Dune: Part 2, 2024, EE.UU.
Género: Ciencia-ficción, drama.
Duración: 166 min.
Dirección: Denis Villeneuve.
Guion: Denis Villeneuve, Jon Spaihts. Frank Herbert (novela).
Actores: Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Josh Brolin, Florence Pugh, Christopher Walken, Stellan Skarsgård, Javier Bardem, Charlotte Rampling, Dave Bautista, Austin Butler.
Música: Hans Zimmer.
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Valoración:
Lo mejor: El primer acto, intimista y emotivo, pero también con momentos espectaculares. Buena dirección, fotografía, vestuario, música y localizaciones de desiertos. Reparto bastante competente.
Lo peor: Se va estancando, llegando a aburrir, y perdiendo el rumbo en tramas y personajes. Cuando se lanza el desenlace, ha faltado ahondar y explicar muchas cosas, y quedan muchos huecos, y no se entiende nada. En el acabado no aporta novedades, de hecho, pierde mucha fuerza.
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—Alerta de spoilers: Entro a fondo en la película y la novela. —
FALLIDA SEGUNDA ENTREGA
La primera parte ya iba justa, la balanza entre carencias y virtudes no lograba decantarse con holgura a favor de las últimas. Personajes y actores llamativos, algunos pasajes potentes, un acabado fastuoso… pero resultaba un relato un tanto largo y frío, incapaz de explicar adecuadamente algunos aspectos de la trama y de deslumbrar como podría. Y parte del problema venía de haber sido demasiado fieles a la novela de Frank Herbert, ahogada en descripciones del desierto y las culturas pero sin ser capaz de exponer con suficiente dedicación y fuerza las motivaciones personales y la lucha entre casas y demás facciones.
La segunda entrega tenía más fácil remontar e incluso superar a la novela, pues en las últimas doscientas páginas el escritor desarrolla con prisas todo lo que había ido retrasando negligentemente, y acaba desaprovechando el potencial de muchas situaciones y un buen puñado de giros que podrían haber tenido mucho recorrido. Pero Denis Villeneuve y Jon Spaihts no han visto esos problemas, y los han acabado aumentando sin querer, además de crear otros nuevos precisamente ahora que dejan de ser tan literales al libro e intentan contarlo a su manera.
Inesperadamente, gran parte de la crítica y el público la han encumbrado como una obra maestra, vendiéndola además como La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977) de nuestra época. Pero Dune: Parte 2 resulta tan aburrida, caótica y a la postre fallida que objetivamente no merece más de un aprobado. Y no sé qué se han fumado para hacer semejante comparación. Si alguna la merece sería la trilogía de Guardianes de la galaxia (James Gunn, 2014), esa sí tiene inventiva y calidad a raudales. Obra maestras recientes del género serían Interstellar (Christopher Nolan, 2014) y Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015). Y del propio Villeneuve, Blade Runner 2049 (2017) y La llegada (2016).
Debería alegrarme del éxito de una obra de ciencia-ficción ambiciosa, pero cuesta hacerlo con una que no merece tanto, y menos a costa de minimizar los logros de otras muy superiores.
EL PRIMER ACTO, BIEN ENCAMINADO
Empezamos ahondando en la adaptación de Paul Atreides en la cultura fremen, en su acercamiento amoroso a Chani, y en el nacimiento de la rebelión y la oleada religiosa que promete cambiar la faz de Arrakis y salpicar fuera del planeta a los Harkonnen y otras grandes casas y al mismísimo Emperador.
La incipiente relación entre Chani y Paul es enternecedora, y combina muy bien con el aprendizaje y la integración en la tribu del desierto, los fremen. La química entre los actores Timothée Chalamet y Zendaya no es arrolladora, pero funciona bien, y ponen la puntilla los bonitos temas intimistas de Hans Zimmer. Stilgar es un jefe inesperadamente cercano y agradable, algo que lo aleja del más seco y rígido de la novela, pero en este tramo se perdona porque funciona, pues no afecta a su capacidad de liderazgo y resulta bastante simpático; y Javier Bardem lo borda. La reaparición de Gurney Halleck, con Josh Brolin también desbordante de magnetismo, aporta más movimiento al grupo de rebeldes.
