El Criticón

Opinión de cine y música

Archivos por Etiqueta: Brian Tyree Henry

Bullet Train


Bullet Train, 2022, EE.UU.
Género: Suspense, acción, comedia.
Duración: 127 min.
Dirección: David Leitch.
Guion: Zak Olkewicz. Kōtarō Isaka (novela).
Actores: Brad Pitt, Aaron Taylor-Johnson, Brian Tyree Henry, Joey King, Hiroyuki Sanada, Sandra Bullocl, Zazie Beetz, Michael Shannon, Andre Koji.
Música: Dominic Lewis.

Valoración:
Lo mejor: Buen repertorio de personajes estrafalarios e historias chocantes cruzándose.
Lo peor: En el tercer acto se pierde en una orgía de acción sin pies ni cabeza.

* * * * * * * * *

Antoine Fuqua (Training Day -2001-, Objetivo: la Casa Blanca -2004-, Southpaw -2015-) fue quien puso en marcha el proyecto de adaptar la novela del japonés Kōtarō Isaka (2010), pero ha acabado siendo desarrollado por el guionista Zak Olkewicz y el director David Leitch. Al parecer, estos le han dado un toque más humorístico del que buscaba Fuqua, inspirándose obviamente en la tendencia que marcó Guy Ritchie con la genial Locke & Stock (1998) y terminó de popularizar Snatch (2000).

David Leitch hizo carrera en el mundo de los dobles o especialistas de acción, empezando desde abajo, como figurante o doble, y llegando finalmente a coordinador del equipo. Pero decidió que no tenía suficiente, y pegó un salto más: asociándose con otro colega del gremio, Chad Stahelski, se lanzaron a producir y dirigir. Juntos dieron forma a la saga John Wick (2014), un éxito rotundo que ha permitido a ambos seguir labrándose una buena trayectoria. La primera en solitario de Leitch fue Atómica (2017), que a mí me pareció un bodrio pero tuvo cierto tirón. Con ello ha cogido rápidamente renombre suficiente como para alternar obras de encargo (Deadpool 2 -2018-, Fast & Furious: Hobbs & Shaw -2019-) con otras donde ha tenido más libertad: Bullet Train y El especialista (2024), esta última que habla precisamente del mundo de los dobles.

Tenemos un grupo dispar de mercenarios, asesinos y estafadores con una personalidad y poses muy marcadas y originales. Cada cual tiene sus excentricidades más o menos peculiares y graciosas con las que deleitarnos, y sus habilidades serán puestas a prueba en los rocambolescos encuentros que irán teniendo a lo largo de una odisea desarrollada por capítulos muy diferenciados y completos, llenos de conversaciones rebuscadas y enredos narrativos varios (relatos paralelos, flashbacks) donde destaca un sentido del humor que se inclina por lo estrambótico y los giros inesperados.

La cinta pronto muestra su propia personalidad, pues aunque el estilo tiene esos referentes claros no encontramos escenas que hagan pensar en que nace como imitación, los protagonistas se sienten muy vivos y atractivos y la acción está siempre en marcha deleitándonos con alguna nueva locura. Algunos encuentros son divertidísimos o están llenos de un suspense más que tenso juguetón, ya que esperas que pase algo raro o venga otro chiste surrealista.

El reparto capta muy bien las excentricidades de cada rol y ofrece buena química. Destaca que sin que hayamos dado cuenta Aaron Taylor-Johnson se ha convertido en un valor seguro tras acumular incontables papeles secundarios sin mucha sustancia y donde no parecía tener futuro, como Los Vengadores, La era de Ultrón (2015). Entre la presente y Tenet (2020) ha logrado cambiar su sino y dejar tan buenas impresiones que no sorprende que esté siendo uno de los candidatos favoritos para encarnar al nuevo James Bond, aunque a la hora de publicar esto no hay nada decidido todavía.

David Leitch maneja muy bien un escenario difícil, el tren bala japonés, llevándonos con habilidad de vagón en vagón a través de conversaciones largas y peleas trepidantes sin que apenas se noten desequilibrios y bajones notables de ritmo. Pero algún achaque se hace notar, alguna escena se siente desubicada o alargada más de la cuenta, como los flashbacks a la fiesta en Méjico.

