El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos mensuales: febrero 2007

Domino

 

Domino, 2005, EE.UU.
Género: Acción.
Duración: 127 min.
Director: Tony Scott.
Escritor: Richard Kelly.
Actores: Keyra Knightley, Mickey Rourke, Edgar Ramírez, Delroy Lindo, Mo’Nique, Ian Zeiring, Brian Austin Green.
Música: Harry Gregson-Williams.

Valoración:
Lo mejor: La presencia física de algunos actores: la bella Knightley, el imponente Rourke.
Lo peor: Es un experimento tan fallido que quizá sería mejor no considerarlo como una película.

Inspirándose en la vida de una caza recompensas real, Tony Scott intenta construir un relato apabullante en lo visual y desestructurado en su desarrollo, pero la mano de este director, ya de por sí inquieta por los (de)efectos y experimentos visuales, ha perdido completamente el rumbo, el sentido y la lógica, consiguiendo un penoso galimatías de escenas que se suceden sin razón de ser, mezcladas mediante planos de medio segundo. Agotadora, mareante y soporífera proliferación de destellos, ruidos, subtítulos y explicaciones mediante narración y esquemas sobreimpresos en la pantalla para una historia incapaz de definir personajes y encontrar un equilibrio entre el buen proceder de la trama y la puesta en escena. El guión visto en conjunto es simplísimo, pero intentar hallarle sentido y forma entre el empacho de escenas y diálogos sin pies ni cabeza y momentos sobrantes (¿a qué viene esa larga parida sobre los chinegros?) es tarea imposible. Cansa desde los pocos minutos de proyección de manera insoportable, y para colmo dura dos eternas horas.

El reparto es atractivo a simple vista, pero es imposible ver algo más allá de los actores, ya sea porque con tanto movimiento no hay forma de discernir la interpretación que hay tras la voz, o porque el desacierto de casting es bestial: Keyra Knightley es muy bella, y con el pelo corto más aún, pero no solo no resulta creíble como dura caza recompensas, sino que es altamente incongruente, pues su físico frágil y su mirada de niña buena no encajan en el carácter, y su interpretación como siempre es más bien pobre.

Rueda sobre un guión simple, típico y previsible mediante muchas cámaras y mucho movimiento de zoom, luego realiza la postproducción pulsando todos los botones de efectos de colores, montajes, desenfoques, etc. de forma aleatoria y así obtienes Domino. Me cuesta mucho, muchísimo, considerar que este engendro pueda ser calificado como película. Una de las producciones más infames que me he tragado, y sumo esfuerzo me ha supuesto hacerlo.

John Powell – The Bourne Supremacy

John Powell – The Bourne Supremacy
Género: Banda sonora original
Año: 2004
Valoración:

 

Para un servidor, la segunda entrega de las peripecias de Jason Bourne (cuyo título en castellano es El mito de Bourne) mejora a su predecesora al ofrecer un filme de acción ligeramente superior en calidad y mucho más espectacular. Como dije en la primera banda sonora, John Powell supera aquí todas las limitaciones de aquélla e incrementa los aciertos de forma sustancial, creciéndose de forma impresionante y consiguiendo una partitura de acción memorable, muy carismática y original. La mezcla de sinfonía con percusiones de todo tipo y leves motivos electrónicos se presenta ahora como impecable, magnífica, sorprendente y altamente efectiva a la vez que adictiva.

El aspecto sinfónico ha sido mucho más cuidado, desarrollando melodías de cuerdas muy bien trabajadas que proporcionan mayor calidad y dinamismo en la construcción e interpretación de motivos musicales. La utilización de percusiones se ha enriquecido y su manejo lleno de ritmos complejos es muy fluido. La unión de estos elementos más que perfecta parece increíble, se reparten muy bien el peso de la partitura ofreciendo unas sonoridades equilibradas y únicas. El tema de Bourne cobra gran intensidad y se presenta como un corte dramático excelente, y sus variaciones son muy acertadas.

