El Criticón

Opinión de cine y música

Tár


Tár, 2022, EE.UU.
Género: Drama.
Duración: 158 min.
Dirección: Todd Field.
Guion: Todd Field.
Actores: Cate Blanchett, Noémie Merlant, Nina Hoss, Mark Strong, Sophie Kauer.
Música: Hildur Guðnadóttir.

Valoración:
Lo mejor: Buen reparto. Un ambiente distinto al habitual.
Lo peor: La misma historia de siempre de ascenso y caída. Va de pretenciosa pero tiene un tono de telefilme. Personajes planos, historia sin garra, puesta en escena apática. Demasiado larga y descentrada.
El título: Ese título tan extraño y confuso resulta ser el apellido de la protagonista.

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La buena recepción de la crítica y los incontables premios a los que optaba Tár, así como el ambiente más intelectual donde se ambienta la historia, parecían apuntar a una película de más nivel, pero la decepción que me he llevado ha sido importante.

Que versase sobre la música sinfónica minimalista me tenía ganado, pues llevo años enganchado a la oleada de autores que lideran el género en innovación e influencia estas dos últimas décadas. Max Richter, Jóhann Jóhannsson, Ólafur Arnalds, Colin Stetson, Nils Frahm… Desarrollar la historia tras las bambalinas de este mundillo se presentaba muy interesante, tanto porque ser un escenario nada común en el cine como por prometer fidelidad a la realidad y buen nivel cultural.

El guionista y director Todd Field dedicó bastante tiempo a desarrollar el guion, y lo hizo además pensando en Cate Blanchett. La australiana se comprometió a fondo, llegando a aprender a dirigir la orquesta, hasta el punto de salir acreditada en el disco de la banda sonora, y a empaparse de las formas de hablar y comportarse de los directores más renombrados. Y el director de fotografía Florian Hoffmeister también está muy inspirado a la hora de sacar buenos encuadres de las en apariencia limitadas localizaciones, todo interiores.

Pero al ir adentrándome en la proyección ya empezaba a dudar seriamente de que este esfuerzo y pasión diera sus frutos, pues una serie de vaguedades empiezan a generar la sensación de estancamiento. Para el acto central se va haciendo cada vez más tediosa, por momentos cargante, porque el tono pretencioso no encaja en un argumento y personajes que no han llegado a adquirir dimensión suficiente. Y para el tramo final no queda nada que salvar, sobre todo las dos horas y cuarenta minutos que has perdido.

La cinta no apunta a esos notorios músicos que he citado, sino a los peores referentes del género, Anna Thorvaldsdóttir y Hildur Guðnadóttir, compositoras y directoras que han llegado al cielo por aclamación popular pero en lo artístico son una amalgama de pretensiones que no cuajan en ninguno de sus trabajos hasta la fecha. En principio parece que Field las utiliza como crítica a ese mundo de postureo y ensalzamientos sin nada detrás, pero si ese era el propósito le termina estallando en la cara, porque Tár acaba siendo un ejemplo de lo mismo.

De qué me sirven las referencias a música culta, que la fotografía sea virtuosa y tenga algún plano que supuestamente homenajea a alguna pintura conocida, que Blanchett maneje la batuta como una profesional, si lo importante se descuida: el guion y la dirección, la historia y los personajes. A pesar de todas estas buenas voluntades, Tár no es más que el típico telefilme con apariencia de ser algo más más por tener buenos actores y un autor con algo de renombre, y no consigue aportar nada novedoso, ni tan siquiera algo atractivo, a la clásica historia de ascenso y caída.

El nivel de las ambiciones personales, los conflictos laborales y sobre todo las aventuras románticas deja mucho que desear, la escritura es vulgar y predecible, y desde la dirección no es capaz de inferirle ritmo ni emoción. La reiteración y sobreexposición y los saltos de la desidia al sensacionalismo más torpe se traducen en una fatídica incapacidad para ahondar con fluidez y sensibilidad en los dramas expuestos.

El rol central pasa demasiado rápido de sugerente a simplón y cargante. No llega a tomar forma, queda una figura informe con la que es imposible conectar. No sé si el autor quiere que sintamos empatía por una estrella agobiada hasta el punto de ser consumida y destruida por las ambiciones del duro entorno donde se mueve, o trata de dibujar una personalidad desagradable que tenga su momento de redención al final. El proceso de caída se alarga hasta el infinito con escenas harto repetitivas, para en el momento clave precipitarse demasiado y no sacar el poco partido que podría quedarle. El epílogo no tiene sustancia alguna, no hay sensación de cierre o de que la vida sigue su curso, solo parece que Field se ha cansado de enlazar anécdotas y ha pasado al fundido en negro. Y el intento de relato circular, con un prólogo que enlaza con parte del final, resulta muy forzado, no aporta nada a la narrativa ni al personaje.

Con ese panorama, Blanchett no puede llevarnos por un arco dramático apasionante, su talento se pierde en gesticulaciones y arrebatos sin ton ni son. Papelones memorables como el de Blue Jasmine (2013) quedan muy por encima.

Los secundarios tienen menos recorrido, son meras excusas para complementar las distintas fases de la odisea de la protagonista. La veterana Nina Hoss siempre es un valor seguro y logra dotar de algo de vida a su rol, pero las jóvenes que encarnan a la asistenta (Noémie Merlant) y la aprendiz (Sophie Kauer) no consiguen dejar huella. Hay partes especialmente fallidas, como la relación con la hija, que no se sabe si la quiere o no, queda como un pegote en varias escenas sin sentido claro.

