a lo que costó) y tuvo críticas muy flojas sobre todo en EE.UU., considero que es una excepcional cinta de aventuras de las que no se veían desde hace décadas, primando la historia, el sentido de la aventura y el entretenimiento y la realización (exquisita dirección y fotografía, personajes carismáticos…) sobre la artificialidad de los actuales productos comerciales sostenidos por efectos especiales (la trilogía de Piratas del caribe, el mejor ejemplo). Parece ser que nunca sabremos si McTiernan tenía entre manos algo de aún mayor envergadura y lo estrenado no fue más que una cinta remodelada para dar más protagonismo a Antonio Banderas, aunque ésta resultara de gran calidad, pues el propio director ve imposible que su montaje vea la luz alguna vez.

Con la banda sonora creada por Graeme Revell hemos tenido al menos algo más de suerte, pues al igual que ocurrió con la de Gabriel Yared ésta no tardó en filtrarse a Internet y se puede hallar sin mucha dificultad. Sin embargo, como ocurre en el caso citado la edición no es definitiva, tanto porque quizá la composición final hubiera cambiado un poco como porque la grabación no está bien pulida. Además, quien la filtrara no tuvo la delicadeza de mantener la calidad del formato original, convirtiéndola al dichoso mp3 con la consecuente casi desastrosa mutilación en la calidad del sonido. Pero menos es nada, y poder escucharla es suficiente para los fans de las bandas sonoras de cine.


Grame Revell nació en 1955 en Aukland (Nueva Zelanda). Suyas son obras como Pitch Black, El Santo, Planeta Rojo, El cuervo
Su web oficial es: web http://www.graemerevell.com


Jerry Goldmisth nació en 1929 en Los Ángeles, y falleció allí en 2004. A él le debemos míticas obras como Desafío total, Star Trek la película, Alien, La profecía
Su web oficial es: no existe o no la he encontrado.

Agradezco la inestimable ayuda del sitio web http://eaters.ifrance.com, sin cuya recopilación de entrevistas y fechas no habría podido realizar una artículo tan minucioso.

Lisa Gerrard & Patrick Cassidy – Immortal Memory

Lisa Gerrard & Patrick Cassidy – Immortal Memory
Género: Minimalismo, electrónica…
Año: 2004, 4AD
Valoración:

Lisa Gerrard se une a Patrick Cassidy para la confección de este álbum que se mantiene en la tónica de minimalismo en la que la australiana lleva anclada durante unos cuantos trabajos (Whale Rider el primero, The Silver Tree el último). Si ella no necesita presentación en este blog, Cassidy es totalmente nuevo para mí, siendo este mi primer encuentro con su obra. Es un compositor irlandés de sinfónica de corte muy clásico, no muy conocido fuera de su país aunque sin embargo parece gozar de bastante prestigio dentro de él. El cambio de registro no sé a ciencia cierta a qué se debe, pero seguramente conoció a Gerrard porque ambos tienen en común una relación con Hans Zimmer: ella ha colaborado con el compositor alemán en varias ocasiones, mientras que Cassidy hizo lo mismo en la película Hannibal.

Como todo lo que ha realizado Lisa Gerrard, fuese con Dead Can Dance o con otros artistas, la dificultad de clasificar sus álbumes bajo las etiquetas de los géneros es fútil y prácticamente juega en contra de la propia obra, ya que verlo archivado bajo un género en concreto puede echar para atrás a un potencial oyente, perdiendo éste la oportunidad de acercarse a unas sonoridades muy características. Musicalmente hablando, Immortal Memory se halla entre las melodías de cadencias sencillas y repetitivas del minimalismo, entre el oscuro toque asociado a la música gótica (que es el sello más clásico de la compositora) y la base electrónica de los sintetizadores.

Immortal Memory es el paradigma de lo oscuro, llegando a ser casi con toda seguridad la composición más tenebrosa y deprimente en la que ha participado mi apreciada artista australiana, rivalizando con el sombrío Within the Realm of a Dying Sun. Lúgubres atmósferas de sintetizadores, cantos siniestros con gran carga dramática y fugaces percusiones inquietantes van desglosando cortes pausados y calmados que albergan cierta intensidad, como si las sonoridades aguardaran para explotar en una terrorífica fanfarria; pero nunca llegan a hacerlo, resultando así una música perturbadora.