También parece que van a terminar asentar las intrigas a largo plazo apenas vislumbradas en la primera parte, lo que genera bastante suspense y por momentos fascinación. Ahora sí se explica adecuadamente qué son las Bene Gesserit, sus maquiavélicos planes y cómo los desarrollan. Las maquinaciones de Jessica, lady Margot Fenrig y la reverenda madre Mohiam son sugerentes cuando no inquietantes. Rebecca Ferguson está menos sobreactuada, pero sigue sin convencerme; Lea Seydoux y Charlotte Rampling aparecen poco pero logran dejar huella.
Los Harkonnen mantienen su rabia cuando no bestialismo y sus ambiciones desmedidas. El barón interpretado por Stellan Skarsgård vuelve a ser una presencia espeluznante, y la entrada de Feyd-Rautha, encarnado por el más desconocido del reparto, Austin Butler, no se queda atrás.
Mientras tanto, la premisa de que hay disensión entre los fremen, con creyentes y no creyentes en el mesías, se aleja bastante de la novela pero funciona a la hora de exponer el cómo va calando su llegada y creciendo el mito, y los saltos breves al emperador y los Harkonnen materializan su incipiente influencia en el resto de la galaxia.
En el aspecto visual, los retos de Paul, como la domesticación de los gusanos y las escaramuzas contra los Harkonnen, traen imágenes espectaculares, donde el dinero y el buen hacer del equipo artístico son aprovechados por el gran talento de Villeneuve tras la cámara.
Sin embargo, la parsimonia con que avanza va minando el interés conforme avanza y hay algunos detalles cuestionables que cada vez empiezan a pesar más, y me temo que conforme entramos en el segundo acto la maduración de las distintas tramas y personajes no llega a cuajar, sino que empieza a venirse abajo rápidamente…
SEGUNDO ACTO, PATINANDO A LO GRANDE
De entre todas las traiciones al libro y los problemas nuevos, lo que más me ha dolido es el despropósito de arco dramático que se inventan con Paul y Chani. Después de unos primeros pasos prometedores en su romance, su dibujo empieza a diluirse, y quedan unos entes sin motivaciones ni rumbo inteligibles, para acabar desbarrando en un sinsentido.
La historia de la creación del mito, el paso del aristócrata de corazón noble a rebelde y figura mesiánica, se había expuesto entre la primera película y el primer acto de esta. Pero en vez de dar el paso final, de repente empieza de nuevo, desandando lo andado, perdiendo el tiempo en dudas y lloriqueos que no llevan a nada, para acabar precipitadamente y sin coherencia.
Y así, Paul ha sido convertido en el Aragorn de las películas de El Señor de los Anillos de Peter Jackson (2001), saga que marcó tendencia en esta terrible dinámica de convertir a personajes arquetipo de héroes en ciudananos modernos cualesquiera, quizá pensando en que así conectarán mejor con los espectadores.
Pasamos de un héroe capaz y de apariencia dedicida, aunque con dudas apasionantes por dentro, a un mindundi que no quiere estar ahí y se deja llevar por los acontecimientos. Paul solo quiere divertirse con los fremen y vengarse de los Harkonnen, el resto del panorama político no le importa, hasta el punto de que pasa de los planes de su querida madre. Las premoniciones no tienen ni pies ni cabeza ni combinan bien con su toma de decisiones. Y después de todas esas negativas, al final repentinamente dice que sí a todo sin una transición adecuada, tras beber el mejunje fremen y tener más visiones sin sentido, y lo hace con una contundencia que no se sabe de dónde sale. Y como su madre y Stilgar han gestionado lo de la llegada del mesías, pues todo el mundo traga con este panoli que no ha demostrado nada. Uy sí, sabe montar los gusanos… y ya.