La fotografía es vibrante, pero el director no está a la altura. Esos infinitos planos estáticos en conversaciones infladas. Los recursos burdos, como la chica con zapatos ruidosos. Los giros absurdos, como caerse sola por las escaleras. Y sobre todo, pesa el intento de tempo contenido, que termina minando el potencial inicial y haciendo que la cinta sea cada vez más aburrida.

The Creator


The Creator, 2023, EE.UU.
Género: Ciencia-ficción, drama, suspense.
Duración: 133 min.
Dirección: Gareth Edwards.
Guion: Gareth Edwards, Chris Weitz.
Actores: John David Washington, Allison Janney, Madeleine Yuna Voyles, Gemma Chan, Sturgill Simpson, Ken Watanabe, Amar Chadha-Patel, Robbie Tann, Ralph Ineson, Marc Menchaca.
Música: Hans Zimmer.

Valoración:
Lo mejor: La recreación del futuro, desde el diseño artístico y los efectos especiales a los detalles cotidianos de la vida.
Lo peor: El guion inacabado y lleno de agujeros hunde la cinta en el desinterés y la decepción.
El título: ¿Qué problema había con traducirlo?

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Gareth Edwards empezó en el gremio de los efectos especiales en títulos menores de la televisión. Dio el salto a escritor y guionista con unos cortos, hasta lograr poner en marcha un largometraje de bajo presupuesto, Monsters (2010). Encandiló a algunos, aunque a mí me pareció olvidable, y fue suficiente como para que contaran con él para dos superproducciones, Godzilla (2014) y Rogue One (2016), donde demostró gran talento. Chris Weitz es un productor, guionista y director poco conocido pero que ha tocado todo registro, desde comedias chorras (American Pie, 1999) a dramas más serios (Un hombre soltero, 2009), y también ciencia-ficción (Prospect, 2018) y fantasía (La brújula dorada, 2007). Colaboraron en Rogue One, donde salieron muy bien parados en un título con muchos ojos puestos encima y problemas varios durante el desarrollo.

The Creator prometía mucho tanto por tener a Gareth Edwards esta vez con libertad creativa como por los llamativos avances en los que se vislumbraba buena ciencia-ficción. Pero el estreno decepcionó bastante, y el boca a boca la ha hundido hasta el punto de que a pesar de contar con bastante publicidad apenas arañó 100 millones en la taquilla contra 80 de presupuesto. Contando lo que costaría anunciarla y la distribución, tendría que haber pasado de 200 para empezar a dar dinero.

El sugerente trasfondo y un acabado deslumbrante no salvan el coladero de vaguedades, incongruencias e incluso estupideces en que se pierde el fallido guion. Es extraño que los autores hayan puesto tanto esfuerzo en la recreación del mundo imaginario, de forma que este se siente muy realista y despierta mucho interés, pero el desarrollo del relato en sí esté tan descuidado.

Hay jugosas lecturas sociales y cuasi filosóficas sobre el futuro inmediato de la humanidad. Con su visión de la inteligencia artificial y la relación con los seres humanos, Edwards nos lleva a reflexiones sobre el amor y la integración, el odio, el fanatismo y las guerras, la religión y la esperanza…

Su experiencia tanto en los efectos especiales como en la dirección da buenos frutos, pues luce como una cinta del doble de presupuesto. El logrado entorno de ciencia-ficción, la buena fotografía y los estupendos efectos visuales entran muy bien por los ojos, y lo más importante, se sienten muy plausibles. Tan solo la banda sonora de Hans Zimmer se queda por detrás, con una composición de suspense y acción común y sin alma. El género da para mucho más, como ha demostrado en Interstellar (2014) o Dune (2021), y aquí hubiera venido muy buen un experimento semejante que jugara con la orquesta, la electrónica, la étnica… Pero Zimmer desaprovecha la oportunidad sin tan siquiera haberlo intentado.

Los referentes son obvios, desde la memorable Akira (Katsuhiro Ôtomo, 1980) a las recientes Oblivion (Joseph Kosinski, 2013) y Elysium (Neil Blomkamp, 2013). Pero al final se parece más a la última que a la primera. Hay buen ritmo y cantidad de escenarios la mar de moviditos, además con la constante la sensación de que te están contando algo relevante y en cualquier momento emergerá la gran película que hay latente. Pero el guion está a medio cocer y desaprovecha el gran potencial, dejando un regusto a decepción en todo momento.

No se ha trabajado bien las motivaciones de los protagonistas, ni ha dirigido adecuadamente a los actores para sacar el máximo provecho de ellos. Vaya forma de desaprovechar la siempre imponente presencia de John David Washington, Ken Watanabe y Allison Janney. No he logrado interesarme por ningún personaje, son entes sin alma que deambulan a través de un sinfín de lugares y anécdotas que se suceden sin la fluidez ni tan siquiera el sentido necesarios para conformar un relato coherente. Romances, conflictos internos, ideales, motivaciones, sacrificios… nada consigue cobrar forma, nada emerge de las inanes imágenes. No hay una progresión de los hechos que genere la atmósfera adecuada de suspense y drama, que consiga atrapar al espectador y llevarlo por una historia pretendidamente épica y trascendental. Ocurre todo lo contrario, el equilibrio entre hechos, credibilidad y trascendencia hace agua por todas partes con vaguedades y desgana cuando no agujeros de guion, y las soluciones rocambolescas que te sacan de muchas escenas son cuantiosas:

-La nave estadounidense se pasea y ataca en países extranjeros sin que nadie diga nada.
-El comando tarda bien poco en desperdigarse dejando a sus miembros a solas en pleno asalto a la base enemiga, para que el protagonista puede encontrar el objetivo él solo.
-Cómo sabe la coronel a qué teléfono llamar para localizar al sargento.
-Inverosímil que un cuidador de niños (el de la furgoneta) acceda a llevar a un militar extranjero de los que invaden su tierra, y menos que dé la cara por él.
-En el control, los agentes tardan un suspiro en disparar contra un furgón lleno de niños, y este parece ser antibalas. Para colmo, los críos parece que se lo están pasando bien.
-Los robots que vigilan el perímetro para mantener a salvo su última esperanza de victoria no sólo se echan la siesta, sino que pueden ser desconectados fácilmente sin detectar que nadie se les acerca.
-Nadie oye un tanque grande como un estadio acercarse por detrás aplastándolo todo.
-Por qué en el clímax final la niña pierde el tiempo llevando al robot hasta el sembrado, ¿para que tengamos una escena bucólica?
-Los peores videoclips que he visto en una película, tan forzados que descolocan un montón.
-Lo del perro devolviendo una granada y el mono detonando una bomba… ¿Es un intento de hacer un chiste o un mensaje de que la naturaleza se pone de parte de los buenos como en Avatar (James Cameron, 2009)? Sea como sea, menudo ridículo.

Sin duda queda una obra bastante amena y muy vistosa, pero prometía tanto que es difícil no sentirse decepcionado y sobredimensionar los aspectos negativos. Las atractivas lecturas intelectuales y la espectacular ambientación de ciencia-ficción quedan demasiado eclipsados por la cantidad de decisiones absurdas que han tomado sus autores.

Dune: Parte 2


Dune: Part 2, 2024, EE.UU.
Género: Ciencia-ficción, drama.
Duración: 166 min.
Dirección: Denis Villeneuve.
Guion: Denis Villeneuve, Jon Spaihts. Frank Herbert (novela).
Actores: Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Josh Brolin, Florence Pugh, Christopher Walken, Stellan Skarsgård, Javier Bardem, Charlotte Rampling, Dave Bautista, Austin Butler.
Música: Hans Zimmer.

Valoración:
Lo mejor: El primer acto, intimista y emotivo, pero también con momentos espectaculares. Buena dirección, fotografía, vestuario, música y localizaciones de desiertos. Reparto bastante competente.
Lo peor: Se va estancando, llegando a aburrir, y perdiendo el rumbo en tramas y personajes. Cuando se lanza el desenlace, ha faltado ahondar y explicar muchas cosas, y quedan muchos huecos, y no se entiende nada. En el acabado no aporta novedades, de hecho, pierde mucha fuerza.

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Alerta de spoilers: Entro a fondo en la película y la novela. —

FALLIDA SEGUNDA ENTREGA

La primera parte ya iba justa, la balanza entre carencias y virtudes no lograba decantarse con holgura a favor de las últimas. Personajes y actores llamativos, algunos pasajes potentes, un acabado fastuoso… pero resultaba un relato un tanto largo y frío, incapaz de explicar adecuadamente algunos aspectos de la trama y de deslumbrar como podría. Y parte del problema venía de haber sido demasiado fieles a la novela de Frank Herbert, ahogada en descripciones del desierto y las culturas pero sin ser capaz de exponer con suficiente dedicación y fuerza las motivaciones personales y la lucha entre casas y demás facciones.

La segunda entrega tenía más fácil remontar e incluso superar a la novela, pues en las últimas doscientas páginas el escritor desarrolla con prisas todo lo que había ido retrasando negligentemente, y acaba desaprovechando el potencial de muchas situaciones y un buen puñado de giros que podrían haber tenido mucho recorrido. Pero Denis Villeneuve y Jon Spaihts no han visto esos problemas, y los han acabado aumentando sin querer, además de crear otros nuevos precisamente ahora que dejan de ser tan literales al libro e intentan contarlo a su manera.

Inesperadamente, gran parte de la crítica y el público la han encumbrado como una obra maestra, vendiéndola además como La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977) de nuestra época. Pero Dune: Parte 2 resulta tan aburrida, caótica y a la postre fallida que objetivamente no merece más de un aprobado. Y no sé qué se han fumado para hacer semejante comparación. Si alguna la merece sería la trilogía de Guardianes de la galaxia (James Gunn, 2014), esa sí tiene inventiva y calidad a raudales. Obra maestras recientes del género serían Interstellar (Christopher Nolan, 2014) y Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015). Y del propio Villeneuve, Blade Runner 2049 (2017) y La llegada (2016).

Debería alegrarme del éxito de una obra de ciencia-ficción ambiciosa, pero cuesta hacerlo con una que no merece tanto, y menos a costa de minimizar los logros de otras muy superiores.

EL PRIMER ACTO, BIEN ENCAMINADO

Empezamos ahondando en la adaptación de Paul Atreides en la cultura fremen, en su acercamiento amoroso a Chani, y en el nacimiento de la rebelión y la oleada religiosa que promete cambiar la faz de Arrakis y salpicar fuera del planeta a los Harkonnen y otras grandes casas y al mismísimo Emperador.

La incipiente relación entre Chani y Paul es enternecedora, y combina muy bien con el aprendizaje y la integración en la tribu del desierto, los fremen. La química entre los actores Timothée Chalamet y Zendaya no es arrolladora, pero funciona bien, y ponen la puntilla los bonitos temas intimistas de Hans Zimmer. Stilgar es un jefe inesperadamente cercano y agradable, algo que lo aleja del más seco y rígido de la novela, pero en este tramo se perdona porque funciona, pues no afecta a su capacidad de liderazgo y resulta bastante simpático; y Javier Bardem lo borda. La reaparición de Gurney Halleck, con Josh Brolin también desbordante de magnetismo, aporta más movimiento al grupo de rebeldes.