El disco permite una audición sin complicaciones por su estilo minimalista (sencillo, calmado, sin cambios bruscos), siendo perfecto para usar como ambientación o banda sonora. Aunque tiene bastante personalidad, el toque apagado y lineal le resta fuerza, con lo que no atrapa con excesivo interés. Un trabajo bien realizado y con buenos momentos, pero no del nivel que cabe esperar de semejantes autores.

1. The Song of Amergin – 5:28
2. Maranatha (Come Lord) – 3:43
3. Amergin’s Invocation – 6:19
4. Elegy – 6:41
5. Sailing to Byzantium – 5:04
6. Abwoon (Our Father) – 4:12
7. Immortal Memory – 4:28
8. Paradise Lost – 7:03
9. I Asked for Love – 5:00
10. Psallit in Aure Dei – 9:00
Total: 57:02

Hans Zimmer – King Arthur

Hans Zimmer – King Arthur
Género: Banda sonora original
Año: 2004
Valoración:

King Arthur nos trae al Hans Zimmer más auténtico y clásico, con todo lo que eso conlleva. La constante presencia del sonido Zimmer significa que es una partitura que casi nunca suena completamente nueva, pero también implica que durante una hora asistimos a una composición de apabullante espectacularidad con una fantástica fuerza dramática y un funcionamiento más que correcto con las imágenes. Es tan sorprendente como deprimente que un músico capaz de ofrecer con pocos años de diferencia grandes trabajos como El último Samurai o el aquí analizado caiga en otras ocasiones tan bajo con productos prefabricados con prisas como los de la trilogía Piratas del Caribe (escribo esto a pocos días de la salida de la tercera banda sonora, pero no creo que me sorprenda… y si lo hace, bienvenida sea). Al contrario que en esas comerciales bandas sonoras, Zimmer nos deleita con un sonido bien trabajado y con una grabación exquisita que ofrece un aspecto final admirable. ¿Mayor libertad artística y un plazo de tiempo adecuado a las necesidades? Seguramente.

La aportación de gran número de músicos (Blake Neely, Jim Dooley, Nick Glennie-Smith, Rubert Gregson-Williams…) no es infructuosa ni irregular, sino que enriquece el resultado final, ya sea mediante aportes en la composición, en la orquestación (preciosos solos de violonchelo de Martin Tillman) o en la acertada inclusión de elementos del folclore de las islas británicas, tanto por la instrumentación del lugar como por la presencia de la cantante Moya Brennan (de Clannad), quien pone voz a la preciosa canción que abre el disco y coros en otros temas. Citar también que durante la película suena un tema de Lisa Gerrard y Pactrick Cassidy, Amergin’s Invocations del tenebroso álbum Immortal Memmory, pero a pesar de su calidad no ha sido incluido en esta edición. ¿Por qué en casi cualquier BSO tenemos que soportar la forzada inclusión de temas pop de nula calidad pero cuando hay algo decente y que además forma parte de la película no podemos disfrutarlo?

Siete cortes de entre cinco y doce minutos desarrollan impresionantes melodías de acción, más heroica o dramática, más emotiva u oscura según las circunstancias. La evolución de los largos temas no se hace repetitiva, sino que cautiva de principio a fin gracias las habituales atmósferas de teclados eléctricos del músico alemán, gracias a su comedido uso de coros, al enriquecedor sonido étnico, a las imponentes percusiones… La sensación de que gran parte de la música ya se ha escuchado impide que sea tan redonda como El último Samurai, pero en una valoración global King Arthur se presenta como intensa, vibrante, con tramos apoteósicos. Hans Zimmer en estado puro, con todo lo que eso conlleva.

 

1. Tell Me Now (What You See) – Moya Brennan – 4:34
2. Woad To Ruin – 11:31
3. Do You Think I’m Saxon – 8:41
4. Hold The Ice – 5:41
5. Another Brick In Hadrian’s Wall – 7:11
6. Budget Meeting – 9:42
7. All Of Them – 10:24
Total: 57:47

Clannad – Banba

Clannad – Banba
Género: Celta, Nuevas músicas, pop
Año: 1993, BMG
Valoración:

Máire Brennan: voz, arpa.
Ciarán Brennan: bajo, teclados, guitarra, mandolina.
Noel Duggan: guitarra.
Pádragir Duggan: guitarra, mandolina.
Colaboradores: Anto Drennan (guitarras), Jon Donnelly (percusiones), Mel Collins (saxo, flauta), Ian Parker (teclados), Frankie Kennedy (flauta, violín), Bridín Brennan (coros), Denis Woods (teclados).