El problema más importante viene en un tercer acto donde el guion se diluye rápidamente y el director no lo ve y potencia por error unos vacuos fuegos artificiales. Las confrontaciones finales se hacen de rogar cuando más concreción se necesitaba, y acaban resultando anticlimáticas. El humor se torna más bruto que inteligente, y la orgía de acción abandona el juego de intrigas personales por un tono de fantasía grandilocuente propio de sagas como Transformers (Michael Bay, 2007).

Llega a resultar muy decepcionante lo mal que acaba, pero en conjunto queda un buen entretenimiento, inteligente y original y fácilmente revisionable.

Godzilla y Kong: El nuevo imperio


Godzilla x Kong: The New Empire, 2024, EE.UU.
Género: Acción, fantasía.
Duración: 115 min.
Dirección: Adam Wingard.
Guion: Terry Rossio, Adam Wingard, Simon Barrett, Jeremy Slater.
Actores: Rebecca Hall, Brian Tyree Henry, Dan Stevens, Kaylee Hottle, Ron Smyck, Fala Chen, Rachel House.
Música: Tom Holkenborg, Thomas Salpietro.

Valoración:
Lo mejor: La odisea de Kong emociona. Buen acabado.
Lo peor: El grupo de protagonistas humanos es estúpido e inverosímil. La historia muy predecible.

* * * * * * * * *

La saga de los monstruos o monstersverse empezó con lo justo en Godzilla, obra de acción digna y vistosa, para luego crecer rápidamente con Kong: La Isla Calavera, una de aventuras espectacular y con personalidad como ya no suelen verse, y Godzilla: El rey de los monstruos, una de acción y catástrofes bastante sólida.

La clave de esta maduración está en que los productores y los realizadores contratados se tomaron en serio un género muy fantasioso, centrándose en contar con unos personajes bien escritos, factor clave para que cualquier historia, por alocada que sea, tenga algo de recorrido dramático y verosimilitud que permita conectar, y no dejaron tampoco que la historia se diluyera en los artificios, logrando buenos escenarios de suspense y espectáculo en los que incluso se puede empatizar con los monstruos.

Para Godzilla vs. Kong parece que rebajaron el listón, y Godzila y Kong: El nuevo imperio lo confirma. Ahora se han invertido los factores: los personajes son cada vez más tontos y menos creíbles, el arco dramático insulso, los diálogos y el humor vulgares, y el espectáculo engulle las pobres tramas con enredos muy sensacionalistas.

El panorama en el mundo humano no podía ser más desolador, tenemos a uno de los grupos protagonistas más estúpidos y cargantes que recuerde haber visto. Organizaciones mundiales con presupuestos, tecnología y poder sin aparentes límites, y a la misión más crucial en la inexplorada tierra hueca de Kong envían a una oficinista con su hija minusválida, un piloto borde y obeso, un bloguero conspiranoico y un veterinario pirado. La primera y el último tendrían cabida en un equipo, pero uno serio, con militares curtidos en distintos campos y técnicos especializados que también tuvieran preparación para trabajo de campo con peligros.

Del reparto, solo Dan Stevens como el veterinario muestra buenas dotes y gran carisma, pero el rol está tan pasado de rosca y sus escenas humorísticas son tan ridículas que no hay manera de salvar la situación. Especialmente insufribles son el piloto (Alex Ferns) y el bloguero pirado (Brian Tyree Henry). La doctora encarnada por Rebecca Hall y la hija en manos de Kaylee Hottle transmiten cero emociones. Todo arco dramático presentado resulta tan lineal y simplón como se veía venir: que la niña sea la clave de la historia, ñas moralejas infantiles sobre los choques culturales y el respeto, y los conflictos personales, en especial la relamida redención familiar. Cabe destacar para mal los vulgares y sobreexplicativos diálogos, sonrojantes y aburridos a partes iguales.

Por suerte, Kong levanta mucho el nivel. Un personaje animado y sin diálogo se come la película. La historia de la búsqueda de sus orígenes es bonita: la soledad, el viaje, el choque con otros grandes simios que rompe su sueño, la lucha, el pequeño gran simio y sus dudas, la necesidad de Godzilla y el equilibrio entre las bestias… Todo funciona aceptablemente bien. Lástima que al contrario que en Godzilla: El rey de los monstruos, no haya una réplica del mismo nivel por el lado humano.