Chani también es destruida en otra serie de decisiones incomprensibles. En la novela es una figura que también sigue el camino del héroe: bien formada, de ideales sólidos y fidelidad inquebrantable a su gente, donde es muy apreciada. Una vez se abre la oportunidad de la lucha, la aferra con determinación, aunque no sin pesares, pues sabe lo que hay en juego. Aquí es un alma en pena, peleada con todos, hasta el punto de convertirla en una antisocial, cada vez más alejada por unas disputas religiosas que prometían pero la engullen hasta que queda una amalmaga indefinida dando tumbos por el desierto. La simpatía del romance incipiente se transforma pronto en una relación sin pies ni cabeza, y la pelea y ruptura antes del final para volver a romper en este ya es de risa.
Stilgar y Duncan también se van difuminando, quedando como un vulgar receso cómico, perdiendo la garra inicial hasta resultar roles un tanto cargantes. El fremen al menos sigue aportando al lío religioso, pero Duncan te lleva a preguntarte para qué lo han recuperado si no hace absolutamente nada.
La parte de Jessica tampoco termina de ser redonda. El trabajo como Bene Gesserit resulta creíble en conjunto, pero también tiene muchas partes mejorables. Cuesta creer que los fremen acepten a una extraña tan rápido como nueva líder espiritual, y el lío del agua sagrada y las visiones parece muy importante para al final no quedar claro qué pasa y en qué influye. De hecho, parece que los guionistas son conscientes de que no llegan a todo lo que quieren, y lo apañan poniendo a extras diciendo de vez en cuando «ha cumplido tal paso de la profecía», y arreando. De risa.
Después de una presentación bastante potente, la política del Emperador y los Harkonnen queda en su mínima expresión, y otros jugadores esenciales, como la CHOAM (la gran corporación comercial), y la Cofradía (los que controlan los viaje espaciales), ni aparecen.
Los Harkonnen acaban siendo frustrantes. Ninguno de ellos tiene recorrido suficiente como para decir que han llegado a ser personajes esenciales, solo son un macguffin, un reto que vencer por el camino mientras llega la batalla final. Rabban es lamentable, vaya enemigo secundario basura que desaprovecha a Dave Bautista. Feyd-Rautha no hace nada salvo filigranas en las luchas, así que el esfuerzo dedicado a su entrada en acción ha sido una pérdida de tiempo. Y el Barón acaba literalmente arrastrándose sin llegar a conformar el esperado gran villano que se anunciaba. Tienen tan poca presencia que ni se ha llegado a vislumbrar su forma traicionera y enrevesada de hacer política, el juego de sus planes dentro de planes, sus engaños, las trampas y soluciones rebuscadas… Aquí se echa de menos otro cambio respecto al original: que no aparezca Tuffir Hawatt en manos de los Harkonnen, amagando con si está convertido o no.
El Emperador y la princesa Irulan siguen el mismo camino: no hacen nada tangible en todo el tramo final, su presencia ha acabado siendo totalmente prescindible, solo son un nombre que vencer… no, ni eso, porque al Emperador ni se le da nombre. Con tan poco margen, Florence Pugh y Christopher Walken parecen estar un tanto perdidos.
La falta de consistencia de esas facciones lleva a otro aspecto crucial mal expuesto: los usos personales y comerciales de la especia, los efectos locales y la importancia en la economía de la galaxia, no llegan a ahondarse lo suficiente como para que las causas de la guerra terminen de entenderse bien. Todo queda en un grupo rebelde contra los opresores, alentados por la venganza de los Atreides, con lo que no se justifica por qué la especia se considera algo tan importante como para que al final se monte tal conflicto. Tampoco se logra inferir cómo llega Paul a la conclusión de puede destruirla toda sin más, ni qué implicaría ello, ni por qué se creen su farol… Y por cierto, por el camino se ha perdido la promesa de un Arrakis verde; creo que se menciona de pasada, pero no como para sentirse importante en la historia fremen.
DEMASIADOS FLECOS SUELTOS
Hay otros muchos detalles más o menos importantes que resultan mosqueantes y te distraen haciéndote que te cuestiones cosas.