Mítica banda de la música celta irlandesa caracterizada por la consanguinidad de sus miembros (está formada por hermanos, tíos… y cabe citar que la famosa Enya es de la familia y estuvo brevemente en el grupo) y su larga carrera, pues con este Banba celebraron en 1993 su vigésimo aniversario y a día de hoy parece que aún seguirán entre nosotros indefinidamente. Su discografía ronda los catorce discos, más un ingente número de recopilatorios y algunos directos, por lo que con mis escasos cuatro álbumes no puedo considerarme un experto en ellos. Aún así, me aventuro a indicar que su obra no ha sufrido grandes variaciones en estilo, manteniéndose siempre fieles a una música de orígenes tradicionales expresada con sencillez y naturalidad pero aderezada con elementos modernos que le otorgan un aspecto entre pop y Nuevas músicas.

Banba, uno de los nombres arcaicos con los que se conoce a Irlanda, no se sale de ese registro habitual: canciones edificadas sobre el folk irlandés con forma de temas pop, alternando las letras en inglés y gaélico, fusionando la mezcla con una vena de Nuevas músicas en la que destacan los bellos saxos y acompañamiento de teclados eléctricos. La ausencia de instrumentos chillones y alegres como los silbatos y gaitas y el uso de teclados, arpas y saxos más la triste voz de Máire Brennan (o Moya cuando decidió optar por la forma traducida o adaptada de su nombre) le otorgan un aire muy melancólico nada común en un grupo de folk celta. Clannad recuerda hasta cierto punto a Nightnoise, pero con un estilo más apagado y menos complejo. En Banba tenemos cortes a cappella sobre atmósfera de teclados (Na Laethe Bhí); saltarines juegos de arpas y guitarras que marcan instantes bonitos, simpáticos, pero siempre con un tono algo oscuro, como Banba Óir, There For You; canciones tristonas como Sunset Dreams, de abundantes cuerdas, o A Gentle Place, con sus melodías de flauta y arpa. También hallamos uno de sus temas con mayor proyección internacional por su inclusión en la película El último Mohicano (Michael Mann, 1992), I Will Find You.

A pesar de tener cierto reconocimiento y ser un grupo que ha vendido bastante, no llama la atención por ser una formación de gran calidad e influencia, y parece que todos sus trabajos se mantienen más o menos en el nivel de este Banba.

 

1. Na Laethe Bhí – 5:22
2. Banba Óir – 3:28
3. There for You – 4:12
4. Mystery Game – 4:26
5. Struggle – 4:06
6. I Will Find You – 5:18
7. Soul Searcher – 4:27
8. Caidé Sin Do’n Té Sin – 4:24
9. The Other Side – 4:20
10. Sunset Dreams – 4:14
11. A Gentle Place – 3:09
Total: 47:13

Mike Oldfield – Ommadawn


Mike Oldfield – Ommadawn
Género: Rock, folk, fusión étnica
Año: 1975, Virgin
Valoración:

Mike Oldfield: guitarra eléctrica, guitarra clásica, guitarra acústica, guitarra de 12 cuerdas, bajo acústico, bajo, mandolina, bodhran, arpa, bouzouki, banjo, piano de cola, teclados eléctricos, sintetizadores, glockenspiel, percusiones.
Colaboradores: Paddy Moloney (gaitas), Julian Bahula, Ernest Mothle, Lucky Ranku y Eddie Tatane (percusiones africanas), Clodagh Simmonds, Bridget St. John y Sally Oldfield (voces y coros), Terry Oldfield (flautas), The Hereford City Band (vientos), Pierre Moerlen (timbales), David Strange (violonchelo), Don Blakeson (trompeta), William Murray (percusiones).