El intento de hacer una aventura distendida, en contra del drama más serio de las precedentes, y con un tono ochentero, con canciones rock, estética colorida y mucho humor, parece seguir la estela de Guardianes de la galaxia, Thor: Ragnarok y Love and Thunder, pero le falta la gracia, coherencia y versatilidad de esas obras tan brillantes. Se siente forzada y exagerada, y el universo va perdiendo conexión emocional y coherencia, tornándose en una fantasía improvisada al estilo Transformers.

Con buen presupuesto difícilmente podría fallar en el acabado, aunque esto también suele ocurrir en el género. Funciona muy bien en los efectos especiales y sonoros, aceptablemente bien en la dirección de Adam Wingard, con buen ritmo pero ninguna escena que quite la respiración. La música del irregular Tom Holkenborg resulta un tanto ruidosa y caótica; que vuelvan Alexandre Desplat o Brear McCreary, quienes fueron esenciales a al hora de dar solidez a la serie.

Con todo en la balanza, queda un entretenenimiento pasajero aceptable si no le buscas cosquillas. Pero como entrega de la saga se las tienes que buscar, porque se esperaba más y no da la talla. El monsterverse podrá seguir dando actualmente, pero pierde prestigio y fidelidad y terminará estrellándose si no retoman el rumbo.

Monsterverse:
Godzilla (2013)
Kong: La Isla Calavera (2017)
Godzilla: El rey de los monstruos (2019)
Godzilla vs. Kong (2021)
-> Godilla y Kong: El nuevo imperio (2024)

Los Eternos


Eternals, 2021, EE.UU.
Género: Superhéroes.
Duración: 156 min.
Dirección: Chloé Zhao.
Guion: Chloé Zhao, Kaz Firpo, Ryan Firpo, Patrick Burleigh, Jack Kirby (cómic).
Actores: Gemma Chan, Richard Madden, Angelina Jolie, Kit Harington, Kumail Nanjiani, Salma Hayek, Barry Keoghan, Brian Tyree Henry, Don Lee, Lia McHugh, Lauren Ridloff, Haaz Sleiman.
Música: Ramin Djawadi.

Valoración:
Lo mejor: El vestuario es vistoso. Richard Madden y Brian Tyree Henry le ponen ganas.
Lo peor: Todo resulta desastroso: guion (historia, desarrollo de personajes, trasfondo), dirección (insustancial en el drama, escenas de acción aburridas y mal rodadas), el resto del reparto (algunos están fatal), los efectos especiales inexplicablemente tampoco dan la talla…
El título: Otro que dejan sin traducción oficial, aunque como se veía venir, todo el mundo lo traduce.

* * * * * * * * *

Los Eternos son unos superhéroes que quedan un poco en tierra de nadie tanto en los cómics, donde son conocidos sólo por los lectores más fieles, pues no han trascendido mucho más allá, como en la saga cinematográfica de Los Vengadores, donde están descolgados de las historias y personajes principales. El punto de partida ha sido semejante al de Guardianes de la galaxia, y de igual manera el estudio no tenía claro cómo iba a funcionar ni los espectadores nos hacíamos una idea de qué esperar. Pero han terminado siendo dos casos opuestos. En Guardianes de la galaxia, Disney y el director del proyecto Kevin Feige acertaron de lleno eligiendo a un talento en potencia, y James Gunn dio a luz una película con tanto ingenio y personalidad que puede sustentar por sí sola una saga paralela a Los Vengadores. Pero en Los Eternos la elección se basa en la corrección política imperante en estos tiempos: ha contado más el tener una mujer «racializada» (tela con el nuevo término también) que el parecer apta para el trabajo.

La china Chloé Zhao se ha ganado recientemente el favor de la crítica y los certámenes de premios con una cina muy de su gusto, Nomadland (2020), un melodrama de superación personal blandengue que no muestra ninguna virtud especial en ningún sentido. Pero en un requiebro kármico tronchante, su presencia les ha estallado en la cara: en China se ha tildado de disidente política y se ha vetado el estreno, así que han perdido un jugoso mercado.