Los errores de la partitura son inexistentes, mientras que los aciertos brillan por su abundancia. A la citada excelente fusión de estilos se añade la gran frescura de la propuesta, recibida por mi parte con sumo agrado teniendo en cuenta que las grandes partituras de acción están bastante limitadas al sonido mediaventures (Zimmer y su progenie), para lo bueno (espectacularidad) y lo malo (muchos trabajos mediocres y repetitivos). Lo más destacable es que de principio a fin es una banda sonora de acción sin parar, que nunca agobia ni cae en la redundancia o se pierde en éxtasis sonoros inadecuados.

La espectacularidad está presente tema a tema, incluso en los dedicados a momentos más introspectivos, como el intenso Goa. De entre los muchos cortes a destacar en este álbum en el que no se desperdicia un instante es imprescindible citar el impresionante Berlin Foot Chase, un tema de acción inagotable, genial fusión de cuerdas con percusiones. Otros momentos exquisitos son The Drop, con aún mayor inclusión de percusiones; Funeral Pyre, emotiva unión de cuerdas y un bonito piano que retrata el instante más dramático del filme; el intenso To The Roof, con una fantástica inclusión del tema de Bourne; el comedido y sumamente eficaz principio de Moscow Wind Up, tema que se torna luego en un semicaos con correcto uso de electrónica; Bim Bam Smash, el corte que más utiliza aspectos electrónicos: aunque comienza abusando ligeramente de ellos luego adquiere un espectacular y logrado equilibrio y su clímax es alucinante; y el tema de los créditos, Extreme Ways de Moby, merece también ser mencionado, ya que es una elección bastante acorde con la música de Powell y además es una gran canción del interesante artista neoyorquino.

 

1. Goa – 2:59
2. The Drop – 3:42
3. Funeral Pyre – 2:21
4. Gathering Data – 1:54
5. Nach Detschland – 2:40
6. To The Roof – 5:32
7. New Memories – 2:48
8. Berlin Foot Chase – 5:16
9. Alexander Platz / Abbotts Confesses – 3:35
10. Moscow Wind Up – 6:55
11. Bim Bam Smash – 5:09
12. Atonement – 1:32
13. Extreme Ways – Moby – 3:56
Total: 48:19

Diamante de sangre

Blood Diamond, 2006, EE.UU.
Género: Acción.
Duración: 143 min.
Director: Edward Zwick.
Escritor: Charles Leavitt.
Actores: Leonardo DiCaprio, Djimon Hounsou, Jennifer Connelly, Arnold Vosloo.
Música: James Newton Howard.

Valoración:
Lo mejor: Las labores de Edward Zwick y Leonardo DiCaprio. Y la música de James Newton Howard.
Lo peor: Es insustancial y se olvida rápido.
Mejores momentos: El helicóptero arrasando el campamento.
El plano: La mano goteando sangre sobre la arena roja, y luego cogiendo un puñado de esa arena manchada.

* * * * * * * * *

Aunque pueda aparentar que es un más un drama de denuncia que una cinta de acción, lo cierto es que no es así, de manera que quien vaya al cine esperando un drama de cierto nivel se va a encontrar con una película de acción poco destacable pero entretenida y con algunos buenos momentos. Diamante de sangre retrata la horrible y desesperada situación de África centrándose en los polémicos diamantes denominados diamantes de conflicto, pero lo hace de manera superficial, limitando la presencia de las preciadas piedras a que se convierten en el motivo por el que los personajes se embarcan en la aventura, y aunque a la vez se intenta maximizar el carácter de denuncia del filme con un prólogo y un epílogo centrados en políticos y empresarios que lidian contra el problema o lo aprovechan, estos no funcionan, ya que no están bien encajados y se podrían haber evitado, pues son simples adornos. En consecuencia, la película está mucho más cerca de El señor de la guerra que de Hotel Rwanda, por citar dos ejemplos muy claros.