También parece que van a terminar asentar las intrigas a largo plazo apenas vislumbradas en la primera parte, lo que genera bastante suspense y por momentos fascinación. Ahora sí se explica adecuadamente qué son las Bene Gesserit, sus maquiavélicos planes y cómo los desarrollan. Las maquinaciones de Jessica, lady Margot Fenrig y la reverenda madre Mohiam son sugerentes cuando no inquietantes. Rebecca Ferguson está menos sobreactuada, pero sigue sin convencerme; Lea Seydoux y Charlotte Rampling aparecen poco pero logran dejar huella.

Los Harkonnen mantienen su rabia cuando no bestialismo y sus ambiciones desmedidas. El barón interpretado por Stellan Skarsgård vuelve a ser una presencia espeluznante, y la entrada de Feyd-Rautha, encarnado por el más desconocido del reparto, Austin Butler, no se queda atrás.

Mientras tanto, la premisa de que hay disensión entre los fremen, con creyentes y no creyentes en el mesías, se aleja bastante de la novela pero funciona a la hora de exponer el cómo va calando su llegada y creciendo el mito, y los saltos breves al emperador y los Harkonnen materializan su incipiente influencia en el resto de la galaxia.

En el aspecto visual, los retos de Paul, como la domesticación de los gusanos y las escaramuzas contra los Harkonnen, traen imágenes espectaculares, donde el dinero y el buen hacer del equipo artístico son aprovechados por el gran talento de Villeneuve tras la cámara.

Sin embargo, la parsimonia con que avanza va minando el interés conforme avanza y hay algunos detalles cuestionables que cada vez empiezan a pesar más, y me temo que conforme entramos en el segundo acto la maduración de las distintas tramas y personajes no llega a cuajar, sino que empieza a venirse abajo rápidamente…

SEGUNDO ACTO, PATINANDO A LO GRANDE

De entre todas las traiciones al libro y los problemas nuevos, lo que más me ha dolido es el despropósito de arco dramático que se inventan con Paul y Chani. Después de unos primeros pasos prometedores en su romance, su dibujo empieza a diluirse, y quedan unos entes sin motivaciones ni rumbo inteligibles, para acabar desbarrando en un sinsentido.

La historia de la creación del mito, el paso del aristócrata de corazón noble a rebelde y figura mesiánica, se había expuesto entre la primera película y el primer acto de esta. Pero en vez de dar el paso final, de repente empieza de nuevo, desandando lo andado, perdiendo el tiempo en dudas y lloriqueos que no llevan a nada, para acabar precipitadamente y sin coherencia.

Y así, Paul ha sido convertido en el Aragorn de las películas de El Señor de los Anillos de Peter Jackson (2001), saga que marcó tendencia en esta terrible dinámica de convertir a personajes arquetipo de héroes en ciudananos modernos cualesquiera, quizá pensando en que así conectarán mejor con los espectadores.

Pasamos de un héroe capaz y de apariencia dedicida, aunque con dudas apasionantes por dentro, a un mindundi que no quiere estar ahí y se deja llevar por los acontecimientos. Paul solo quiere divertirse con los fremen y vengarse de los Harkonnen, el resto del panorama político no le importa, hasta el punto de que pasa de los planes de su querida madre. Las premoniciones no tienen ni pies ni cabeza ni combinan bien con su toma de decisiones. Y después de todas esas negativas, al final repentinamente dice que sí a todo sin una transición adecuada, tras beber el mejunje fremen y tener más visiones sin sentido, y lo hace con una contundencia que no se sabe de dónde sale. Y como su madre y Stilgar han gestionado lo de la llegada del mesías, pues todo el mundo traga con este panoli que no ha demostrado nada. Uy sí, sabe montar los gusanos… y ya.

Chani también es destruida en otra serie de decisiones incomprensibles. En la novela es una figura que también sigue el camino del héroe: bien formada, de ideales sólidos y fidelidad inquebrantable a su gente, donde es muy apreciada. Una vez se abre la oportunidad de la lucha, la aferra con determinación, aunque no sin pesares, pues sabe lo que hay en juego. Aquí es un alma en pena, peleada con todos, hasta el punto de convertirla en una antisocial, cada vez más alejada por unas disputas religiosas que prometían pero la engullen hasta que queda una amalmaga indefinida dando tumbos por el desierto. La simpatía del romance incipiente se transforma pronto en una relación sin pies ni cabeza, y la pelea y ruptura antes del final para volver a romper en este ya es de risa.

Stilgar y Duncan también se van difuminando, quedando como un vulgar receso cómico, perdiendo la garra inicial hasta resultar roles un tanto cargantes. El fremen al menos sigue aportando al lío religioso, pero Duncan te lleva a preguntarte para qué lo han recuperado si no hace absolutamente nada.

La parte de Jessica tampoco termina de ser redonda. El trabajo como Bene Gesserit resulta creíble en conjunto, pero también tiene muchas partes mejorables. Cuesta creer que los fremen acepten a una extraña tan rápido como nueva líder espiritual, y el lío del agua sagrada y las visiones parece muy importante para al final no quedar claro qué pasa y en qué influye. De hecho, parece que los guionistas son conscientes de que no llegan a todo lo que quieren, y lo apañan poniendo a extras diciendo de vez en cuando «ha cumplido tal paso de la profecía», y arreando. De risa.

Después de una presentación bastante potente, la política del Emperador y los Harkonnen queda en su mínima expresión, y otros jugadores esenciales, como la CHOAM (la gran corporación comercial), y la Cofradía (los que controlan los viaje espaciales), ni aparecen.