En cuanto a la película en sí, Zhao y la legión de guionistas que la acompañan se han estrellado con una producción fallida, un despropósito colosal, y a pesar de las ganas que había con volver a ver algo de Marvel de grandes proporciones tras la sencillez de Viuda Negra, no ha calado nada bien entre el público y la crítica. Resulta caótica, dispersa, insustancial… aburrida y olvidable. La peor de la saga junto a la enterrada El increíble Hulk, casi hace buena al patinazo de Sang-Chi.

Tenemos una premisa que difícilmente puede calar, porque se sustenta en unos dioses, los Celestiales, que pueden hacer y deshacer a su gusto, pero no tienen muchas luces, porque crean un grupo de superhéroes que parecen hechos con sobras. Ya me dirás de qué sirve la capacidad de transformar materia inerte, que una solo valga para sanar, que otra sea sordomuda, otra adolescente, que otro sólo tenga un súperpuño, y para rematar, el despiporre, uno es capaz de crear de la nada cachivaches y tecnología de todo tipo, ¡a pesar de que su misión es no hacerlo bajo ningún pretexto! Lo lógico hubiera sido darles a todos los poderes combinados, y listo.

Pero además, en esta adaptación lo empeoran, porque de nuevo los poderes que más parecen interesar a los productores y autores son los de la integración, la corrección política, el país de la piruleta… así que cambian bastante a los personajes originales para poder abarcar todo tipo de razas, culturas, condiciones… Y están tan obsesionados en cumplir con el escaparate a lo Benetton que sin darse cuenta terminan cayendo precisamente en algunos estereotipos raciales y culturales cutres, arcaicos, que creíamos ya superados: los hindúes son tratados como una cultura, una forma de ser y con unas películas tan ridículas que hay que reírse de ellas. Bochornoso.

Los bichos malos, los Desviantes, tienen una justificación muy pobre, tanto la inicial como la desvelada luego, y por lo tanto, la existencia de los Eternos tampoco parece muy sólida. Básicamente solo sirven para incluir las escenas de acción de rigor. Por su diseño son vistosos, pero sin trascendencia ni un buen sentido del espectáculo, empiezan a cansar desde su segunda aparición. Cuando la historia se centra más en los celestiales, incluso empeora, porque se torna demasiado etérea, confusa. En Guardianes de la galaxia, Vol. 2 tenemos un celestial, y funciona muy bien porque es un rol atractivo, sirve como motor emocional de las vivencias de los protagonistas, y las escenas de acción son magníficas. Aquí entramos en un juego de creaciones divinas que no hay por dónde agarrar. La presencia de estas criaturas tan poderosas rebaja y minusvalora personajes y villanos muy importantes; por ejemplo, ahora resulta que Thanos es un don nadie a su lado. Pero es que también afecta a la naturaleza del universo: ¿tenemos que asumir que no hay big bang, acreción de planetésimos, tectónica de placas… que todo es designio de estos seres? Pues en ese caso, la decisión de ir contra ellos es ridícula, estás atentando contra la existencia misma del universo por un capricho personal, jugándotela a tener secuelas impredecibles a escala astronómica.

Y eso lleva a que el trasfondo ético y de superación personal clásico del género aquí brilla por su ausencia. Los protagonistas tienen un dibujo muy pobre, no cambian, dicen tener dudas, pero hacen lo mismo durante toda la película, no hay aprendizaje, superación de problemas, aceptación de la responsabilidad, y los pocos cambios y sacrificios que vemos son gratuitos y a designio de los flojos escenarios de acción. Los dilemas morales, al ser presentados con esa megalomanía absurda de salvar la Tierra contra unos dioses, no logran un calado emocional humano, no resultan tangibles, verosímiles. Y no hay más. El resto de la película es «salvemos la Tierra… no, mejor vamos a tener la misma pelea entre nosotros que llevamos teniendo desde hace milenios».

Es tal el desastre del planteamiento, la escritura y la ejecución, que la narración da vueltas en un bucle interminable hasta alcanzar dos horas y media totalmente injustificadas y que se hacen, como su título dice, eternas.