* * * * * * * * *

Ommadawn es el tercer trabajo de Mike Oldfield, con toda probabilidad el más apreciado por la mayoría de sus seguidores aunque seguido muy de cerca por Amarok y Tubular Bells. Igual que Tubular Bells y Hergest Ridge, es una obra inclasificable tanto por su estilo único como por su calidad inigualable. En Ommadawn Oldfield se embarca en otra singular e inmensa obra instrumental cuyo origen esta vez no puede decirse que sea el rock, pues la insólita fusión resultante está edificada magistralmente con sonidos de procedencias dispares, como los bellísimos toques celtas o los intensos tramos percusivos de aires africanos, todo siempre guiado por extraordinarias guitarras. Este trabajo destila mayor pasión que los anteriores y a la vez es menos áspero, deleitando al oyente con melodías mucho más alegres y emotivas, alejándolo de la impetuosidad del Tubular Bells y de la candorosa y a la vez violenta belleza de Hergest Ridge. Quizá su estilo tan jovial y su enorme expresividad sean capaces de producir tanto placer en el ánimo del oyente que por ello sea tan querido. Solo una pega tiene Ommadawn, y es su corta duración. Compuesto de dos partes de diecinueve y catorce minutos, más una canción de tres y medio, no llega a los cuarenta minutos de audición. Eso sí, su escucha llena y satisface los sentidos plenamente.

Las sonoridades del álbum oscilan entre dulces instantes de fantásticas y embelesadoras melodías de flautas y guitarras sobre atmósferas de teclados eléctricos, imprevisibles explosiones de coros y percusiones, increíbles diluvios de inmensas guitarras, pero sobre todo brilla en los tramos en los que Oldfield interpreta los mejores solos de guitarra de su carrera, diseminados aquí y allá entre las dos partes. Sirvan de ejemplos el intenso y subyugante solo que acompaña el final de la primera parte desde el minuto dieciséis, o el complejo juego en el que se recorre todo el mástil de la guitarra arriba y abajo a partir del minuto nueve (en directo, alucinante), y por supuesto, la tremendísima e inimaginablemente bella melodía que sus mágicos dedos interpretan en los últimos momentos de la segunda parte, con toda seguridad el solo más hermoso y completo que nos ha ofrecido.

El inicio de Ommadawn no ha llegado a ser tan famoso como el del Tubular Bells pero es también muy característico. Muy llamativo se presenta el juego con el estéreo que realiza con la guitarra clásica, desglosando un solo precioso sobre los coros y teclados. A partir de ahí el disco se desarrolla como si de una sinfonía clásica se tratase: un tema o motivo sonoro principal sirve de base para desarrollar melodías afines que van creciendo hasta tomar forma, intercalándose o directamente llegando de golpe. Las transiciones están muy logradas y es imposible perder el interés por largas que sean las dos partes, siendo cada tramo sencillamente genial, impecable, arrebatador. Pero hay instantes sobrecogedores que calan aún más hondo y no podría evitar citarlos, como los mencionados solos, el apoteósico segmento de decenas de guitarras, el glorioso clímax de la primera parte, la aparición de la gaita en la segunda parte que desemboca en otro crescendo insólito y posteriormente en el solo por excelencia de Oldfield, el cual es introducido por una magistral combinación de percusiones… Y la canción que cierra el disco, que nunca ha llegado a estar entre las famosas de este genio, es magristal, con un estilo hippie muy simpático, unos coros infantiles preciosos y sus siempre perfectas guitarras.

Tanto por la naturaleza menos histriónica de la música como por la mayor práctica del joven artista inglés en las labores de producción, Ommadawn ofrece un sonido mucho más límpido que sus predecesores, siendo considerablemente destacable teniendo en cuenta la antigüedad de la obra y su altísima complejidad. En directo ha sido interpretado en gran número de ocasiones, siendo tras el Tubular Bells y alguna canción de las más exitosas la pieza más habitual en sus conciertos. Por ejemplo, muy recomendables son los videos del Live at Knebworth o el estupendo Live in Montreux 1981.

Esto y mucho más es Ommadawn, otra sublime creación de las entonces prodigiosas mente y manos de Mike Oldfield, uno de los discos más inolvidables del panorama musical contemporáneo. Único e imprescindible, genial nota por nota, guitarra por guitarra, es una obra imperecedera.

1. Part One – 19:14
2. Part Two – 17:17
Total: 36:31