El Criticón

Opinión de cine y música

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Collateral


Collateral, 2004, EE.UU.
Género: Suspense.
Duración: 120 min.
Dirección: Michael Mann.
Guion: Stuart Beattie.
Actores: Tom Cruise, Jamie Foxx, Jada Pinkett Smith, Mark Ruffalo, Peter Berg, Bruce McGill.
Música: James Newton Howard.

Valoración:
Lo mejor: La relación entre los dos protagonistas y la buena labor de ambos intérpretes. Excelente puesta en escena, buen uso de elementos clásicos del thriller.
Lo peor: Algo lenta, le cuesta bastante arrancar.

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Michael Mann se marca un thriller muy a lo Hitchcock, con un individuo normal metido en un embrollo de tres pares de cojones, giros y cambios de juego estresantes y clímax de acción y misterio varios. Y ciertamente eso implica que no va a sorprender en los puntos clave, pero a cambio maneja muy bien el camino entre medio y se apoya en un pilar que aporta mayor interés a la fórmula: la fantástica dinámica entre los protagonistas. Es imposible no implicarse en la odisea del taxista y sentir fascinación por el asesino, de forma que aunque veas venir algún giro o supongas que habrá final feliz, hasta entonces estás sufriendo de lo lindo.

Su mayor limitación es que le cuesta bastante entrar en materia y en general es algo lenta. Quizá podrían haber metido más aventuras y acción, pero eso implicaría inclinarse por el género de la acción, cuando es evidente que buscaban un thriller basado en el viaje emocional de sus protagonistas. Con un escenario tan reducido, el taxi, y tan pocos personajes centrales, dos, el ritmo difícilmente puede ser trepidante. La presentación de estos funciona porque nos describe individuos muy interesantes, pero no impacta porque la trama tarda mucho en tomar forma.

Hay que remarcar que si con el taxista no hubieran logrado un personaje tan cercano la cinta se hubiera hundido bien rápido. Ahí Jamie Foxx es esencial. El actor capta muy bien la esencia de Max, un ciudadano normal y corriente que se conforma con trabajo fácil que le dé para una vida sencilla, a quien el riesgo le aterra como a muchos otros: está tan apegado a la rutina, tan aferrado a la zona de confort y seguridad, que es incapaz de seguir sus sueños, aunque los desea tanto que incluso miente a su madre para sentirse algo más realizado. Por el contrario el asesino Vincent es despiadado y frío y no conoce límites, ni personales ni morales: su lema es que nada importa, haz lo que quieras sin pensar en el daño y las consecuencias que dejes. Muy bien caracterizado, Tom Cruise transmite acertadamente el tono gélido y peligroso de este implacable ejecutor, logrando una de sus pocas interpretaciones complejas y de calidad (aunque no llega al nivel de Magnolia).

Cuando este asesino muestra su verdadera cara y Max cae en su espiral de violencia el relato adquiere mayor intensidad, introduciéndonos en un juego de supervivencia agobiante. Cada nuevo paso en el viaje del desdichado taxista se va regando la semilla de la inquietud, la relación entre los dos dispares individuos ofrece un duelo interpretativo y de personalidades muy completo, y la magnífica puesta en escena perfila una atmósfera extraña que matiza muy bien el aislamiento y la intriga: la ciudad se difumina, se vuelve fría, oscura y lejana, parece que solo existe el taxi y el ahora.

El clima de tensión creciente sobre el destino de nuestro protagonista llega a puntos cumbres y a inflexiones muy potentes, como el desastre en que acaba la implicación de las fuerzas de la ley en la discoteca o el funesto giro final con la abogada del primer acto, que se esperaba con desazón (porque la trama se presenta de forma que sabes que ocurrirá tarde o temprano, es una pistola de Chéjov descarada) y llega en el peor momento y cuando sabemos de lo que es capaz el villano. Es una sabia elección no tratar de convertir el final en una sorpresa salida de la nada, porque dada la trama era muy difícil lograrlo sin hacer trampas evidentes; de esta forma juegan con la intriga de cuándo y cómo le llegará su turno y cuánto sufrirá Max para resolver la situación.

Solo una pega podría ponerle, y es que una parte resulta un tanto exagerada: desentona en un thriller de corte realista la escena de Max plantando cara al mafioso empleador del asesino. No me ha resultado creíble ninguna de las veces que he visto la película, el fortalecimiento gradual del personaje no necesitaba esa exageración. Por lo demás, el único problema serio de Collateral es la citada falta de ritmo, sobre todo en su primer acto, aunque no es tan grave como para restarle atractivo a un thriller que recupera muy bien la fórmula clásica en una época donde prima la acción directa sin nada detrás.