Cada escena repite exactamente el mismo patrón: un chiste con el indio Kingo y su egoísmo, otro con sus películas, y aguantar como puedes el ver a sus cejas cobrar vida propia; y por si no fuera suficiente, otro chiste más con el mayordomo y su cámara, quien se convierte en el primer secundario cómico del secundario cómico de la historia; un roce entre el indio y la adolescente Sprite, para luego acabar en tablas; (Sprite significa duende, esto sí tendrían que haberlo traducido); el empático Druig siendo chungo y queriendo controlar gente, y los colegas diciéndole «uuyyy no seas malo» pero sin implicarse realmente en la cuestión; la guerrera Thena perdiendo el juicio, dislocándose los hombros con esa postura absurda que pone la actriz, y teniendo que ser cuidada; Gilgamesh cuidándola con su poder de gordo simpático; Ikaris, el Superman, con una escena de acción y otra que deje claro que está encoñado por la empanada de Sersi pero es tan inmaduro que no dice nada; Sersi está en todo, pero aporta tan poco que a pesar del empeño en decir que tiene madera de líder resulta insustancial y no transmite nada; la sordomuda Makkari siendo majita y corriendo de acá para allá; y la jefa, Ayax, como la profe simpática que cae bien a los alumnos pero que realmente no les enseña nada.

El único protagonista medio interesante es el que menos tiempo tiene: Phastos, el de los cachivaches, se siente un personaje más vivo, tiene una historia familiar que le confiere algo más de motivaciones, aunque sea algo cursi, y también cabe señalar que esta vez el ramalazo de corrección política (es homosexual) está muy bien integrado, precisamente porque se siente natural y hasta entrañable.

Los Eternos queda muy lejos del repertorio de personajes de gran magnetismo y las aventuras desde amenas a memorables que nos ha ido ofreciendo la saga, con títulos ya icónicos, como la comparación más obvia, Guardianes de la galaxia. Es de esas odiosas películas donde ningún protagonista tiene personalidad, motivaciones, ni toma decisiones, pero se apuntan a todo y salen airosos porque los autores lo quieren, es decir, cuya única existencia es justificar unos actores carismáticos y unas escenas de acción espectaculares… Y me temo que en estos dos campos tampoco cumple…

El reparto es otro batacazo importante. En superproducciones lo habitual es aprovechar la posibilidad de contrar a actores con garra y en muchos casos también calidad. Pero aquí el desastre es de los que hacen época, y no cabe duda de que se ha producido también por culpa del mismo método con el que se seleccionó a la directora. Sólo Richard Madden (Ikaris) y Brian Tyree Henry (Phastos) muestran algo de versatilidad e interés en el papel. Don Lee (Gilgamesh) y Harish Patel (el mayordomo Karun) son bastante simpáticos, pero no logran dejar huella con esos roles tan pobres. Otros conocidos como Angelina Jolie (Thena), Salma Hayek (Ajak) o el más joven Kit Harington (el novio soso de Sersi, Dane Whitman) tienen más fama que virtudes, y los dos últimos pasan pasa sin pena ni gloria, pero la primera está muy sobreactuada, sobre todo en lo físico, con esas posturas absurdas, con lo que acaban resultando entre insípidos y cargantes. Lauren Ridloff (Makkari) apunta maneras, pero su personaje es plano y poco puede hacer. Lia McHugh (Sprite) es otra que termina molestando con su cara de amargada constante. Y el resto es para poner el grito en el cielo: Kumail Nanjiani (Kingo) da rienda suelta a una serie de sobreactuaciones demenciales y tics estrafalarios, hasta el punto de que sus cejas parece que van a salirse de su cara y seguir actuando por su cuenta; Barry Keoghan (Driug) y su pose de malo da risa de primeras, pero no tarda en ser molesto; y Gemma Chan (Sersi), destinada no se sabe por qué a liderar el grupo, es un lastre enorme, menuda falta de sangre y dotes interpretativas, si me dices que es un maniquí me lo creo.

En la dirección, Chloé Zhao también anda muy perdida. En el lado dramático, la interacción de personajes y sus sentimientos, la insulsa puesta escena, repleta de vacuos primeros planos y contra planos, más algún atardecer de esos que le gustan metido con calzador, termina de inundar de apatía el endeble y superficial guion. En las secuencias de acción la cosa es peor, tenemos el capítulo de la saga Marvel más flojo y decepcionante. Incluso algunas entregas consideradas menores por no ofrecer guiones sorprendentes, como las de Ant-Man, Doctor Strange, Viuda Negra y las secuelas de Iron Man, tuvieron unos acabados notables y resultaron buenos entretenimientos.