No sé por qué mencionan a Jamis, si no aporta nada, y seguramente nadie se acuerde de él, mientras a la vez su familia, con la que ahora está ligado Paul en la novela, desaparece aquí por completo. Lo que deduzco es que los líos de concubinas y amantes los han eliminado por la ola de policorrectismo actual, pero al final termina explotándoles en la cara, pues al aceptar Paul el matrimonio convenido con la princesa Irulan no se entiende si acepta la vieja costumbre de tener concubinas, en este caso Chani, lugar que en el libro ya ocupaba dado que Paul está con su nueva familia, o implica que él es consciente de que rompe con ella por una causa mayor y ella se siente traicionada. Los autores parecen indicar esto último, pero no queda nada claro, ni teniendo en cuenta la novela que están adaptando, ni teniendo en cuenta los cambios, pues se habían separado antes de esta decisión.
No dejé de preguntarme cómo los grandes grupos y familias abordan los gusanos, o por qué el desenlace de la prueba de cruzar el desierto no lo vemos, si lo anunciaban como algo muy importantes. Me han faltado personajes secundarios en los fremen con los que se pueda conectar, pues solo hay algún extra con diálogo, como la mujer que acompañan a Chani, que se olvida en cuando cambiamos de escena.
No aporta nada excepto confusión que se indique un par de veces que estamos en el año 10191. ¿De qué calendario, del terrestre o de uno imaginario, qué implicaciones tiene en la historia? En la novela hay un salto temporal que aquí no, así que definitivamente no aporta nada.
Dicho salto temporal en el libro se veía forzado, más que nada por eso de dotar a Alia Atreides, la hermana de dos años de Paul, de una inteligencia y poderes sin igual por arte de magia y que partes esenciales del final se resuelvan por sus milagrosas intervenciones. Aquí omiten el lapso, y nos libramos de tener una niña repelente, pero la solución es peor, de un ridículo alucinante: ahora tenemos un feto que habla. Por extensión, la visión del futuro con ella, encarnada por Anya Taylor-Joy, es el colmo del repertorio de torpes presagios.
Aparecen ordenadores y pantallas con despliegues estratégicos. En el libro creo recordar que estos no proliferan porque tienen a los mentat (gente seleccionada genéticamente y entrenada para tener un cerebro superdotado para cálculos varios), pero en la primera parte no se explica qué son a pesar de tener a Tuffir Hawatt en escena, y en esta ni aparecen, así que da la sensación de que los autores van improvisando la descripción del universo.
ACABADO CADA VEZ MÁS FRÍO
De una segunda parte, y más de una obra de ciencia-ficción, se espera el clásico «más y mejor». Pero no hay escenarios ni situaciones que aporten novedades y sorprendan, sino todo lo contrario, resulta desolador el poco esfuerzo por mejorar que se ha puesto. Parece que ha habido un recorte sustancial de presupuesto… y de ganas, pues se ha demostrado muchas veces que con imaginación y tesón se pueden hacer maravillas.
Empezamos por el propio Villenueve, quien se ha mostrado siempre tan dotado a la hora de manejar la cámara, sacar el máximo partido de la fotografía y los actores, y componer en cada escena un todo fascinante, como bien demuestra en la primera entrega y en el tramo inicial de esta (la vida en el desierto y los ataques entre facciones). Pero pronto empieza a abusar demasiado de primerísimos planos y contraplanos, una forma fácil y vulgar de rodar rápido y sin esfuerzo. No sé si es agotamiento, falta de tiempo o de dinero. No llega a ser grave, pero ya es un aspecto que obliga a valorarla por debajo de la primera entrega, y hay otros tantos que tampoco dan la talla…
He acabado de minimalismo visual hasta las narices. Ya me quejé en el capítulo anterior, pero aquí se lleva al extremo. Ninguna estancia parece habitable, ni muchas veces hermosa o imponente. La gente está hacinada y tirada por los suelos en los sietch, que parecen cuevas o monumentos abandonados, no ciudades habitables y llenas de vida e incluso vegetación. En los libros hay buenas descripciones de las habitaciones y zonas comunes, y de cómo llevan el día a día. El estadio Harkonnen pretende ser espantoso para provocar pavor, pero lo acaba siendo por poco verosímil y feo, y la recreación no da la talla en los efectos especiales, parece sacado de la época de Gladiator (Ridley Scott, 1999). Sus estancias son peores, un fondo digital borroso. Al menos los lugares por donde se mueve el Emperador son localizaciones reales y quedan más creíbles, pero por eso mismo también son rematadamente aburridas, un par de jardines sin nada llamativo.