Como producción de acción cumple de forma digna pero sin ser demasiado llamativa. Prima la aventura sobre la acción de ruido y efectos especiales y algunos personajes reciben un buen trato, sobre todo gracias a una buena dirección de actores. Destacar la carismática interpretación de Leonardo DiCaprio, si bien ha sido recibida con desmedido entusiasmo por la Academia de Hollywood, que le ha otorgado una nominación al Oscar a mejor actor cuando, tanto años anteriores como éste (Infiltrados), ha realizado trabajos mucho más notables. Más llamativa aun es la nominación a Hounsou, del que no niego su buen hacer en otras ocasiones, pero esta vez tiene un papel que le permite expresividad en muy pocos momentos (¿de verdad no había mejores interpretaciones este año?). Tampoco resulta acertada la presencia de Jennifer Connelly al mando de un personaje femenino escrito únicamente para incluir el romance (de ahí que no sea un carácter muy interesante) y con una interpretación más plana de lo habitual viniendo de esta actriz: en todo momento sonríe felizmente, da igual lo complicada que sea la situación.

Edward Zwick maneja bien la cámara, sobre todo en los instantes de más acción, y aunque el ritmo es correcto incluso en las largas caminatas de los protagonistas a través de las selvas, se le podría criticar que alarga innecesariamente la cinta y no va al grano cuando puede hacerlo. Podría haber sido una proyección mucho más dinámica y entretenida con pocos retoques y recortes.

Pero si algo destaca por encima de todo y con gran vida propia es la estupenda banda sonora original de James Newton Howard, un autor inspiradísimo que ha creado una música muy variada y original que funciona a las mil maravillas en todo momento, llegando a impresionar más que las propias imágenes en bastantes ocasiones.

Mike Oldfield – Light+Shade


Mike Oldfield – Light+Shade
Género: Electrónica, tecno, chill out
Año: 2005, Mercury
Valoración:

Me desligué de los trabajos de Mike Oldfield desde que escuché el horroroso Tubular Bells III, acercándome de nuevo tan solo en algún momento para ponerme al día, echándole un vistazo a nuevos conciertos y atormentando mis oídos brevemente con sus siguientes experimentos fallidos (exceptuando el interesante Guitars) para ver qué nueva obra habría creado, no sé si porque aún tengo la esperanza de que podría volver a ofrecer algo bueno o simplemente por la curiosidad que me despierta uno de mis músicos favoritos. El caso es que hasta que no he realizado el monográfico no me he puesto a escuchar sus últimos trabajos con detenimiento, y al hacerlo mi opinión no ha variado un ápice: la última etapa de su carrera es horrible, innecesaria, falta de ideas y sobre todo me sabe como una traición a la música de calidad, pues todo está construido artificialmente desde ordenadores.

La última publicación oficial del de Reading se ha realizado en una nueva discográfica (Mercury, perteneciente a Universal), pero desconozco el por qué del cambio, pues no he oido nada de roces entre el músico y los empresarios de WEA. Light+Shade es un nuevo proyecto tecnológico que se centra más en probar programas informáticos reproductores de música y voces así como juegos virtuales varios antes que en la música en sí misma, con lo se elimina completamente el esfuerzo de composición y creación artística en detrimento de sonidos sintéticos más propios de los DJ y del tecno. Pero más sorprendente (y molesto) aun que el propio origen del álbum es el programa que incluye para que el oyente pueda remezclar las canciones a su gusto, cuya utilidad y resultados no tengo el más mínimo interés en conocer.

Light+Shade (que es lo mismo que decir Light and Shade) se dividie en dos discos que muestran una diferencia de estilo bastante marcada. Light ofrece un sonido cercano al de las Nuevas músicas electrónicas de manera muy parecida a The Songs of Distant Earth, con tranquilas sonoridades salpicadas por bellos instantes de pianos y guitarras. Aunque demuestra que todavía es capaz de crear melodías originales, al mismo tiempo no aporta una mínima dosis de esfuerzo para desarrollarlas en temas bien construidos, limitándose a rodear una prometedora idea de artificios de software repetitivos y vulgares. Unos cuantos buenos momentos de guitarra y piano salvan a esta parte del disco de ser considerablemente aburrida e insustancial, quedando como una versión fallida de The Songs of Distant Earth que se deja escuchar pero sin levantar mucho entusiasmo.