Lo primero que salta a la vista es que la cinta adolece de escenarios elaborados donde pueda haber grandes despliegues de decorados y efectos especiales, pues a pesar del argumento de dioses galácticos y líneas temporales mezcladas todo ocurre en la Tierra y en pocos lugares llamativos. Sólo Babilonia destaca, y no es que sorprenda; si es que desaprovechan hasta los incomparables paisajes volcánicos de Canarias. Lo único donde podrían desmelenarse es la nave, pero de las pocas ganas imaginación que le han echado lo que queda es un anodino triángulo con pasillos y estancias sin alma. Sólo el vestuario es llamativo, con unos trajes para los Eternos muy trabajados que resultan deslumbrantes. Por ello no se justifican los 200 millones de presupuesto por ninguna parte.

Así que no quedaba otra que esforzarse en las batallas… Pero a Zhao, como pasa también en Sang-Chi con sus autores, le queda tan grande la superproducción que no supo cómo enfrentar las partes de acción desde el guion, durante el rodaje, ni a la hora de fomentar el entendimiento entre los distintos equipos de trabajo (efectos especiales, montaje), y nada cuajó como es debido, de manera que no parece una entrega de la saga, todas deslumbrantes en cuestión de efectos especiales y acabado general, sino una producción menor donde las pantallas de fondo y los dobles digitales cantan un montón y no hay imaginación ni sentido del espectáculo. Cada pelea es un compendio de bichos lanzando gente lejos en vez de destriparla, muñecos digitales, rayitos de todo tipo… Para la larga y desangelada batalla final ya llevaba muchos minutos desconectado, y se hace muy, muy pesada.

La música de Ramin Djawadi, que repite en la saga tras Iron Man, pero en un registro completamente distinto, no falla, pero tampoco apasiona. El tema principal amaga con desplegar unas sonoridades llamativas, hermosas y potentes, pero acaba engullido por una fórmula repetitiva y una orquestación muy pobre. Fuera de los machacones motivos de acción hay algo de variedad étnica que se ajusta correctamente al tono de la cinta, pero nada como para dejar huella. Sigue sin ser un autor que destaque nada, y no entiendo cómo consigue tantos buenos encargos.

Terminamos con unas escenas postcréditos de esas que no sirven para enlazar capítulos mediante personajes conocidos o como extensión o guiño curioso, sino de las que sólo los más frikis de los cómics pueden entender, así que para rematar el atroz aburrimiento, te comes los créditos para nada.

La película me ha resultado tan soporífera y decepcionante que no puedo parar de ponerla a caldo, y la analizo por escenas más detalladamente tras el salto.

Alerta de spoilers: En adelante destripo a fondo.–

Leer más de esta entrada

Godzilla vs. Kong


Godzilla vs. Kong, 2021, EE.UU.
Género: Acción.
Duración: 113 min.
Dirección: Adam Wingard.
Guion: Eric Pearson, Max Borenstein, Terry Rossio, Michael Dougherty, Zach Shields.
Actores: Alexander Skarsgård, Millie Bobby Brown, Rebecca Hall, Brian Tyree Henry, Kaylee Hottle, Julian Dennison, Shun Oguri, Demián Bichir, Kyle Chandler, Eiza González.
Música: Junkie XL.

Valoración:
Lo mejor: Los actores principales son bastante competentes. Efectos especiales y sonoros impecables.
Lo peor: Es un paso atrás respecto a la saga: los personajes principales son flojos, los secundarios horribles, la conexión de estos con la historia de los monstruos muy débil, y la guerra de titanes se hace repetitiva y carece de sorpresas a pesar de las oportunidades que ofrecían algunos apuntes de guion. La dirección cumple pero no impresiona. La banda sonora es infame.

* * * * * * * * *

Parecía que la saga de los monstruos estaba madurando bastante bien. En su nacimiento en Godzilla no dejó buenas impresiones más allá de ser un espectáculo gratificante, pero Kong: La Isla Calavera mostraba gran personalidad, ofreciendo una de aventuras a la antigua usanza muy emocionante y divertida, y aunque no fuera tan buena, Godzilla: El rey de los monstruos empezaba a asentar muy bien el universo de estas criaturas y tuvo un grupo protagonista muy completo e interesante. Sin embargo, la esperada Godzilla vs. Kong es un gran paso atrás tanto en calidad como en cuanto al buen trabajo realizado con los protagonistas y la historia.