Los Harkonnen acaban siendo frustrantes. Ninguno de ellos tiene recorrido suficiente como para decir que han llegado a ser personajes esenciales, solo son un macguffin, un reto que vencer por el camino mientras llega la batalla final. Rabban es lamentable, vaya enemigo secundario basura que desaprovecha a Dave Bautista. Feyd-Rautha no hace nada salvo filigranas en las luchas, así que el esfuerzo dedicado a su entrada en acción ha sido una pérdida de tiempo. Y el Barón acaba literalmente arrastrándose sin llegar a conformar el esperado gran villano que se anunciaba. Tienen tan poca presencia que ni se ha llegado a vislumbrar su forma traicionera y enrevesada de hacer política, el juego de sus planes dentro de planes, sus engaños, las trampas y soluciones rebuscadas… Aquí se echa de menos otro cambio respecto al original: que no aparezca Tuffir Hawatt en manos de los Harkonnen, amagando con si está convertido o no.

El Emperador y la princesa Irulan siguen el mismo camino: no hacen nada tangible en todo el tramo final, su presencia ha acabado siendo totalmente prescindible, solo son un nombre que vencer… no, ni eso, porque al Emperador ni se le da nombre. Con tan poco margen, Florence Pugh y Christopher Walken parecen estar un tanto perdidos.

La falta de consistencia de esas facciones lleva a otro aspecto crucial mal expuesto: los usos personales y comerciales de la especia, los efectos locales y la importancia en la economía de la galaxia, no llegan a ahondarse lo suficiente como para que las causas de la guerra terminen de entenderse bien. Todo queda en un grupo rebelde contra los opresores, alentados por la venganza de los Atreides, con lo que no se justifica por qué la especia se considera algo tan importante como para que al final se monte tal conflicto. Tampoco se logra inferir cómo llega Paul a la conclusión de puede destruirla toda sin más, ni qué implicaría ello, ni por qué se creen su farol… Y por cierto, por el camino se ha perdido la promesa de un Arrakis verde; creo que se menciona de pasada, pero no como para sentirse importante en la historia fremen.

DEMASIADOS FLECOS SUELTOS

Hay otros muchos detalles más o menos importantes que resultan mosqueantes y te distraen haciéndote que te cuestiones cosas.

No sé por qué mencionan a Jamis, si no aporta nada, y seguramente nadie se acuerde de él, mientras a la vez su familia, con la que ahora está ligado Paul en la novela, desaparece aquí por completo. Lo que deduzco es que los líos de concubinas y amantes los han eliminado por la ola de policorrectismo actual, pero al final termina explotándoles en la cara, pues al aceptar Paul el matrimonio convenido con la princesa Irulan no se entiende si acepta la vieja costumbre de tener concubinas, en este caso Chani, lugar que en el libro ya ocupaba dado que Paul está con su nueva familia, o implica que él es consciente de que rompe con ella por una causa mayor y ella se siente traicionada. Los autores parecen indicar esto último, pero no queda nada claro, ni teniendo en cuenta la novela que están adaptando, ni teniendo en cuenta los cambios, pues se habían separado antes de esta decisión.

No dejé de preguntarme cómo los grandes grupos y familias abordan los gusanos, o por qué el desenlace de la prueba de cruzar el desierto no lo vemos, si lo anunciaban como algo muy importantes. Me han faltado personajes secundarios en los fremen con los que se pueda conectar, pues solo hay algún extra con diálogo, como la mujer que acompañan a Chani, que se olvida en cuando cambiamos de escena.

No aporta nada excepto confusión que se indique un par de veces que estamos en el año 10191. ¿De qué calendario, del terrestre o de uno imaginario, qué implicaciones tiene en la historia? En la novela hay un salto temporal que aquí no, así que definitivamente no aporta nada.

Dicho salto temporal en el libro se veía forzado, más que nada por eso de dotar a Alia Atreides, la hermana de dos años de Paul, de una inteligencia y poderes sin igual por arte de magia y que partes esenciales del final se resuelvan por sus milagrosas intervenciones. Aquí omiten el lapso, y nos libramos de tener una niña repelente, pero la solución es peor, de un ridículo alucinante: ahora tenemos un feto que habla. Por extensión, la visión del futuro con ella, encarnada por Anya Taylor-Joy, es el colmo del repertorio de torpes presagios.

Aparecen ordenadores y pantallas con despliegues estratégicos. En el libro creo recordar que estos no proliferan porque tienen a los mentat (gente seleccionada genéticamente y entrenada para tener un cerebro superdotado para cálculos varios), pero en la primera parte no se explica qué son a pesar de tener a Tuffir Hawatt en escena, y en esta ni aparecen, así que da la sensación de que los autores van improvisando la descripción del universo.

ACABADO CADA VEZ MÁS FRÍO

De una segunda parte, y más de una obra de ciencia-ficción, se espera el clásico «más y mejor». Pero no hay escenarios ni situaciones que aporten novedades y sorprendan, sino todo lo contrario, resulta desolador el poco esfuerzo por mejorar que se ha puesto. Parece que ha habido un recorte sustancial de presupuesto… y de ganas, pues se ha demostrado muchas veces que con imaginación y tesón se pueden hacer maravillas.