En Shade nos encontramos con el peor Oldfield posible, el que ha perdido tanto el rumbo que produce auténtica vergüenza. Ridículos temas que mezclan el tecno con el chill out, sonidos que por su propia definición, en mi modesta opinión, los aleja de lo que considero música: ritmos aleatorios, inconsistentes o, por el contrario, repetitivos pero sin meta artística (chunta-chunta de discotecas), melodías que no merecen ese nombre, pues se limitan a sonidos generados aparentemente al azar por programas informáticos. No hay arte, no hay sentimiento, no hay música, sólo un elemento industrial empalmado con otro hasta obtener algunos ritmos que por casualidad casi forman una idea musical. Un engendro infumable ya desde el penoso Quicksilver, pero cae aún más bajo con abominaciones como Slipstream, continúa con Tears Of An Angel, que comienza como un vulgar imitación computerizada de alguna sinfonía para luego incorporar efectos vocales y… y… y llegamos a Romance, donde me dan arcadas o un ataque de risa según el estado de ánimo que tenga en el momento en que lo escuche, y prefiero no seguir.

Si se omitiera la ridícula broma que supone la parte denominada Shade, el álbum podría haber pasado como una apuesta fallida pero hubiera conservado un poco de dignidad. Lamentablemente el conjunto no peca de ser irregular, sino desastroso, terrorífico.

– Light
1. Angelique – 04:40
2. Blackbird – 04:39
3. The Gate – 04:14
4. First Steps – 10:02
5. Closer – 02:51
6. Our Father – 06:50
7. Rocky – 03:19
8. Sunset – 04:47
Total: 41:25
– Shade
1. Quicksilver – 05:55
2. Resolution – 04:33
3. Slipstream – 05:15
4. Surfing – 05:36
5. Tears Of An Angel – 05:38
6. Romance – 04:00
7. Ringscape – 04:22
8. Nightshade – 05:11
Total: 40:32

John Powell – The Bourne Identity

John Powell – The Bourne Identity
Género: Banda sonora original
Año: 2002
Valoración:

 

Primera entrega de la saga del espía amnésico Jason Bourne (conocida en España como El caso Bourne), una serie de películas de acción que hasta la fecha cuenta con dos entregas estupendas dentro de su género. Para su banda sonora original John Powell ha construido una mezcla de elementos variados que han marcado un sello personal tanto para el autor como para la serie y que rápidamente ha sido copiado por otros (no hay más que ver La búsquedaNational Treasure, de Trevor Ravin-, por poner un ejemplo). La simbiosis de toques electrónicos, percusiones variadas y elementos sinfónicos otorga un carisma especial al sonido conseguido, le proporciona una buena personalidad. Sin embargo es necesario decir que el sonido final no termina de cuajar completamente, le falta elaboración, le falta pulirlo bastante. La combinación funciona y muestra carácter, pero se presenta algo simple y abusa de los efectos sonoros en bastantes ocasiones, no consiguiendo buena uniformidad. Es posible que el aspecto de experimento algo fallido se debiera a que sustituyó a otro autor en último momento (Cartel Burwell) y no tuvo tiempo para realizar un trabajo redondo, pero no podría asegurarlo. Estos problemas se solucionan con resultados extraordinarios en la segunda entrega, de la que me atrevo a decir que fue la que terminó de definir el sonido Powell definitivamente, siendo además una de mis composiciones favoritas de los últimos años.

La música se adapta bien a la película, funcionando de forma adecuada en cada momento pero sin resultar un aspecto importante a destacar: un complemento correcto y poco más. El estilo general se presenta perlado de angustia para recalcar la situación de soledad, huida y a la vez búsqueda a la que se enfrenta el protagonista, y lo consigue no forzando los elementos de acción con sonoridades apoteósicas o machaconas, sino elaborando una partitura comedida que obtiene su fuerza de su expresividad.

En disco se escucha con facilidad pero no brilla precisamente por su impacto, quedando como un entretenimiento pasajero que apenas deja huella. No hay grandes temas que destacar, sobre todo si tenemos a mano la secuela, pero algunos de los más interesantes son Main Title, Hotel Regina, Taxi Ride… mientras que los últimos cuatro cortes se presentan como los menos eficaces. Sin embargo es curioso que para una vez que se puede destacar un tema ajeno (el interesante Ready Steady Go de Paul Oakenfold, utilizado en varias películas), éste no se incluya en el disco.