De los personajes conocidos en El rey de los monstruos sólo dos repiten, y es como si no estuvieran aquí. Mark Russell, en manos del siempre estupendo Kyle Chandler, es un secundario que no pinta nada, algo que resulta muy decepcionante. Su hija Madison tiene más tiempo en pantalla, pero escasa relevancia real. El talento nato de Millie Bobby Brown y la simpatía de sus nuevos compañeros levanta un poco el nivel, pero lo que han hecho los productores y autores (si es que estos últimos no se han visto obligados a comerse el marrón) no tiene perdón. Estaba claro en la anterior entrega que su presencia era para atraer al público joven, pero en esta han tirado descaradamente del éxito de la serie que la catapultó, Stranger Things (2016), y han metido un episodio de la misma en media película. Tenemos la pandilla adolescente típica que con tanta suerte (porque buen hacer no mucho) exprimieron en la serie: la líder carismática y valiente, el secundario gordo simpático (Julian Dennison, dado a conocer en Deadpool 2), y el adulto tonto o raro (Brian Tyree Henry, secundario en bastantes títulos). Y la historia es la misma de siempre: se ven envueltos en aventuras llenas de cambios de escenario, humor, frikismo en cantidad y algo de acción. Pero todo ello sin sentido, sin conexión tangible con el resto, sin emoción alguna, y con los personajes al borde de ser una caricatura incómoda.

A los nuevos protagonistas principales cuesta engancharse, primero, por ese chocante cambio de un repertorio de personajes a los que ya te habías hecho, segundo, porque van muy justos de interés y son de nuevo los actores quienes los mantienen en pie. Alexander Skarsgård (True Blood, 2008) como el explorador venido a menos que encuentra nuevas oportunidades, la científica competente Rebecca Hall (El truco final, 2006) y su niña (asumo que adoptada, no se explica nada) Kaylee Hottle, son bastante simpáticos, y la relación entre ellos apunta maneras aunque sea desde lo básico: tropiezos laborales, acercamiento personal, posible enamoramiento. Sin embargo, conforme nos vamos adentrando en la acción los humanos se van dejando de lado, y acaban siendo un grupo de peleles que corren de aquí para allá sin hacer nada claro y perdiendo la poca conexión con el espectador que hubieran podido conseguir. Su destino acaba importando bien poco.

La cosa empeora porque también van introduciendo unos secundarios cada cual más ridículo, de nuevo abandonando a otros que ya teníamos y resultaron muy interesantes. En las dos entregas anteriores encontramos grupos bastante amplios, pero cada rol tenía su personalidad bien definida, sabías dónde estaba, qué hacía, recuerdas dónde acabaron, y quienes hacían la parte de villanos funcionaban, sobre todo a la hora de transmitir los mensajes clásicos del hombre versus la naturaleza, la ambición que corrompe, etc. Aquí todos son estereotipos trilladísimos con unas pocas frases chorras, y algunos ni siquiera se sabe qué hacen en el relato. La mejicana buenorra (Eiza González) es un misterio, no sé si la incluyeron por la cuota latina o qué. El empresario chungo que (Demián Bichir) la lía resulta, esta ya con todas las de la ley, una caricatura grotesca; además, el tío posee un entramado empresarial y una tecnología con los que evidentemente tiene el mundo a sus pies, pero ambiciona más, máaaaas. Y para rematar, tenemos un insulto con patas: nos presentan al hijo del fallecido Serizawa, quien fuera crucial en el entendimiento entre humanos y Godzilla, pero el rol encarnado de forma lastimera por Shun Oguri no tiene nada que ver con su padre, es una extensión del villano, un malote secundario anodino que maneja el robot gigante y que no aporta nada más, salvo pensar que han destrozado la memoria de un buen personaje.