Empezamos por el propio Villenueve, quien se ha mostrado siempre tan dotado a la hora de manejar la cámara, sacar el máximo partido de la fotografía y los actores, y componer en cada escena un todo fascinante, como bien demuestra en la primera entrega y en el tramo inicial de esta (la vida en el desierto y los ataques entre facciones). Pero pronto empieza a abusar demasiado de primerísimos planos y contraplanos, una forma fácil y vulgar de rodar rápido y sin esfuerzo. No sé si es agotamiento, falta de tiempo o de dinero. No llega a ser grave, pero ya es un aspecto que obliga a valorarla por debajo de la primera entrega, y hay otros tantos que tampoco dan la talla…

He acabado de minimalismo visual hasta las narices. Ya me quejé en el capítulo anterior, pero aquí se lleva al extremo. Ninguna estancia parece habitable, ni muchas veces hermosa o imponente. La gente está hacinada y tirada por los suelos en los sietch, que parecen cuevas o monumentos abandonados, no ciudades habitables y llenas de vida e incluso vegetación. En los libros hay buenas descripciones de las habitaciones y zonas comunes, y de cómo llevan el día a día. El estadio Harkonnen pretende ser espantoso para provocar pavor, pero lo acaba siendo por poco verosímil y feo, y la recreación no da la talla en los efectos especiales, parece sacado de la época de Gladiator (Ridley Scott, 1999). Sus estancias son peores, un fondo digital borroso. Al menos los lugares por donde se mueve el Emperador son localizaciones reales y quedan más creíbles, pero por eso mismo también son rematadamente aburridas, un par de jardines sin nada llamativo.

Todo confluye en la esperada pero decepcionante batalla final, bastante inferior al ataque a Arrakeen, que ya andaba flojo. Solo vemos amplios planos digitales de soldaditos y estructuras, y cuatro fintas inverosímiles en los planos cerrados, pues de nuevo tenemos trajes y tecnologías alucinantes, pero pelean a tortas y espadazos.

Después de la pasión que puso Hans Zimmer en la creación de la primera banda sonora, en esta entrega se ha dedicado a reutilizar temas sin mucho esfuerzo. Solo aporta los motivos de la entrada de Paul entre los fremen y su acercamiento a Chani. A partir de ahí, repetición y monotonía hasta agotar. He echado especialmente de menos un gran tema para los Harkonnen.

EL FINAL EXPLOTA EN UNA ORGÍA SIN SENTIDO

Todo el acto final es un caos, lleno de incoherencias, desatinos y dejadez. No se comprende nada de lo que ocurre, las motivaciones personales que han llevado a cada rol a un lugar distinto al de la novela están tan desdibujadas a estas alturas que no se sabe qué hacen y por qué, y menos cuando la mitad desaparecen gran parte del clímax.

Los distintos frentes del combate parecen ir a su bola atacando en tropel, sin estrategia desde el guion y sin mostrar bien que está ocurriendo desde la puesta en escena. No se sabe qué ocurre, quién ataca a quién, en especial dónde están Duncan y Chani. Los duelos finales son cada cual más forzado y predecible, desde el más relevante de Paul y Feyd-Rautha, al verdaderamente ridículo de Duncan y Rabban.

Para qué perdemos tanto tiempo con las bombas nucleares, si solo lanzan una como distracción, para luego atacar de frente aun a riesgo de perder miles de vidas. ¿Por qué no la detonan directamente contra los ejércitos enemigos? Juraría que aquí no se cita nada sobre las prohibición de usarlas sobre población humana. Así que al final no sé si la montaña cae sobre las tropas enemigas por elección o por casualidad. En los libros son empleadas para romper los impenetrable escudos de Arrakis y el asentamiento del Emperador, pero aquí el tema de los escudos aparece y desaparece a conveniencia.

Las soluciones en las tramas principales se precipitan sin terminar de comprenderse y calar como es debido. Los villanos son derrotados con cuatro frases o las citadas peleas tan vulgares. Las supuestas flotas espaciales, esas que no vemos, se callan ante un órdago vago en una escena irrisoria donde Duncan se da la vuelta y aparece una radio ahí. Y en esa determinación final que sale de la nada, Paul abandona la vida por la que ha luchado en Arrakis para irse a aventuras espaciales indefinidas, pues como indicaba, la política internacional no se ha expuesto como es debido. Y lo más difícil de digerir es que los líderes Fremen abandonen a su pueblo para irse con él, por mucho fervor religioso que haya. Para rematar, la todo poderosa madre Bene Gesserit es despachada con un grito.

Y así, Denis Villeneuve desaprovecha la oportunidad de superar los problemas de la novela y alcanzar todo el potencial que hay latente, y nos ofrece una entrega tan larga y dispersa que aburre, más un final tan precipitado, caótico y decepcionante como el de la versión de David Lynch.

Saga Dune:
Dune, de Frank Herbert, y sus adaptaciones al cine
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Dune (David Lynch, Dino de Laurentiis) (1984)
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Fallece Carl Weathers

Nacido en New Orleans, EE.UU., en 1948, Carl Weathers se inició en los deportes, destacando en varios de ellos: judo, boxeo, fútbol, gimnasia… aunque donde tuvo una carrera más larga fue en fúbtol americano, siendo profesional durante unos cuatro años. Pero también alternó con estudios de teatro, y prefirió decantarse por este gremio.

Tras algunos papeles secundarios pegó el pelotazo, perdón por el chiste, al entrar en Rocky (1976) como el boxeador Apollo. Esta tuvo tanto éxito que repitió en tres entregas más, la última en 1985. Entre medias apareció en Encuentros en la tercera fase (1977), Fuerza 10 de Navarone (1978), y otras.

Después dejaría huella en Depredador (1987), y tuvo algún rol principipal o secundario pero relevante en series (Street Justice -1991-, En el calor de la noche -1988-). Pero en adelante su estrella fue decayendo poco a poco, enlazando papeles menores tanto en cine como en televisión. En Arrested Development (2003) participó en buenas bromas sobre la decadencia de su trayectoria, pero no fue suficiente para remontarla. Así anduvo hasta que en un personaje entrañable en la popular El mandaloriano (2019) lo ha vuelto a poner entre los rostros más reconocibles del momento.