 

1. Main Titles – 4:17
2. Bourne Gets Well – 1:20
3. Treadstone Assassins – 2:09
4. At The Bank – 4:07
5. Bourne On Land – 1:42
6. Escape From Embassy – 3:12
7. The Drive To Paris – 1:30
8. The Apartment – 3:25
9. At the Hairdressers – 1:29
10. Hotel Regina – 2:11
11. The Investigation – 1:34
12. Taxi Ride – 3:43
13. At The Farmhouse – 2:54
14. Jason Phones It In – 3:04
15. On Bridge Number 9 – 3:41
16. Jason’s Theme – 2:20
17. Mood Build – 3:34
18. The Bourne Identity – 6:00
19. Drum and Bass Remix – 2:15
Total: 52:57

El ilusionista

 

The Illusionist, 2006, EE.UU., República Checa.
Género: Drama, romance.
Duración: 110 min.
Director: Neil Burger.
Escritores: Neil Burger, Steven Millhauser (relato corto).
Actores: Edward Norton, Paul Giamatti, Jessica Beil, Rufus Sewell.
Música: Philip Glass.

Valoración:
Lo mejor: La bellísima iluminación y los retoques en los colores.
Lo peor: Es tan previsible que aburre muchísimo.
Mejores momentos: El truco de la espada.
La frase: Vi cosas extraordinarias, pero el único misterio que nunca resolví fue por qué mi corazón no podía renunciar a ti.

Si hay algo que no recomiendo es ver El ilusionista después del desfile de genialidad que supone El Prestigio. Tras disfrutar la impresionante apuesta de calidad y madurez que supone la obra de Nolan, esta producción que también prometía bastante se queda en un aburrido telefilme con buena presencia gracias un presupuesto que, aun estando lejos del Hollywood actual (unos escasos 17 millones de dólares), sí es más que suficiente para lucirse.

Aunque la fotografía no es muy destacable, sobre todo porque el director (el novato Neil Burger) imprime a la función una realización poco agraciada, bastante convencional, sí impresiona por el exquisito uso de la iluminación natural y los retoques en la post-producción, otorgando al ambiente una gama de tonos apagados y naranjas mate que ofrecen un repertorio de planos preciosistas y cautivadores, enriquecidos de manera sustancial con un diseño de vestuario muy rico y un atrezo detallista hasta resultar extraordinario. La visualización de la película garantiza gracias a ello numerosos instantes donde deleitar nuestras miradas, sin embargo es una lástima que semejante esfuerzo no dignifique el resultado final de la obra por culpa de una historia que cuanto más avanza menos atrapa, porque El ilusionista es, por encima de todo, un envoltorio vacío.

Ya desde el largo y pesado prólogo se augura que la película va a ser otro aburrido acercamiento a la historia de amor más vieja del universo: los jóvenes adolescentes separados por los adultos, reencontrados años después en otras circunstancias y donde deben hacer frente al matrimonio convenido de la muchacha y al poderoso futuro marido. La inclusión de un mago con poderes fantásticos que no terminan de encajar bien en la trama (a veces parece que se le va a dar un tratamiento realista, a veces peca de ser demasiado fantasioso), el intento de adornar la función con una estructura que consta de narración (intermitente, mal ubicada, incluso despista a veces) y el fallido empleo del engaño final que en teoría ha de hacer que nos replanteemos la cinta entera, fallan estrepitosamente a la hora de intentar ofrecer algo distinto.

El desarrollo de la trama es tan simple y plano que se muestra agotado en recursos desde el primer minuto de proyección; los personajes son arquetipos vacíos, sin vida, apenas salvados un par de ellos por dos grandes interpretaciones (unos Rufus Sewell y Paul Giamatti muy buen caracterizados); hay momentos en que se echan a perder buenas ideas, como la revolución que está a punto de causar el mago, relegada a segundo plano y luego olvidada por la simplicidad del hilo principal. En consecuencia todo resulta previsible hasta la exasperación, no hay dosis alguna de sorpresa o dinamismo en esta historia cuyo desarrollo y desenlace es conocido de antemano. Y por si fuera poco, la tramposa vuelta de tuerca final es forzada y sobre todo increíble, pues el personaje de Giamatti es capaz de imaginar eventos que de ninguna manera podría haber deducido y otros que ni siquiera ha presenciado.