El otro gran problema es que no hay una premisa clara como en los episodios predecentes. Incluso en Kong quedaba claro que no hace falta mucho, sobrevivir en la isla y encontrar una salida, siempre que el objetivo esté siempre moviendo el argumento y los personajes en una dirección clara y los escenarios de acción aparatosa no olviden el factor humano. Aquí parece que apuntan más alto, en un amago de ampliar el universo asentado adecudamante en El rey de los monstruos, pero el patinazo es de impresión. Se abren varios frentes prometedores, pero conforme avanza la proyección va quedando claro que no hay un objetivo concreto más allá de tener la excusa para distintos escenarios de espectáculo grandilocuente. Así, cada vez llegamos a una parte y esperamos tener respuestas a algunas cuestiones planteadas, nuevos retos, nuevos caminos que seguir… todo se deja de lado por los fuegos artificiales gratuitos.

Que vamos al interior de la Tierra hueca… todas las respuestas sobre la naturaleza de Kong, cualquier expectativa que te hicieras con el lugar, queda por los suelos, es un tour de acción de relleno, nada útil pasa. Se anuncia una épica confrontación entre kaijus y mechas, o sea, monstruos y robots… y nada sorprendente ocurre. Todo el mundo tecnológico presentado, aparte de ser una salida hacia la ciencia-ficción demasiado aparatosa y con un estilo a lo TRON: Legacy (Joseph Kosinski, 2010) poco convincente (demasiadas lucecitas y enredos), no termina de aportar nada más aparte de excusas para gastar más en efectos especiales. La pelea en los barcos, con el portaviones como centro, es lo único medio novedoso y espectacular. En adelante no hay desarrollo alguno de las premisas presentadas ni intriga por el porvenir de ningún monstruo o protagonista. En todo este trajín los personajes deambulan perdiendo cada vez más presencia, olvidando los débiles arcos dramáticos presentados, aburriendo cada vez más, y por momentos provocando rechazo: hay unas pocas casualidades vergonzosas (caer en el vagón que los lleva al despacho del villano) y diálogos sonrojantes que te harán llevarte las manos a la cabeza.

El acabado trae otro bajón. Este es ligero, pero suficiente como para perder el salto entre espectáculo vacío y película con capacidad de impactar, con talento y visión como para exprimir los escenarios y los efectos especiales a lo grande, como lograron en El rey de los monstruos y sobre todo en La Isla Calavera. El director Adam Wingard, que viene del cine de terror de baratillo, cumple, que ojo, ya es bastante en una producción colosal como esta, pero no es capaz de dar ese paso de lo rutinario y predecible hacia lo ingenioso y asombroso. Hasta Godzilla es bastante más imaginativa y épica en lo visual. Los efectos especiales son excelentes, los sonoros impecables, pero sin un guion y una dirección que los lleve algo más allá no pueden dejar huella.

Y en la banda sonora sigo sin entender qué están haciendo, ni qué pasa en este gremio que los estudios cada vez emplean peor. Tuvieron a bien contratar al mejor compositor contemporáneo para Godzilla, Alexandre Desplat, y se marcó una obra colosal. Pero en cambio en Kong tiraron por uno de los peores, Henry Jackman, quien nos dejó una simplona y olvidable partitura de acción. En El rey de los monstruos probaron con un talento joven, Brear McCreary, quien estuvo muy bien y además supo homenajear de maravilla a las cintas japonesas originales y al mítico compositor Akira Ifukube. Y a pesar del buen resultado de nuevo tiran hacia la línea comercial más atroz con un músico infame pero que tiene la suerte de vivir en tiempos infames y los estudios le encasquetan trabajo tras trabajo. Junkie XL, como se hace llamar Tom Holkenborg, vuelve a dejar claro que Mad Max: Furia en la carretera (2015) fue una inspiración irrepetible, pues desde entonces encadena un desastre tras otro. Aquí ofrece otro bodrio de acción ruidosa con abuso de los samplers que utiliza en todas sus obras, añadiendo una paupérrima atmósfera a la de ya de por sí mejorable narrativa.

En resumen, con Godzilla vs. Kong hemos pasado de una saga que había madurado rápidamente y prometía seguir explorando su interesante universo, a un producto de acción sin alma, de ver y olvidar. Esperemos que sea un bache y vuelvan a encarrilar la saga.

Ver también:
Godzilla (2013)
Kong: La Isla Calavera (2017)
Godzilla: El rey de los monstruos (2019)
-> Godzilla vs. Kong (2021)