Pero la dicha le ha durado poco, porque su familia ha informado de que falleció el 1 de febrero mientras dormía, en su casa en Los Angeles, contando con 76 años. No se han dado causas más concretas.

Biografía: Wikipedia. Filmografía: IMDb.

Ha fallecido Tom Wilkinson

Tom Wilkinson nació el 5 de febrero de 1948 en Leeds, Inglaterra. Tras graduarse en lengua inglesa en la universidad, siguió estudiando artes dramáticas y, como manda la tradición del gremio de actores ingleses, dedicó su primera etapa laboral (desde finales de los 70) a tener una buena experiencia en teatro, destacando por supuesto obras de Shakespeare.

Pero también fue alternando con la televisión y algunos papeles breves en cine, hasta que a mediados de los 90 empezó a tener presencia en algunos títulos más exitosos, como En el nombre del padre (1993) o Sentido y sensibilidad (1995). Dejó huella con sus papelones en Full Monty (1997), Shakespeare enamorado (1999) y En la habitación (2001), y desde entonces fue considerado un secundario de los que levantan el nivel de cualquier película en la que intervenga. Otras apariciones inolvidables fueron las de Olvídate de mí (2004), Batman Begins (2005), John Adams (2008), Rocknrolla (2008)… Su último papel fue precisamente retomando el personaje de Full Monty en la reciente serie The Full Monty (2023).

Falleció el 30 de diciembre, con 75 años, en su hogar, por causas que todavía no han trascendido.

Biografía: Wikipedia. Filmografía: IMDb.

Pequeños detalles


The Little Things, 2021, EE.UU.
Género: Suspense, drama
Duración: 127 min.
Dirección: John Lee Hancock.
Guion: John Lee Hancock.
Actores: Denzel Washington, Rami Malek, Jared Leto, Chris Bauer, Michael Hyatt, Terry Kinney, Natalie Morales, Isabel Arraiza.
Música: Thomas Newman.

Valoración:
Lo mejor: Sólida en todos los aspectos: historia, personajes, actores, puesta en escena.
Lo peor: Llega tarde a un género muy gastado y no ofrece novedad alguna: es muy predecible.

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John Lee Hancock deslumbró en 1993 con el guion de Un mundo perfecto, que remataron tan bien Clint Eastwood y Kevin Costner. Por esas fechas escribió otra película, evidentemente influenciada por el nuevo tono que dio a los thrillers El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991). Pero no consiguió ponerla en marcha, ni siquiera con el posterior exitazo de Seven (David Fincher, 1995), con la que ha quedado claro que guardaba aún más parecido y podría habérsele adelantado. Es uno de esos casos en que un guion con potencial languidece yendo de despacho en despacho entre productores varios que no ven sus posibilidades.

Desde entonces, Hancock no se ha prodigado mucho como guionista ni como director, pero el moderado éxito de Emboscada final (2019) en Netflix, que escribió, produjo y dirigió, le haría acordarse de aquel trabajo malogrado, y consiguió ponerlo en marcha, estrenándose en 2021 bajo el manto de Warner Bros. y HBO.

La ambientación a principios de los noventa constata que Hancock no ha actualizado mucho el guion, y ahí radica la principal limitación de la cinta. Llega demasiado tarde a un género muy gastado, y por tanto resulta añeja y enormemente predecible, con lo que no emociona o impacta como podría haberlo hecho en los 90, antes de que el thriller sórdido estuviera tan quemado con decenas de imitaciones de segunda y pocos títulos destacables, como Zodiac (Fincher, 2007) o El extraño (Thomas M. Wrightm, 2022). Y para rematar, en los últimos años ha habido un resurgir del mismo en televisión con mucha calidad, y aunque no todas comparten el mismo éxito popular, True Detective (Nic Pizzolatto, 2014), Mindhunter (Fincher, 2017) y Hannibal (Bryan Fuller, 2013) constatan aún más que el camino a seguir no es mirar atrás.

Pero la falta de sorpresas no impide que Pequeños detalles sea la mar de sólida y entretenida, de esas que se asienta con el tiempo y el boca a boca y consigue buenas cifras en el mercado doméstico, de hecho, al menos en España (en EE.UU. no sé si salió de HBO) ha estado un tiempo en el top de Netflix y Amazon Prime Video.

Tenemos un misterioso y perturbador asesino en serie en un escenario malsano, combinación que afecta a todos los agentes que investigan el caso. Un oficial veterano (Denzel Washington), ahora sheriff rural, vuelve al juego para ayudar a una joven estrella de homicidios en la gran ciudad (Rami Malek). El principal sospechoso es un individuo repelente cuando no espeluznante encarnado por Jared Leto.

La pareja de opuestos es uno de los puntos más comunes, pero también el que menos molesta. Pronto se dibujan dos personalidades verosímiles y atractivas mediante la interacción entre ellos dos y los demás compañeros, la exposición de sus vidas y traumas, y como indica el título, los pequeños detalles que van enriqueciendo el conjunto. El veterano busca redención, y podría acabar hundiéndose aún más, el joven espera asentar su carrera, pero pronto empieza a verse afectado.

Por supuesto, la calidad de dos profesionales como Washington y Malek tiene mucho que decir, pero también Hancock sabe muy bien qué sacar de ellos, así como de la atmósfera y del tempo. La puesta en escena maneja muy bien los escenarios sombríos, la insalubre, peligrosa y solitaria ciudad, las situaciones tensas que van minando la moral de los protagonistas. La investigación es metódica, el arco de los personajes está bien tratado. La degradación que sufren, sus fallas, los intentos por levantar cabeza, te mantienen enganchado aunque el camino andado esté muy trillado. Hay algún momento, como el shock final a lo Seven, que se ven venir de lejos, pero a la vez, está bien rodado, encaja en los conflictos personales, y el epílogo te vuelve a ganar con otro de esos buenos detalles.