La banda sonora original de Philip Glass me levanta sentimientos encontrados: como lleva haciendo toda su vida, repite el mismo patrón de forma constante, pero aunque suene muy visto o incluso agotado, no sólo no funciona nada mal con las imágenes, sino que a veces es un complemento que ensalza las pocas virtudes de la película.

Adornada con sumo acierto con un bellísimo acabado visual, pero una producción que debería haber tenido un realizador con carisma que la alejara de tantos convencionalismos. Para amantes de viejas historias de amor con final feliz.

Mike Oldfield – Tubular Bells

Mike Oldfield – Tubular Bells
Género: Rock sinfónico
Año: 1973, Virgin
Valoración:

Precoz y superdotado era Mike Oldfield en el manejo de los instrumentos, grandes ideas tomaban forma en su inquieta mente en aquella adolescencia donde dio sus primeros pasos en la música. Su ópera prima empezó a gestarse bajo el nombre de Opus One, pero cuando estaba cerca de hacerse realidad el nombre derivó al archiconocido Tubular Bells, otorgado obviamente por las campanas en forma de tubo que tañen el momento más apoteósico de la obra. Su innovación era tal que ninguna discográfica se planteó si quiera editar una creación tan alejada de los cánones conocidos. Pero su amigo Richard Branson, con su Virgin recién creada, decidió darle la oportunidad. 1973 fue el año de Tubular Bells, álbum que lanzó en un abrir y cerrar de ojos y de forma internacional la carrera del precoz músico inglés, una de las más prolíficas y renombradas de los músicos del siglo XX. Si bien el joven artista se vio desbordado por la repercusión de la obra y, muy afectado por culpa de su timidez, pasó varios años alejado del público hasta que consiguió superar sus miedos con ayuda psicológica.

Tubular Bells, obra que podría incluirse casi de forma obligatoria en una posible lista de los cinco discos más importantes de la música contemporánea, rompió todo esquema conocido en este arte y ha cautivado al mundo entero durante décadas y generaciones. Siendo el trabajo más representativo de su carrera y dada su repercusión, su concepto revolucionario y la importancia que posee en el legado de la música moderna, me veo felizmente obligado a otorgarle la calificación de obra maestra.

La complejidad del proyecto sobrepasaba todo lo imaginable en la época, así que su grabación resultó una tarea difícil donde la inestimable ayuda de los ingenieros Tom Newman y Simon Heyworth resultó imprescindible. Más de veinte instrumentos distintos interpretados en su gran mayoría por Oldfield, en especial gran variedad de guitarras y teclados, y unos pocos aportes de otros artistas como coros (entre los que cabe mencionar a su hermana Sally), flautas y percusiones conforman esta singular sinfonía rock para la que tuvieron que improvisar y experimentar en las mesas de grabación. A pesar de la tecnología de aquellos años y lo arriesgado de la obra el sonido resultante se presenta como impresionante, si bien es lógico que no sea perfecto: se aprecian bastantes impurezas y algunos instrumentos no están del todo bien definidos; de hecho, Mike nunca estuvo contento con el resultado, hasta el punto de que hace pocos años decidió reconstruirlo (Tubular Bells 2003).

La composición sin embargo denota una soberbia inspiración, plasmada con una madurez y sobriedad nada propias de un artista tan joven, aunque éste ya hubiera hecho algunos pinitos en el género componiendo e interpretando. La estructura de Tubular Bells tiene forma de sinfonía interpretada desde un registro de rock progresivo completamente instrumental (hay coros, pero sin letra) dividida en dos cortes de más de veinte minutos cada uno. Cada parte se compone de segmentos de distinta duración donde la música evoluciona con suavidad o cambia bruscamente pero sin salirse de un motivo general que, sin ser muy concreto ni evocar sensaciones precisas, sí desarrolla ideas musicales afines. Gran parte de las creaciones de Mike Oldfield (especialmente sus obras maestras) se estructuran de esta forma, con temas largos compuestos de partes de distinta densidad y ritmo.