Todo confluye en la esperada pero decepcionante batalla final, bastante inferior al ataque a Arrakeen, que ya andaba flojo. Solo vemos amplios planos digitales de soldaditos y estructuras, y cuatro fintas inverosímiles en los planos cerrados, pues de nuevo tenemos trajes y tecnologías alucinantes, pero pelean a tortas y espadazos.
Después de la pasión que puso Hans Zimmer en la creación de la primera banda sonora, en esta entrega se ha dedicado a reutilizar temas sin mucho esfuerzo. Solo aporta los motivos de la entrada de Paul entre los fremen y su acercamiento a Chani. A partir de ahí, repetición y monotonía hasta agotar. He echado especialmente de menos un gran tema para los Harkonnen.
EL FINAL EXPLOTA EN UNA ORGÍA SIN SENTIDO
Todo el acto final es un caos, lleno de incoherencias, desatinos y dejadez. No se comprende nada de lo que ocurre, las motivaciones personales que han llevado a cada rol a un lugar distinto al de la novela están tan desdibujadas a estas alturas que no se sabe qué hacen y por qué, y menos cuando la mitad desaparecen gran parte del clímax.
Los distintos frentes del combate parecen ir a su bola atacando en tropel, sin estrategia desde el guion y sin mostrar bien que está ocurriendo desde la puesta en escena. No se sabe qué ocurre, quién ataca a quién, en especial dónde están Duncan y Chani. Los duelos finales son cada cual más forzado y predecible, desde el más relevante de Paul y Feyd-Rautha, al verdaderamente ridículo de Duncan y Rabban.
Para qué perdemos tanto tiempo con las bombas nucleares, si solo lanzan una como distracción, para luego atacar de frente aun a riesgo de perder miles de vidas. ¿Por qué no la detonan directamente contra los ejércitos enemigos? Juraría que aquí no se cita nada sobre las prohibición de usarlas sobre población humana. Así que al final no sé si la montaña cae sobre las tropas enemigas por elección o por casualidad. En los libros son empleadas para romper los impenetrable escudos de Arrakis y el asentamiento del Emperador, pero aquí el tema de los escudos aparece y desaparece a conveniencia.
Las soluciones en las tramas principales se precipitan sin terminar de comprenderse y calar como es debido. Los villanos son derrotados con cuatro frases o las citadas peleas tan vulgares. Las supuestas flotas espaciales, esas que no vemos, se callan ante un órdago vago en una escena irrisoria donde Duncan se da la vuelta y aparece una radio ahí. Y en esa determinación final que sale de la nada, Paul abandona la vida por la que ha luchado en Arrakis para irse a aventuras espaciales indefinidas, pues como indicaba, la política internacional no se ha expuesto como es debido. Y lo más difícil de digerir es que los líderes Fremen abandonen a su pueblo para irse con él, por mucho fervor religioso que haya. Para rematar, la todo poderosa madre Bene Gesserit es despachada con un grito.
Y así, Denis Villeneuve desaprovecha la oportunidad de superar los problemas de la novela y alcanzar todo el potencial que hay latente, y nos ofrece una entrega tan larga y dispersa que aburre, más un final tan precipitado, caótico y decepcionante como el de la versión de David Lynch.
Saga Dune:
– Dune, de Frank Herbert, y sus adaptaciones al cine
Saga Dune:
– Dune de Jodorowsky (2013)
– Dune (David Lynch, Dino de Laurentiis) (1984)
– Dune (2021)
-> Dune: Parte 2 (2024)