El asesino


The Killer, 2023, EE.UU.
Género: Suspense.
Duración: 118 min.
Dirección: David Fincher.
Guion: Andrew Kevin Walker. Alexis Nolent y Luc Jacamon (cómic).
Actores: Michael Fassbender, Tilda Swinton, Charles Parnell, Arliss Howard, Kerry O’Malley.
Música: Trent Rezno, Atticus Ross.

Valoración:
Lo mejor: Algunos buenos momentos, tanto de suspense y acción como de humor.
Lo peor: Demasiado convencional, insustancial y aburrida para un autor de tal calibre.

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David Fincher es un autor metódico hasta la desesperación de actores y técnicos, capaz de repetir cientos de veces cada toma hasta que la da por válida. Todo tiene que encajar a la perfección en ella: la iluminación, la posición de cada elemento, y el tempo, sobre todo cuando hay movimiento, pues se empeña en sincronizar hasta el último detalle para que el plano fluya a su gusto. Llega al punto de que si no está contento con el resultado remata la escena con añadidos digitales. Así obtiene obras tan hipnóticas en lo visual, y si acompaña un buen guion, el combo garantiza grandes películas o series, como Seven (1995), La red social (2010), Zodiac (2007), Mindhunter (2017)…

El asesino narra la odisea de un asesino metódico cuando no obsesivo. El estado físico y emocional, la vigilancia sobre la víctima, la elección del momento y el lugar, las vías de escape, las relaciones personales y laborales… El rol encarnado por Michael Fassbender es frío y calculador como ninguno del gremio, y por ello es un valor seguro cuando cumple… y un objetivo a temer cuando surgen problemas.

Pero se ha producido la chocante paradoja de que Fincher no cala el tono de esta premisa planteada a su medida, y El asesino resulta un tanto fallida.

El guion es el primer problema. A pesar de describir todos los pormenores y manías del protagonista en su vida y trabajo, el relato es inesperadamente convencional, superficial y poco cuidadoso. A pesar de los enredos, la historia y su desarrollo sigue el mismo camino de siempre en los thrillers de asesinos y otros muchos títulos de cine negro o espías. En líneas generales resulta enormemente predecible, y en algunas partes se fuerzan situaciones muy poco verosímiles o demasiado facilonas para que se el personaje salga con la suya.

La introducción del protagonista es llamativa, aunque ya empiezan a verse los problemas de ritmo e interés que pronto lastrarán el visionado. Su personalidad no deslumbra, y menos cuando se trabaja tan poco su punto débil, la conexión personal que lo humaniza. En vez de sumergirnos con pasión en las aventuras de este criminal se va provocando un distanciamiento que llega a acabar en aburrimiento en grandes tramos del metraje. Algunos tramos, como la búsqueda de sus enemigos en Latinoamérica, con aventurillas más variadas, o la confrontación final a base de diálogo, son más efectivos, pero tampoco logran apasionar. Lo que mejor resultado da es el humor negro que emerge inesperadamente aquí y allá.

Si la labor del guionista Andrew Kevin Walker adaptando la novela gráfica de Luc Jacamon y Alexis Nolent no deviene en un libreto a la altura de Fincher, también resulta obvio que este no parece ser consciente de sus carencias, y se atasca en unas limitaciones y vicios notables, hasta el punto de que su sello característico acaba siendo otro problema importante.

Unas veces no convence por falta de garra, otras satura por abuso de recursos ineficaces. El más llamativo es el cambio en el sonido según estemos en el punto de vista del rol central o en uno general: pronto resulta caótico y cargante, y todo para no aportar nada útil. Pero en el conjunto, la composición milimétrica de cada plano y escena mediante un tempo contenido típica de Fincher resulta contraproducente, porque lo que necesitaba un relato tan apagado es jugar mejor con las atmósferas de tensión y los subidones. Da igual lo que ocurra, sea un momento de reflexión introspectiva, una espera en calma tensa, una persecución ajetreada, el tono es mismo. Solo en la pelea a puñetazos se suelta la melena, y tampoco es que sea una escena donde despliegue más imaginación en el acabado, parece sacada de cualquier entrega de Jason Bourne o Misión Imposible.

También cabe señalar el exceso de canciones de The Smiths, dando la sensación de que Fincher o algún productor se ha enganchado a un grupo y nos taladra con él. Y mientras, la banda sonora de Trentz Reznor y Atticus Ros parece ir bien encaminada pero no termina de dejar huella como en otras colaboraciones con este realizador, como la estupenda La red social.

Michael Fassbender tiene suficiente carisma y talento como para mantener una película en la que copa cada plano, pero lo cierto es que de ahí a deslumbrar hay un trecho. La sensación es la de que se ha estancado en el mismo papel de tipo enigmático y peligroso desde Shame (2011) y Promotheus (2012) y pocas veces se sale de ahí. Tilda Swinton tiene poca presencia pero es un papel jugoso y que exprime bien.

Inesperadamente, el público y sobre todo la crítica están siendo bastante magnánimos. Se ve que a algunos autores se les perdonan los deslices. Ya ocurrió con las también malogradas El curioso caso de Benjamin Button (2008) y Perdida (2014). Y en lo personal me apena muchísimo que haya perdido un par de años en esta producción menor en vez de haber puesto más empeño en salvar la cancelación de Mindhunter.

Steve Soderbergh, otro realizador metódico y juguetón cuando no experimental, probó hace años a hacer algo parecido en Indomable (2011), y aunque pasó muy desapercibida me pareció muy interesante, y aprovecho para recomendarla.