El segmento más conocido y característico de Tubular Bells es su peculiar inicio a piano, una melodía sencilla, llamativa y pegadiza hasta el punto de que se queda remoloneando en nuestra mente, pero que, a pesar de su intrínseca belleza, no es más que un logradísimo ritmo de presentación y acompañamiento en una sinfonía que poco a poco comienza a desplegar toda su gama de sonidos inigualables. El resto de la obra deambula entre cautivadores solos o impresionantes tramos multiinstrumentales de guitarras secundados por el glockenspiel (un tipo de xilófono que utiliza mucho en sus discos) y bajos eléctricos principalmente. La diversidad de sonidos es apabullante, con un dinamismo bestial que lo mismo muestra un instante caótico, una orgía de guitarras, teclados y metales, que una parte llena de paz y sentimientos en plena ebullición a través de cándidas melodías. No hay tramo que se aleje de la inspiración inagotable, pero hay alguno de obligada referencia como los míticos El hombre de las cavernas o la presentación de los instrumentos por parte del denominado Maestro de Ceremonias:

Hacia los dieciocho minutos de la primera parte un grupo de bajos comienza a introducirnos en el momento culminante del álbum, donde Viv Stanshall presenta a los instrumentos que van construyendo pausada y metódicamente el apoteósico segmento que sin duda da título al disco. A medida que los va mencionando estos hacen acto de presencia incrementando las sonoridades paulatinamente hasta que las impresionantes campanas tubulares tañen en la cúspide imaginaria de esta catedral de sonidos. El hombre de las cavernas tiene lugar en la segunda parte, y es un instante de gran rudeza en el que el propio Mike interpreta a gritos al hombre de Piltdown, un falso hallazgo arqueológico que dio bastante que hablar en aquellos años. Secundado por un coro, piano y repentinos golpes de guitarra, es un instante muy curioso que se torna asombroso cuando las guitarras cobran fuerza.

Sin embargo hay muchas partes que me producen escalofríos aun habiendo escuchado el disco en incontables ocasiones, como un fantástico dúo de guitarras (sobre el minuto doce de la primera parte), el largo y melódico inicio de la segunda parte, que cuenta con un precioso piano, o el tramo que viene a continuación, una espectacular orgía de guitarras con intensas percusiones que proporciona un segmento de fuerza sobrecogedora y que termina enlazando de forma magistral con el espeluznante Caveman.

La inesperada repercusión de esta obra magna originó secuelas de diversa índole y un amplio número de representaciones en directo a lo largo de los años. La primera reinterpretación no se hizo esperar, pues dos años después vio la luz The Orchestal Tubular Bells, que como cuyo nombre indica aborda el disco en forma de sinfonía orquestal, ofreciendo resultados poco atractivos. Conciertos donde se ha expuesto alguna de las partes de Tubular Bells o extractos de las mismas ha habido hasta el presente, y probablemente siga habiéndolos durante varios años más. La función que debe ser referenciada por encima de las demás es la de la gira Exposed, que ofrece el mejor directo, sobre todo por su extraordinaria ejecución.

La segunda parte de Tubular Bells Mike Oldfield se la guardó hasta alejarse de Virgin, discográfica que, a pesar de deberle su actual posición (aunque es algo recíproco, por supuesto, que nadie más se atrevió a sacar el disco), tenía al músico inglés muy bien atado con un contrato casi esclavista. Cuando se vio liberado de los deberes con dicha empresa presentó su continuación en los años 90. Le siguieron varias más, pero lo cierto es que ni la regrabación que realizó en 2003 son dignas sucesoras, si exceptuamos el muy recomendable Tubular Bells II. Sólo hay un Tubular Bells original, no se puede reproducir la inquebrantable y atemporal magia de este auténtico clásico.

1. Tubular Bells (Part One) – 25:00
2. Tubular Bells (Part Two) – 23:50
Total: 48:50